Cuando fui a vivir a México hace ya casi un año, terminó la relación a larga distancia que tenía con Fer y comenzó la relación normal, de vivimos-en-la-misma-ciudad (incluso mismo depa). El cambio se dió en algún momento del vuelo Bogotá – CDMX, muy similar al de ahora (escribo desde al aire, vamos por Managua, así publique esta entrada unas semanas después). Sin embargo, lo que pocos te dicen de terminar una relación a distancia yendo a vivir con tu pareja, es que comienzas una nueva relación a distancia… con tus amigos de siempre, con tu familia. A menos que lo que estés haciendo sea regresar a casa.
Se da por sobreentendido, es cierto, pero igual vale la pena resaltarlo. Hay para quienes es más fácil, otros para los que es más difícil. Al no ser la primera vez que salía de la casa, en mi caso no me pareció tan complicado y ya sabía cómo manejarlo (lee aquí para unos consejos si es la primera vez que vas a vivir en otro país). Hablamos frecuentemente gracias a las llamadas de WhatsApp y de vez en cuando hacemos una videollamada con Facetime. Tenemos un chat familiar en el que nos saludamos casi todos los días y con mi amigo más cercano iniciamos una correspondencia de la lenta, de papel, porque nos gustan esas cosas.
Y en eso estábamos. Todos en Colombia y yo con Fer en México. Después de la práctica que hice todo el primer semestre, llegué en agosto ya con un trabajo fijo y sin tener claro cuándo iba a volver de visita a Bogotá. ¿Tal vez en Semana Santa, si lograba pedir un par de días libres? ¿Cuando tuviera derecho a mis vacaciones en agosto del 2018? No estaba nada fijo. De hecho, ninguno de esos dos viajes que acabo de mencionar lo está.
Las sorpresas
La sorpresa 1.0: preparativos
Se acercó diciembre, con Navidad y todas esas fiestas súper familiares. Yo estaba un poco triste, porque Fer nunca ha celebrado nada de lo que yo sí. Por más que hizo el esfuerzo y cenamos rico y todo, no es lo mismo que estar reunida con toda la familia para las novenas (posadas), comer natilla y buñuelos, dar y recibir regalos oyendo música navideña de toda la vida. Prender velitas. Preparar pernil y manzanas al horno. Decorar el arbolito.
Después de las fiestas, mis tíos llegaron de visita. Su plan era, primero, estar unos días en CDMX y luego moverse a dar una vuelta por los pueblos mágicos y ciudades bonitas alrededor de la capital, como San Miguel, Morelia, Querétaro y todas esas. Recibirlos fue bonito, porque ni cuando vivía en Colombia los veía seguido, al vivir ellos en Medellín. Teníamos mil ideas de a dónde llevarlos y de qué hacer, porque queríamos aprovechar su visita al máximo. A pesar de tratar de contactarlos varias veces para coordinar todo eso, siempre parecían estar ocupados. En el momento fue frustrante, pero… todo tenía una razón.
Mis papás, entre tanto, planeaban con mi hermana, su esposo Héctor y la Toya, una amiga de la familia su viaje a Villa de Leyva a pasar Año Nuevo, algo completamente dentro de lo normal. No sería la primera vez que irían y yo comentaba de vez en cuando en el grupo que tenemos los seis por viajes anteriores, para hacerles bromas u opinar de algo.
Lo que no sabía era todo lo que estaban planeando por detrás, Fer, mi familia y en general todos nuestros conocidos (incluida Toya).
Le llegada más inesperada… ¿no estaban comiendo arepa?
El 28 salimos a comer con mis tíos y primas a un restaurante que nos gusta mucho, Azul Histórico. Queda en un lugar en el centro súper bonito, entre árboles y velitas colgadas de las ramas. De día es verde y luminoso y se ve divino, pero ese día vimos que de noche le prenden unas lucez azules bastante fuertes. Recomendadísimo para comida mexicana tradicional bien hecha, con los principios de Slow Food, aunque iría más de día que de noche.
Estábamos en medio de las entradas, cuando me abrazaron por detrás y de repente vi a mis papás, a mi hermana y al esposo (él, grabando). Todos en la mesa estaban muertos de risa. Todos sabían. Yo estaba en shock. ¿De verdad estaban ahí? ¿No habían escrito y mandado fotos de las arepas que se estaban comiendo en el camino a Villa de Leyva? ¿Era posible estar en dos partes a la vez? No me lo pude creer sino hasta después de un rato, cuando recobré la voz.
Habían llegado de sorpresa cuando menos lo esperaba. Lo llevaban organizando desde septiembre (¡tres meses!). Fer lo había sabido todo el tiempo y mis tíos también. La falta de decisión para organizar cualquier cosa derivaba de esto. Pasamos año nuevo todos juntos, con mis tíos. Otro día fuimos a Taxco y Cuernavaca, que Héctor y mi hermana no conocían. El día que me habían hecho pedir a la oficina era para poder estar con ellos y hacer un paseo corto un día (muy similar a este de Huasca de Ocampo y los prismas basálticos, porque ellos no conocían).
La sorpresa 2.0
Casi cuando estaban por regresar, me preguntaron en la oficina si estaría dispuesta a viajar a Bogotá para recibir algunas cosas que a partir de este año se van a manejar desde México. Obviamente acepté, dije que me podría quedar donde mis papás y que no había problema en eso, pero quería estar completamente segura (tiquetes en mano) antes de decir cualquier cosa. Casi casi iba a coincidir con el cumpleaños de mi mamá, entonces todavía mejor.
Pero después pensé que podía, también, llegarles de sorpresa. Sobre todo a mi mamá, que nunca se esperaría que le llegara para el cumpleaños. Les fui preguntando de a poco en esos días qué planes tenían y, ya cuando estaba en el aeropuerto de Bogotá, insistí un poco más preguntando dónde iban a almorzar. Estaba con la maleta sin saber a dónde pedir el uber. Al final, le pregunté Héctor dónde iban a comer. Al parecer, de forma tan sutil que solo pensó que yo iba a enviar flores, no que iba a llegar ahí.
Y ahí les llegué.
Claro, era un viaje de trabajo y no iba a tener mucho tiempo libre, pero por los menos nos veíamos en las noches y compartíamos un rato juntos. Fuimos a restaurantes ricos, visitamos a Pita (mi abuela) y un par de tías, jugamos dominó y en general disfrutamos mucho.
Tips para que planees la sorpresa
Pensé en escribir sobre todo eso aquí, no solo por la historia, sino también para darte ideas de cómo organizar una sorpresa cuando vayas de visita.
Como paréntesis, te cuento que estaba pensando en contar más historias de lo que hago, en general, porque vi que es lo que más disfruto leer en otros blogs y podría escribir algo más seguido que si solo publico… lo que he estado publicando, que igual sigue. Como recetas y cosas para relaciones a distancia y viajes.
¡Pero bueno! Fin del paréntesis. ¿Qué necesitas tomar en cuenta cuando organizas una sorpresa para llegarle a las personas que más quieres y viven lejos, cuando menos se lo esperan?
1. Tener claros sus planes para el día en que planeas llegar.
Si ya sabes cuándo los invitaron a una boda o pidieron vacaciones, ya sabes para cuándo no comprar tu boleto de avión.
2. ¡Busca un cómplice!
Cuando fueron a México, creo que todo el mundo estaba enteradísimo porque ahora que fui a Bogotá todos me preguntaron. Pero lo más convincente de todo, para disuadirme de imaginar cualquier cosa, fue el grupo que tenemos con la Toya en el que planearon todo su viaje a Villa de Leyva, que nunca existió. Dieron detalles hasta de los menús y de quién recogía a quién a qué horas, y el día de salida (cuando volaron a México) comentaron del tráfico, las empanadas que se comieron en el camino e incluso enviaron fotos de todo eso (recicladas de viajes pasados, por supuesto, pero yo no me iba a poner a revisar). Piensa, ¿qué grupo local de amigos / familia podrías usar para este propósito? ¡Mételos a todos en el juego y les prometes enviarles fotos de la sorpresa después!
2.2 El día de la llegada, trata de tener un cómplice interno que te vaya dando los detalles.
¿Ya están en el restaurante? ¿En qué mesa? ¿Ya llegaron a la casa? ¿Te abre o vas a timbrar y tu cómplice va a enviar a tu mamá a abrir la puerta? Tengan la logística clara pero manténganse en comunicación dentro de lo que parezca razonable para no levantar sospechas.
2.3 Si eres el cómplice, ¡cabeza fría!
Nada de estar nervioso o impaciente. Si crees que se nota, inventa alguna excusa creíble. Se te olvidó enviar un correo importante. Quedaron de llamarte a cierta hora para darte una información y ya están tarde. Tienes ganas de ir al baño. Y cuando vea que entras, que tome fotos o grabe un video… todo el mundo lo va a estar pidiendo luego. Te lo digo por experiencia.
3. ¡Disfruten de cada momento juntos!
Haz que la persona (o las personas) que visitas hayan pedido vacaciones para algún plan que tu cómplice ayudó a organizar, pero que en verdad sean para estar contigo. Tú, que eres el que sabe de la sorpresa, organiza qué van a hacer en esos días.
¿Y tú has recibido sorpresas así?
¿Has recibido o has hecho una visita sorpresa a alguien que quieres que viva en otra parte? ¿Cómo lo organizaste, a quién le contaste? ¿Estás pensando en hacer una nueva? Vivir lejos de tu familia, pero con alguien que quieres, tiene sus altos y sus bajos, pero las visitas de un lado a otro hacen que sea más fácil llevar la distancia. Además, qué sorpresa más bonita que el que te lleguen o te aparezcas tú de visita cuando menos lo esperan, ¿no? Para un cumpleaños, para Navidad… o simplemente porque sí, porque está rico ver a los que uno quiere.