1.- Hay dos tipos de persona que van al gimnasio: los que van, y los que necesitamos ir. Los primeros son los cachitas y las tías buenísimas a los que les gusta hacer ejercicio (para mantenerse cachas y buenorras, obviamente); y los segundos somos los demás, que tú nos ves en el gimnasio y dices «Sí que te hace falta venir, sí» y no añades «gordo de mierda» al final de la frase porque tú también formas parte de ese poco agraciado grupo. (Que yo sé que duele, pero esto es así). Y a los que somos del segundo grupo no nos sienta bien la ropa de deporte. Porque la licra flúor no le queda bien a todo el mundo. Bueno, en general, la ropa fluorescente y ajustadísima no le queda bien a nadie que tenga más grasa que una loncha de pavo. (Y aquí rollos de autoestima y quererse a uno mismo los justos, que vosotros también vais al gimnasio para quemar los bollos. «No, yo voy al gimnasio para sentirme bien». ME LO CREO, TÍA).
En resumen, que esa ropa no ayudó nunca a nadie a ligar. El chándal, por Dios. Es que NO. Además, una dudita que tengo yo, las tías que lleváis mallas de esas que parecen una segunda piel, ¿qué ropa interior lleváis? Porque lleváis ¿verdad? Es que no hay manera de que no se te marquen las bragazas de abuela con esos pantalones, NO LA HAY.
2.- Tu cara. La tuya, la mía y la del cachitas ese del banco de pesas. ¿Te has visto alguna vez haciendo ejercicio? No es agradable. Que no es que seas feo (que si encima lo eres, olvídate), es que con el esfuerzo de levantar las pesas tienes cara de que te esté dando una embolia. ¿Os acordáis del post de mi primera vez en el gym? Pues yo me sigo poniendo igual de roja, ahora tardo un poco más o necesito más peso, pero el color sigue siendo el mismo, y al igual que el chándal, esto tampoco me favorece.
3.- La gente habla de ligar como si el gimnasio fuese un coto de caza, fuente inagotable de presas. ¿Vosotros sabéis lo difícil que es coincidir dos veces con el tío bueno de las 10:55? NO LO SABÉIS. No. Que le llamas así porque un día le viste a esa hora, pero nunca mais, ha desaparecido. Es que encima los macizos juegan al despiste (porque no puede ser que mi gimnasio sea el único en el que no haya).
Coño, que ya tienes tú tu rutina, tus horarios, que sabes que están las máquinas libres y está tu amiga la del gym, y de repente, cuando bajas al vestuario derrotada después de la hora y media de rigor, te cruzas con un tío buenísimo que sube en vaqueros a ponerse el chándal. Y digo yo: ¿No tenía otro puto momento para venir al gimnasio este muchacho? No, tenía que aparecer ahí, guapérrimo, justo cuando tú sales sudorosa y arrastrándote, con todo el pelo pegado a la cara, hacia las duchas. Mira, ASÍ NO SE PUEDE, de verdad.
La gente que liga en el gimnasio es un mito.
P. D.: Por si acaso, voy a seguir haciendo investigación de campo, pero yo creo que hay que buscar otro sitio en el que conocer al amor de tu vida, que no sea este ni Mujeres y hombres y viceversa.
La entrada ¿Ligar en el gimnasio? aparece primero en Elegance Hunter.