La base de nuestra estancia en la isla de Phuket durante nuestras vacaciones
de este verano en Tailandia fue el Hilton Phuket Arcadia Resort & Spa, un
complejo situado en Playa Karon, en la costa occidental de la isla, inmerso
en plena jungla tropical y a pie de playa.
Ya os comentaba que los precios de los hoteles en este país asiático son
baratos en comparación con los europeos, de manera que hospedarse en
un cinco estrellas como éste equivaldría a lo que costaría un hotel de tres
estrellas en occidente.
Inmerso en un entorno idílico, lleno de vegetación, lagos y rincones especiales,
se necesita más de un día para descubrirlos y dediqué algunos paseos para salir
con la cámara y poder compartirlos con vosotros.
La exuberante vegetación está en continua renovación gracias al clima tropical:
frutos y semillas caen de plantas y árboles, germinando rápida y fácilmente.
Fijaos en este rincón de un estanque, donde frutos de distintas especies se
han acumulado de manera natural y algunos han germinado y empezado a
desarrollar la planta.
En el momento de hacer la fotografía no se me ocurrió, pero al editarla pensé
que podría haberme traído a casa esa gran semilla cúbica que contaba ya con
tronco y preciosas hojas.
En la fotografía precedente un árbol de mango con numerosos frutos: en pocos
días sólo hubiéramos tenido que extender la mano y coger nuestro mango
maduro y sabroso.
Las frutas son una de las mayores riquezas de Tailandia, la vegetación las
regala de manera natural y quizás a ello se deba que los habitantes de este
país sean tan amables y dulces.
Hay tal variedad y algunas tan exóticas que en los desayunos costaba elegir.
Altares engalanados con telas de tul y guirnaldas de flores naturales se
encuentran a lo largo del recinto y dejan patente la religiosidad del pueblo
tailandés.
Jardines perfectamente cuidados para disfrute, no sólo de clientes, también
de fauna como los bellísimos pavos reales.
Numerosas piscinas con el agua en su punto, como a mí me gusta decir:
suelo tomarme un buen rato para meterme en una piscina porque, de no
ser climatizada, el agua siempre me parece fría.
En Tailandia el agua tiene la temperatura ideal para bañarse, tanto en mar
como en piscina, aunque sé que a este respecto todo va en gustos y muchas
personas prefieren el agua fría y tonificante.
Ya os comentaba en el post que dediqué al hotel que nos acogió en Bangkok
que fueron muchos los maravillosos maceteros cerámicos de intensos colores
que vimos y que se fabrican en el país.
También en el Hilton encontramos piezas espectaculares como las que veis en
estas fotografías. Me hubiera gustado tanto traerme uno...
No sólo macetones, también piezas más pequeñas como este florero en forma
de caracola decorando un espacio multiplicado por espejos en uno de los baños
públicos.
La mayoría de los salones son exteriores, situados en agradables porches y
decorados con muebles de maderas tropicales o fibras naturales.
Sala de ordenadores con acceso gratuito a internet, además de wifi en todo
el recinto.
Detalles alusivos a la cultura tailandesa como estas campanas gigantes en
madera que decoran uno de los recibidores.
A nuestra llegada, mientras formalizábamos el check-in, nos agasajaron con
flores, zumos y unas toallitas humedecidas en agua helada y aromatizadas con
jazmín: no podéis imaginar cómo lo agradecimos, teniendo en cuenta las altas
temperaturas y humedad que nos hicieron llegar agotados.
Las cenas las hicimos normalmente en el lounge bar, amenizado por una banda
genial, los Mix Quartet.
Dong, un bandsman genuino en el piano, la guitarra y con una fantástica voz, al
igual que la de Shiella, la vocalista del grupo, Frankie al bajo y Golf a la batería.
El "corner español", como nos llamaba Shiella, tan entregados que acabamos
haciendo amistad con ellos. Y es que pocas cosas nos motivan más que la
música.
Apenas hice fotografías de nuestro cuarto pues nada más entrar se llenó
de maletas, bolsos y ropa por todos lados.
Todos los días venía a visitarnos este exótico pajarito, solo o con amigos, a
veces incluso se atrevió a pasar a la habitación.
Pensábamos que quizás venía por comida pero le ofrecimos unas cerezas que
compramos la última tarde en Bangkok y no las quiso. Normal, teniendo en
cuenta la gran cantidad de frutos que se podían encontrar en los alrededores.
Simplemente se acercaba y cantaba moviendo la cabeza de arriba a abajo al
tiempo que las plumas de cabeza y cuello se erizaban. Yo intentaba imitarlo.
Lo hago siempre, silvando o en este caso con sonidos, y estoy segura que no
lo hacía muy bien pero lo cierto es que le gustaba y contestaba.
Javier y mi amiga Cristina, con quien compartíamos habitación, se reían
cuando el pájaro y yo comenzábamos nuestra conversación que duraba un
buen ratito.
La luz del baño, separado del dormitorio por una pared de cristal, era genial
para fotografía y aquí me tenéis inmortalizándola en varias ocasiones.
Espero que hayáis disfrutado de este paseo por el resort que nos acogió en
Phuket.
Quiero agradeceros todos los cariñosos comentarios deseando mejoría a esos
problemas familiares de salud que os refería en el post anterior.
Se trata de mi padre que ha estado bastante enfermo pero que ya ha salido
del estado crítico.
Gracias miles por estar ahí y ser siempre un chute de cariño y motivación.
¡Se os quiere!