Definitivamente, entré en modo navideño. Después de una semana conviviendo entre virus -todas las generaciones familiares enfermas- ayer recuperé el control hogareño. ¿Y qué hago cuando me siento mejor? ¡Limpio y ordeno! Es un mantra que se impone (como el "encera y pule" de Karate Kid) y me conduce con escoba y fregón por todos los rincones de la casa. Barrer, desempolvar, lavar fundas y desinfectar rincones no es demasiado problema en un espacio de 70 metros. Pero el escritorio...es un mundo aparte. Y es la última tarea que acometo porque me conozco y sé que en el proceso, me entretengo entre los papeles de colores y llegamos al viernes y todo sigue patas para arriba.
¿Piensan que exagero? Pues no: entré al escritorio con una escoba y a los cinco minutos tenía en las manos una troqueladora, un resto de papel con brillantina color turquesa, opalina blanca, tanza y qué hago....Una guirnalda. Conclusión: cuando llegó la hora de ir a buscar a Camilo al jardín, el escritorio seguía desordenado, pero tenía tres guirnaldas terminadas.
Y un motivo para compartir en los finde frugales de Marce. De paso, les muestro un rincón del living, que todavía es un trabajo en proceso pero ya no puede calificarse de total desastre.
Gracias a todos los que comentaron el viernes pasado, les debo la visita. Crean en mí, me alejó del mundo cibernético un microorganismo maligno y resistente. Pero este viernes nos re-encontramos!