Friburgo es una de las ciudades más bonitas de Alemania y esta considerada una de las más ecológicas del país. Gracias a esta combinación, junto a su ambiente, su la naturaleza, y sus calles, la hacen, sin duda, una ciudad muy especial. (La verdad es que me recordó mucho a mi querida Girona, una ciudad no muy grande con un ambiente joven y un casco antiguo precioso…)
Es una suerte visitar un lugar dónde hay alguien que conoces y que esta persona te guíe y enseñe los mejores rincones. Mi hermano estuvo con nosotros todo el tiempo y decidimos conocer su día a día mientras descubríamos lo mejor de Friburgo. Podríamos decir que no nos hizo falta ni mapa ni móvil y pudimos sentirnos por unos días como habitantes de Friburgo, y no como turistas. Sin duda mi hermano fue el mejor guía que podíamos encontrar para recorrer la ciudad.
DESCUBRIENDO FRIBURGO
Llegamos de noche, después de unas cuantas horas de viaje.El centro de Friburgo nos pareció muy bonito y agradable. Sus colores, sus grandes edificios, sus decoraciones, sus curiosas calles y lo bien conservado que se encuentra nos encantó. Es un placer caminar y disfrutar del ambiente de la ciudad, llena de bicicletas y con gente muy amable. No nos extrañó que sea una de las ciudades más bonitas de Alemania.
Paseando por su casco antiguo, además de admirar sus bonitos edificios, nos encontramos con unos pequeños canales llamados Bächle. Muchos de estos canales fueron construidos en la época medieval (durante el siglo XIII) para abastecer de agua potable a la ciudad, y actualmente se han convertido en un reclamo turístico y en un símbolo para la ciudad. A los habitantes les encantan y a los visitantes como nosotras, también! Le dan un toque especial a la ciudad con el ruido del agua correr mientras paseas.
Cuentan, que si tropiezas o caes en uno de estos canales te quedarás por siempre en la ciudad. Os advierto, tener cuidado! Mi hermano a su llegada cayó en uno de ellos y lleva más de 6 años en Friburgo! ¿Tendrá razón esta leyenda popular?
Su catedral (construida también en la época medieval) de estilo gótico, nos pareció impresionante gracias a la altura de su torre y a su ubicación. La catedral de Friburgo se encuentra en medio de una bonita plaza llena de vida, acompañada de un colorido mercado donde podemos encontrar todo tipo de productos locales y sus famosos “frankfurts” que desde 1951 se venden en la calle. Estaban riquísimos!
Otra de las cosas que más me gustó, fue lo cerca que mi hermano vive del río y de sus preciosas vistas desde la ventana. El rio Dreisam pasa por la ciudad de Friburgo y le da aún más vida. El río esta habilitado para pasear y hacer barbacoas, aunque en pleno Enero esto último era un poco complicado! Lo que si pudimos fue disfrutar de un grandes paseos por el río todo nevado ya que desde nuestra llegada no paró de nevar.
No olvidarnos de la comida y la vida nocturna de la ciudad. Vuelvo a repetir, fuimos unas afortunadas con mi hermano a nuestro lado. Probamos los cafés más grandes que he tomado nunca (aunque debo ser sincera y deciros, que nos los más buenos…), descubrimos un tipo de pizza con pan artesanal riquísima llamada Flammkuchen en un bonito local y como no, un buen probamos los desayunos con leche y embutido de la Selva Negra.
VISITA A LA SELVA NEGRA
Friburgo es la capital y la puerta de entrada a la Selva Negra. Es un espacio natural precioso lleno de pinos y abetos, y uno de los destinos favoritos de los habitantes de los pueblos de alrededor para practicar deporte o escapar de la ciudad. Fue lo que más me gusto de nuestra visita. La cercanía a un lugar tan natural y tan virgen como es la Selva Negra me pareció un lujo para los habitantes de Friburgo y sus alrededores.
Cogimos el tramvia 2 hasta el final de la líena y allí un autobús que nos acercó hasta el funicular para subir a las pistas de esquí, queríamos disfrutar de las vistas y ver aquellos bosques tan verdes y nevados, pero, nos lo encontramos cerrado. Así que decidimos pasear y mi hermano nos llevo hasta un lugar muy especial.
Paseando entre pinos y abetos descubrimos que algunos de sus árboles tenían cara y expresión. Thomas Rees, un famoso escultor nacido en Friburgo en 1959, ha llenado esta parte de la Selva Negra con esculturas de madera preciosas, donde parece que los arboles cobren vida. Una bonita combinación de arte y naturaleza que no os podéis perder en vuestra visita a la ciudad.
Por último os recomiendo visitar el blog de un amigo experto en la Selva Negra, que sin duda os encantará y os ayudará a planificar vuestra visita. Yo estoy deseando volver, aunque en la próxima ocasión me gustaría que fuera primavera para disfrutar mejor de los parajes de la Selva Negra y los colores de la ciudad.