En esta ocasión hemos decidido llevar a cabo una escapada familiar a Narbonne de tres días, el lugar perfecto para disfrutar de la cultura, historia y espectacular gastronomía que nos ofrecen en Les Grands Buffets y su recién estrenado buffet de quesos, el más abundante y espectacular del mundo, con más de 100 propuestas de quesos distintos. ¡Un auténtico placer para los sentidos!
Como en otras ocasiones decidimos llegar a la antigua capital romana en tren de alta velocidad, desde Barcelona. Tan solo 2 horas separaban nuestro punto de origen del ansiado destino, para aprovechar cada minuto de la escapada familiar a Narbonne.
La pequeña ciudad del sur de Francia es el lugar perfecto para recorrer en familia, incluso con niños pequeños, especialmente en otoño, estación en la que las temperaturas son más que agradables y luce un sol espectacular.
Tras el viaje (comodísimo) en tren, llegamos a la estación de Narbonne y desde ahí, tan solo necesitamos 10 minutos a pie hasta llegar a nuestro alojamiento, un maravilloso piso situado en una finca señorial rehabilitada, justo enfrente de los jardines del Archeveque, uno de los lugares con más encanto de la ciudad.
Sin salir todavía del asombro de poder alojarnos en una vivienda tan singular y perfectamente equipada con todas las comodidades, decidimos salir a pasear y relajarnos en una de las terrazas de la Plaza del Ayuntamiento, junto a los restos de la Via Domitia.
Paseamos junto al Canal de la Robine que atraviesa Narbonne, clasificado como patrimonio mundial de la humanidad por la Unesco, desde 1996 y escogimos uno de los restaurantes que allí se encuentran para cenar al aire libre, ya que la temperatura era perfecta para disfrutar del encantador paraje.
El sábado era el día esperado por toda la familia, nos esperaban en Les Grands Buffets para disfrutar de un gran ágape: propuestas gastronómicas tradicionales, marisco, foie gras, unos deliciosos y muy diversos postres y cómo no, ¡la mejor selección de fabulosos quesos de todo el mundo!
Desde el año pasado, que ya tuvimos la oportunidad de comer en este fantástico restaurante, descubrimos que se han hecho algunos cambios en las salas y terraza del restaurante.
En nuestro caso pudimos comer en la carpa situada en el exterior, un gran espacio de estilo francés, decorado con grandes lámparas de lágrimas y candelabros de plata sobre las mesas. ¿Quién podría decir que se trata solo de un buffet? Definitivamente no es un buffet al uso, nada tiene que ver con el concepto de los buffets que inundan el ancho y alto de nuestro país, cuya calidad es más que reprochable.
Les Grand Buffets es un buffet de lujo, en el que la calidad del producto, la variedad de propuestas gastronómicas y el entorno lo convierten en el lugar perfecto para disfrutar de una comida o cena inolvidable.
Tras la pantagruélica comida regada por un exquisito vino de la zona y una botella de champagne Mumm, a precio de productor, volvimos a nuestro alojamiento par descansar.
Y como “no solo de pan vive el hombre”, decidimos organizar una escapada familiar a Narbonne en la que la cultura e historia fueran también protagonistas principales.
No podíamos perdernos la espectacular catedral de Saint Just et Saint Pasteur, espléndida catedral de la ciudad, eminentemente de estilo gótico, un monumento histórico inacabado que forma parte del conjunto monumental del Palacio de los Arzobispos de la ciudad.
La inacabada catedral de Narbona, (siglos XIII-XIV), conserva un coro completamente espectacular que, con sus 41 metros en la bóveda, es el coro gótico más alto del sur de Francia. En la capilla axial hay un espléndido retablo de piedra policromada del siglo XIV.
La sala del Tesoro, por su parte, muestra una rica colección de piezas de orfebrería, tapices y objetos litúrgicos. Pasear por el tranquilo claustro gótico la antesala del jardín del Arzobispado, es un espacio mágico, en el que se respira calma y tranquilidad. Ya en los jardines se pueden contemplar los arbotantes y la torre sur de la catedral, así como la fachada del palacio nuevo.
El palacio de los Arzobispos es la sede del ayuntamiento, el museo de Arte y el museo arqueológico, y hay que recorrer las diferentes partes que lo componen: el palacio viejo de origen románico, el torreón Gilles Aycelin, el palacio nuevo de estilo gótico y las torres de San Marcial y de la Magdalena. Construido entre finales del siglo XIII y principios del XIV, el torreón ofrece desde su terraza superior una vista panorámica de Narbona, el litoral, Les Corbières y los Pirineos.
Tras un paseo por el Mercado de les Halles, otro de los lugares de visita obligada en una escapada familiar a Narbonne decidimos comer de nuevo en uno de los restaurantes ubicados junto al canal de la Robine.
Y por la tarde, visitamos uno de los lugares más especiales y con más historia de la ciudad: el Horreum Romano, unas galerías subterráneas del siglo I A.C. formadas por pasillos que conectan estrechas habitaciones. En su origen eran subyacentes a un conjunto desaparecido, probablemente un mercado o un almacén público (Horreum en latín).
Los muros, muy bien conservados, muestran el conocimiento arquitectónico y el saber hacer de los romanos. Se trata de un monumento antiguo que sigue siendo visible en Narbonne y que recomendamos visitar.
Tan solo nos quedaba una noche en la ciudad francesa; habíamos dejado para el lunes uno de los platos fuertes de esta escapada familiar a Narbonne, antes de regresar en tren de Alta Velocidad Renfe-SNCF en Cooperación a Barcelona: La Abadía de Fontfroide.
Alquilamos un coche en la estación de trenes para poder llegar a la famosa Abadía situada a 15 minutos de la ciudad. Una pequeña excursión que nos depararía uno de los monumentos más extraordinarios y bellos del mundo.
Al ser un lunes laborable pudimos disfrutar de la visita con total tranquilidad y sin aglomeraciones.
Cada rincón, interior y exterior, perfectamente explicado gracias a la tableta interactiva que alquilamos, nos descubrió un paraje inigualable, de gran belleza, cuya historia y arquitectura resulta más que fascinante.
El fabuloso claustro, el patio de honor, la espectacular iglesia, distintas estancias, patios y jardines nos dejaron sin aliento. Incluso el más pequeño de la familia, con tan solo dos años y medio de edad, atendía ensimismado a las explicaciones del Tenor Viñas,conocido tenor catalán que tuvo la oportunidad de conocer la Abadía y disfrutar de grandes temporadas en ella, relator de excepción de la tableta interactiva.
Fue fundada en el 1080 en unos terrenos cedidos por Aimeric II, vizconde de Narbona. Aunque la comunidad que se instaló en un principio seguía la orden de San Benito, pronto fue sustituida por la orden del Císter. Recibió la protección y las donaciones de los señores de la zona lo que le permitió prosperar con rapidez. Fueron los monjes de Fontfreda los que fundaron el monasterio de Poblet así como otros centros religiosos de gran relevancia.
Uno de sus abades, Jacques Fournier, fue el papa Benedicto XII (1334-1342). En 1791 fue vendida. La vida monástica se retomó en 1858 pero los últimos cistercienses salieron el 1901.
A partir del 1908 fue comprada por Gustave y Madeleine Fayet quienes se encargaron de su restauración, tal y como la podemos contemplar en la actualidad.
Todavía deslumbrados con la espectacular visita, decidimos comer en el propio restaurante de la Abadía, para a media tarde volver a Narbonne y desde allí tomar el tren de regreso a Barcelona.
Un viaje de vuelta confortable y tranquilo que nos permitió recordar y saborear de la recién terminada escapada familiar a Narbonne, definitivamente la capital mundial del queso, rica en historia y cultura inigualable.
¡Volveremos!