Como ya os dije en la anterior entrada, Logroño no sólo puede presumir de bares con riquísimos pinchos, sino también de restaurantes donde disfrutar de una experiencia gastronómica inolvidable.
Si optas por la primera opción, tienes la ventaja de que puedes comer o cenar realtivamente barato, como hicimos nosotras, por eso un día decidimos darnos un homenaje.
Buuueno, vale, nos dimos dos, pero es que somos tan morricos finos que no pudimos resistirnos :)
El primer restaurante que probamos es Tondeluna, un restaurante en una plaza muy bonita y concurrida cerca de la calle Laurel, la zona de pinchos por excelencia.
Es aconsejable ir bajo reserva, ya que se llena enseguida. El local por dentro es amplio y luminoso, aunque no me convencieron las mesas comunes que parecen estar de moda, y más cuando sabes que este tipo de sitios se llena al completo, así que decidimos quedarnos en la terraza.
Entrada al restaurante vista desde la terraza.
Pedimos el menú a compartir, y tengo que reconocer que cumplimos como campeonas pero casi saliemos rodando de todo lo que comimos. Vamos, que con hambre no te quedas.
El primero plato fueron unas croquetas. Nosotras somos fans de ellas, así que no pudimos empezar con nada mejor. Muy buenas, caseritas, de esas que las puedes partir simplemente con el tenedor, y el relleno casi de deshace en la boca.
Croquetas.
Luego incluían dos entrantes de la carta. Pedimos el tartar de tomate, dátiles y cebollino bajo carpaccio de gambas, ajo blanco y caviar de vino tinto, y los langostinos en tempura mojados en mahonesa de Kimtchi, escarola y frutos secos.
El tomate nos los pedimos bajo recomendación, pero triunfó más la ensalada con la tempura. El rebozado estaba muy conseguido y no se hacía nada pesado, y los frutos secos le daban ese toque crunchy que tanto me gusta en los platos.
Tartar de tomate, dátiles y cebollino bajo carpaccio de gambas, ajo blanco y caviar de vino tinto.
Langostinos en tempura mojados en mahonesa de Kimtchi, escarola y frutos secos.
Respecto a los principales, nos sirvieron dos individuales, uno de pescado y otro de carne. Personalmente yo con uno hubiera tenido bastante. Así que decidimos probar el pulpo gallego a la brasa sobre parmentier de patata y aceite de pimentón, y de carne nos pedimos las costillas de cerdo a la parrilla con salsa de miel y romescu.
Ambos estaban muy ricos, quizás me gustó más la carne. El problema es que ya casi no teníamos hambre y no los disfrutamos tanto como nos hubiera gustado.
Pulpo gallego a la brasa sobre parmentier de patata y aceite de pimentón.
Costillas de cerdo a la parrilla con salsa de miel y romescu.
Y cómo no, llegó el postre. No sé cómo lo hace, pero mi estómago siempre guarda un huequito para él. Eso así, a riesgo de no poderme levantar de la silla de lo hinchada que estaba, jaja!
Nos pedimos la torrija tostada con helado de sombra de higuera y sopa de vainilla para compartir. Nos llamó bastante la atención lo de sombra de higuera, así que había que aprovechar y no irnos de allí sin probarlo. Pero ayyss, qué penita me da cuando esperas con tantas ganas el postre y luego no es lo que pensabas.
A mi me gustan las torrijas más finitas, con los bordecitos crujientes y con esa capita de azúcar que muerdes, y estas fueron justo lo contrario, grandes y blandas. Menos mal que el helado de higo estaba bueno, pero como postre no me lo volvería a pedir.
Torrija tostada con helado de sombra de higuera y sopa de vainilla.
Y nuestro segundo homenaje, cómo no, nos lo dimos en la visita a una bodega, como no podía faltar en un viaje tan gastronómico como este.
Elegimos para la ocasión el Hotel Bodega Finca Los Arandinos, que ofrecía una visita por sus instalaciones y bodega más cata y degustación en su restaurante.
La Finca se encuentra en Entrena, un pueblecito a unos 10 minutos en coche desde Logroño, así que es ideal para escaparse y disfrutar de una mañana diferente al aire libre.
El paisaje es envidiable, lleno de campos y laderas con vides hasta donde alcanza la vista. El hotel sabe en que marco tan privilegiado se encuentra, por eso ha intentado camuflarse lo más posible con el medio ambiente con una arquitectura sobria y poco recargada. Los amplios ventanales permiten que los clientes disfruten de las vistas y del paisaje tan bonitos que rodean el edificio, así que imaginaos qué gozada hospedarse allí.
Después de la visita y cata en su bodega, nos llevaron al restaurante. Aquel día tuvimos suerte ya que sólo compartimos sala con una familia que no tardó mucho en irse, así que tuvimos al chef sólo para nosotras :)
¿Y quiés el él? Pues se llama Diego Rodríguez, un cocinero que estuvo muchos años trabajando con los más grandes y vecino de Entrena, así que cuando vió la oportunidad de llevar las riendas de los fogones de este hotel en su pueblo, no lo dudó ni un momento.
Empezamos con un aperitivo detalle de la casa, Tempura de calabacin y crema de puerro. La cosa prometía.
Tempura de calabacin y crema de puerro.
Seguimos con dos entrantes para compartir. Pedimos el Atadillo de puerros "Selección del tío Félix" con ajo blanco, y cómo no, las famosas Croquetas de la Finca. Ganaron por goleada las croquetas, superando incluso las que probamos en Tondeluna. De las mejores croquetas que he probado sin duda. El atadillo también estaba muy rico, pero es que las croquetas....
Croquetas de la Finca.
Atadillo de puerros "Selección del tío Félix" con ajo blanco.
De principales, teníamos que elegir una opción de pescado y otra de carne. Pedimos el Bacalao confitado con crema de patata, berza y ali-oli ligero. ¡Qué bueno estaba! Y el plato era tan bonito que daba pena hincar el tenedor. Sin ayuda del cuchillo el pescado se partía y mezclaba con la salsa de berza que estaba para tomar pan y mojar, y no dejarte ni una gota en el plato.
Bacalao confitado con crema de patata, berza y ali-oli ligero.
Y como opción de carne, pedimos el Chateaubriand. Era la primera vez que veíamos este plato en una carta, del que nunca habíamos oído hablar, así que no lo dudamos ni un segundo. Se trata de filetes obtenidos a partir del solomillo de vacuno, típico de la gastronomía francesa.
Lo acompañaban con un puré de manzana y diferentes tipos de mantequilla, y te traían los platos calientes de modo que cuando cogías un poco de mantequilla se fundía en el plato para integrarlo mejor con tu trocito de carne.
Chateaubriand.
Imaginad lo que disfrutamos. Sólo nosotras en la sala del restaurante, sorprendiéndonos y relamiéndonos a cada bocado. La camarera pronto se dió cuenta de que nos gustaba todo, porque no hacía más que llevarse platos limpios y traer pan :D
Curiosamente esta vez sí que teníamos sitio para el postre y más, así que decididas a acabar la velada con un 10 redondo, nos fuimos directamente a un postre que por experiencia no suele defraudar cuando eres chocolatero. Pedimos las Texturas de chocolate. Se componía de un trozo de brownie junto con una espuma de chocolate blanco, bola de chocolate al vino y tejas de chocolate negro.
Texturas de chocolate.
Sin palabras. De los mejores postres que he probado. Todo estaba rico, en su punto, con su textura idónea. Casi nos faltaba cerrar los ojos como los dibujitos a cada bocado.
Además, me pareció super curioso que las tejas de chocolate nos recordaba a sabores de cuando éramos pequeñas, en mi caso, a unos croissants pequeñitos cubiertos de chocolate que mi abuela siempre traía cuando nos visitaba y que compraba en un horno de toda la vida. A mi me pareció que es justo lo que la comida tiene que hacer, evocarte recuerdos bonitos.
Acabamos con un café en la terraza del hotel mirando a las montañas. No podíamos pedir más.
Ambos restaurantes son ideales, el primero es una buena opción si no queréis salir de la capital y os apetece estar en pleno centro. Y el segundo perfecto para soprender a tu pareja un fin de semana y disfrutar de todo lo que os ofrece este hotel.
Hasta aquí la entrada de Logroño. Espero que os haya gustado y os sirva si decidís visitar esta bonita ciudad ;)