Somos muchos los que no creemos en la capacidad de re-inserción de ningún violador. No comprendemos por qué, a pesar de los años de condenas que suman todos sus delitos y de los informes psicológicos que afirman que son “irrecuperables para la sociedad” (como es en el caso del violador del ascensor, también conocido como violador de la Paz) estas personas salen de la cárcel sin haber cumplido ni siquiera la mitad de su condena. ¿Qué puede decirnos sobre eso, Sr. Juez?
No entendemos cómo, en casos como el de Maria del Carmen García, que roció con gasolina al violador de su hija (provocándole posteriormente la muerte), hay personas del entorno del violador que amenazan a los familiares de la víctima cuando ésta lo denuncia. Y se permite. ¿Por qué? No entendemos cómo fue posible que aquel hombre, que con 62 años violó a una pobre niña de 13 que se dirigía a comprar el pan, en uno de sus permisos penitenciarios se acercara a la madre a la que destrozó la vida cuando violó a su hija, para preguntarle por la joven. La familia, cuyo padre sufre un cáncer de garganta, tuvo que mudarse de casa y cambiar a la niña de colegio para poder tener una vida normal. Pero, ¿por qué ella y no el acosador y sus allegados?
No comprendemos por qué, por qué. Por qué un hombre puede salir de la cárcel, tras haber pasado allí la noche siendo denunciado por violencia de género, y acto seguido puede presentarse en el colegio de su hijo para disparar a su madre bocajarro. ¿Dónde estaba la policía? ¿Qué tiene un hombre que disimular para que no haya indicios suficientes que avecinen lo que va a pasar? ¿Qué hizo mal aquella mujer? ¿Acaso no siguió todas las pautas que aparecen en esas campañas contra la violencia de género?
No comprendemos, y siempre hablo de hombres y mujeres, cómo es posible que un juez acepte en un caso de violación el informe de un detective privado sobre la víctima. No sabemos cómo se supone que tiene que actuar una joven de 18 años que ha sido violada por cinco chicos. Yo no puedo imaginármelo, no podría aunque quisiera. ¿Puede usted Sr. Juez? Por qué no se concentran en los culpables, por qué no les preguntan a ellos. Por qué robaron le móvil, por qué hablan de cuerdas, de cloroformo, reinol, burundanga, que dicen en sus conversaciones que se tienen que organizar porque luego quieren “violar todos”. Y nos preguntamos cuántas veces tendrá que enfrentarse esta joven a la verdad, cuántas veces va a tener que demostrarlo, cuántas veces va a sentirse desprotegida, acusada, cuestionada. Cuántas.
Hablando de números, ¿cuántas mujeres tienes que morir a manos de sus parejas o exparejas hasta que dejemos de hablar de las víctimas y hablemos de los culpables? ¿Cuántas mujeres tienen que sufrir acoso en sus trabajos o en las calles para dejar de excusar comportamientos machistas basados en culturas patriarcales? Queremos empezar a señalar con el dedo y que sientan vergüenza. ¿Cuántos estudios más necesitamos para que las empresas se den cuenta de una vez por todas que nos merecemos las mismas condiciones laborales? Que las están exigiendo sus trabajadores, tanto hombres como mujeres, porque a ellos tampoco les parece bien.
Y ahora díganos, Sr. Juez, ¿en quién podemos confiar? ¿En nuestros políticos? Yo no les veo del todo preocupados. ¿En quién podemos confiar para ir al trabajo tranquilas? Para dejar salir a nuestras hijas a la calle, para poder volver a casa sin que nos tiemblen las piernas, para vestir lo que queramos sin miedo a ser juzgadas, para ir a denunciar sin miedo a que nos maten. ¿En quién?