EL JUGADOR

Hace muchos años atrás, cuando el celular no existía y habían formas de librarse del acoso, de las garras y los bríos de la pareja de turno; cuando se podía esquivar las amenazantes suspicacias sin dar muchas explicaciones ni zambullirse en mentiras, que al final -por más bien pensadas-, aturdían tanto que uno ni se acordaba de la mitad de lo que dijo. En esa época era simple, más aun, porque no todos tenían un teléfono en casa... y los que tenían la dicha de tener uno, sabían que las cuentas al fin de mes llegaban muchas veces a superar dos sueldos mínimos con mucha facilidad.

La única empresa estatal de telefonía que brindaba el servicio, sin saberlo y sin esfuerzo alguno, tenía un nicho muy rentable que ya quisieran tener ahora grandes empresas que compiten en un mercado de capitales ¿Cuál era este mercado? "Los adolescentes enamorados".

Por esos años, varios padres se preocupaban más en no caer en la quiebra por el uso desmedido del teléfono, que por saber que tan bien iba uno en los estudios. Creo que de ésta adolescencia enamoradiza se pagaron muchos sueldos inflados de los funcionarios de la empresa de telefonía. Desde luego no existían los mensajes de texto, las redes sociales, ni el WhatsApp, por lo que, las únicas formas de comunicarte con tu media naranja era haciéndole una visita a su casa, llamando por teléfono o un muy coordinado encuentro en la calle. Es así, que las llamadas a tarifas súper infladas y las largas conversaciones se traducían en facturaciones mensuales impagables.

La desesperación de los padres por no quebrar al pagar los recibos de teléfono, hizo que adquieran una cajita de madera con llave, cuya única función que tenía era no dar acceso al tablero de botones... Lo que no sabían los padres, pero sí los adolescentes enamoradizos ¾de hecho también las empresa de telefonía¾ era que se podía marcar haciendo pulsar el interruptor del teléfono, por lo tanto, era imposible para los padres controlar el consumo.

Era común entonces que a uno le cortaran el teléfono, es más, las parejas se sentían hasta culpables de este anunciado corte, por lo cual no se tenían que dar muchas explicaciones ni pretextos para poder ausentarse por uno o dos días sin tener comunicación con la pareja. Solo bastaba poner cara triste y decir: Me cortaron la línea... no tenía como comunicarme.

Es así, que aprovechando uno de estos cortes de línea me visitó Marcos queriendo convencerme de viajar a lima porque había descubierto la forma de hacernos de una gran suma de dinero y sin mucho esfuerzo. Marcos era un amigo que, habiendo terminado el colegio, viajo a Estados Unidos, en la época que muchos lo veían ¾y hasta ahora algunos lo ven-¾ como algo prometedor para forjarse un gran futuro. Cuando Marcos regresaba por Ica solía traer cosas, vestirse con ropa muy llamativa y codiciada por varias personas. Parafraseaba hasta el hartazgo algunas palabras en inglés como el "what’s up men", además de contar sus experiencias en el primer mundo. Entre esas experiencias estaban sus visitas a los casinos y del dinero que había ganado en esas incursiones en los juegos de azar.

Recién cumplidos los dieciocho años y tras haber ahorrado algunas prodigas propinas, y con las insipientes inversiones de éstas, llegué a sumar mil dólares. No me fue difícil pedir permiso a mis padres para viajar ¾obviamente sin que supiesen que iría a apostar¾ porque, hasta no hace mucho de aquél entonces, viajaba para ver a una limeña con la que estuve saliendo. Marcos mediante un floro nada barato (*) manifestó la gran importancia que yo tenía para él, por lo que había decidido hacerme partícipe de un gran sistema de juego de ruleta. Era infalible. Por medio este magnífico sistema creado por él, en pocas horas los mil dólares se convertirían en diez mil dólares.

Marcos para esas épocas, entre sus tantas idas y venidas, no pudo regresar más a los Estados Unidos, por lo que ya tenía buen tiempo viviendo en Ica y sus arcas personales habían disminuido casi a nada; lo cual significaba que la inversión de nuestra emocionante incursión en el juego de la ruleta saldría de mi bolsillo. Obviamente pensé que no era por el hecho de la gran importancia que tenía yo para él, sino el hecho de encontrar al cojudo inversor de tan arriesgada propuesta. Aun así, me deje llevar por el lúdico juego de la ruleta y acepté, no sin antes ¾para ser sincero¾ creer que teníamos grandes posibilidades de ganar.

Si bien podía escaparme por algún tiempo del ámbito de acción de mi enamorada de turno, debido al corte de la línea de teléfono, tampoco era mucho el tiempo del cual podía disponer. Así que se planeó un viaje de ida y vuelta.

Salimos en la tarde con los mil dólares ¾que después de un día se convertirían en diez mil¾, al llegar a Lima nos hospedamos en un hotel para dejar las cosas y alistarnos. Caída la noche salimos en dirección al Casino del Hotel María Angola. Nunca antes me había asomado, pisado o ingresado a algún casino, creo que por el hecho que recién había cumplido dieciocho años y solo se puede entrar con la mayoría de edad.

Quedé impresionado. Las luces, las maquinas, las mesas, los crupieres y las monumentales azafatas que ya quisiéramos varios de nosotros haber tenido algún affaire con alguna de ellas (actualmente, este último punto en Perú está venido a menos).

Al llegar a la mesa de ruleta habían más de cuatro personas jugando, lo que entusiasmo aún más a Marcos, pues decía: mientras más gente juegue mejor. No entendía mucho el juego, personalmente me fastidiaba la idea de estar empujándonos unos con otros para poner las fichas. Me di cuenta también que mis mil dólares no eran nada para la cantidad de dinero que la gente apostaba y perdía, a lo cual, mi buen amigo Marcos también decía: es mejor que no seamos los que apuesten más fuerte.

Es así, que todo estaba como un buen ruletero quisiera: Mucha gente, no éramos los que más apostaban, mesa llena muy temprano, estaba todo idealmente puesto para comenzar a jugar, "así que comenzamos". Marcos me había explicado las reglas del juego y el sistema que utilizaríamos (todo buen ruletero usa sistemas), pero como era de esperarse, al ser mi primera vez en el juego tenía que hacer una simbiosis entre la teoría y la práctica por lo que Marcos con la experiencia que dijo tener, comenzó con fuerza.

¾    ¡Veinte dólares al negro!¾ apostó... cayo rojo. ¾No importa, es el sistema. ¾se excusó¾ ¡Cuarenta dólares al negro! ¾...cayó rojo¾ no importa. ¾dijo nuevamente¾ ¡Ochenta dólares al negro! ¾...rojo nuevamente.

Así continuó por un par de juegos más y tuvimos seiscientos veinte dólares menos. Por su puesto que mi simbiosis entre la teoría y la práctica para entrar a jugar se quedaron ahí. Después de maldecir al crupier por haberle destruido la infalible estrategia a Marcos, la cual nos llevaría a la cifra soñada, mi amigo propuso cambiar de estrategia.

¾    ¡Apostemos a docenas, pagan dos a uno! ¾dijo.

Como yo no conocía nada del juego, pensé que sabía lo que hacía, total ya estaba perdiendo más de la mitad, y después de perder y ganar algunas apuestas en una hora ya no teníamos ni un centavo. Marcos maldiciendo al crupier y yo maldiciéndolo a él.

¾    ¡Maldita sea la hora en la que te hice caso! ¾le dije.

¾    ¡Nunca antes me había pasado! ¾se excusó¾ ¡El crupier me ha cagado!

Bueno, ya no existían los mil dólares y teníamos que regresar. Lo apasionado, impetuoso y ardoroso del juego hizo que nos olvidáramos de un gran detalle ¡¿Cómo regresaríamos?! No teníamos para los pasajes de regreso a Ica, solo el taxi para ir al hotel y recoger las cosas, ¡Si, nada más para el taxi para ir a recoger las cosas! ...sin celular, que como mencioné no existían, ni dinero para contactar a alguien que nos pueda auxiliar, decidimos tomar un bus al hotel y del hotel, bus a la Panamericana (**) para tirar dedo y rezar por que algún buen samaritano nos lleve de regreso a Ica.

Era noche de invierno y en plena carretera el frio nos hacía notar que no llevamos ropa para esos trajines mientras pensaba: todo en el casino es era tan cómodo, calefacción, buena música, comida gratis, tragos gratis, chicas simpáticas, etc. Ahora, frio, con hambre, escuchando el claxon de los camiones... los buses interprovinciales "Señor de Luren", pasaban raudamente mientras mirábamos con la frustración estampada en el rostro.

Llevábamos tres horas esperando que alguien nos lleve. Marcos maldecía a cada rato diciendo que en Estados Unidos no era así, hasta que me hartó.

¾    ¡Por qué carajos no te quedaste por allá, en lugar de venir tanto! ¾se me venía a la cabeza una canción de los prisioneros

Hubo un silencio incómodo. Nunca supe a ciencia cierta porqué venia tanto y no pudo regresar, pero sí suponía el por qué... cosas del corazón.

¡Sí!, nos desfalcaron en poco más de una hora en la ruleta y ya llevábamos tres horas esperando que alguien se apiade de nosotros para no morir de inanición. Como Dios es grande y en algún momento también habrá jugado algo, se detuvo una camioneta que llevaba periódicos hacia Cañete, Chincha, Pisco e Ica, de la cual bajo un señor a tomar una emoliente (***) en la carretera. La emolientera, que ya sabía nuestra historia, puesto que llevábamos esperando casi tres horas, le dijo al señor si nos podía llevar. El señor se acercó con la intención de cobrarnos por el aventón interprovincial pero al ver que no teníamos dinero, se apiadó y nos llevó gratis. La camioneta era de una cabina pero aun así podíamos entrar todos en ella, sin embargo, el buen samaritano nos dijo que fuéramos atrás.

¾    A veces me roban los diarios en el camino. ¾dijo.

Nos hizo el favor de llevarnos, pero a costas de dar seguridad a su mercancía. Todo el trayecto fue de un frío gélido pero al amanecer ya estaba en mi querida Ica sano y salvo, más allá de una fiebre segura... y bueno con mil dólares menos.

No volví nunca más a jugar con mi amigo Marcos, pero diciendo verdades, hasta el día de hoy juego ruleta cuando puedo. Es así, que después de algún tiempo me di cuenta que el gran sistema infalible de mi amigo era la peor porquería que se puede hacer en la ruleta.

Bueno Marcos, me hiciste un favor, con el tiempo he tenido buenos y malos momentos jugando ruleta, he conocido buenos amigos que comparten el mismo hobby ¾así le prefiero llamar¾, pero eso sí, nunca, nunca más jugué rojo y negro. 

César Reyes Chávez

Ica - Perú




(*)Floro nada barato.- Quiere decir: Palabreo bien argumentado.

(**)Panamericana.- Se hace referencia a la carretera Panamericana que cruza el Perú a lo largo de su costa.

(***)Emoliente.- es una bebida hecha de cebada, linaza, hierbas medicinales y limón.