Es muy probable que hayas visto Diario de una pasión (The Notebook) alrededor de los 16-17 años. Una edad en la que uno/a aún es muy ingenuo/a y cree que eso que ve en las películas es el verdadero amor.
El acto súper valiente, osado y romántico que hace en la rueda de la fortuna es la prueba más clara de lo tóxico que es y, además, refuerza la creencia de que cuando los hombres actúan mal, de forma peligrosa o irresponsable, las mujeres a las que aman (o se sienten atraídos) tienen la culpa (así son excusados muchos feminicidios y es posible que por eso suela llamárseles “crímenes pasionales”).
Esta forma de “cazar a una mujer” o perseguirla hasta lograr estar con ella está en muuuchas películas y libros románticos, y en todos ellos, las mujeres se ven en situaciones increíblemente incómodas, e incluso peligrosas.
Pero el libro de Nicholas Sparks es muy diferente a lo que Hollywood nos presentó. En su novela, la forma en la que Allie y Noah se enamoran es mucho menos complicada, pues solo pasan tiempo juntos y a partir de eso, nace la chispa, como comúnmente sucede.
Sin embargo, el drama es lo que vende y así, la película se fue por una historia llena de peleas, llanto y celos.
El problema es que este drama, con actores hermosos como Rachel McAdams y Ryan Gosling, no solo vende, sino que también reafirma ese estereotipo de dinámicas de género y estructuras de poder en las relaciones sentimentales.
Entonces eso es lo que aprendemos del amor de pareja: que tiene que haber mucho drama para que sea algo bueno; que, como mujeres, tenemos que esperar que un hombre se arriesgue y haga TODO, por más irreverente que esto sea, por nosotras; que no hay relación más fuerte que aquella en la que vives un infierno por esa persona y ella por ti.
En realidad, todo lo que Noah hace, como escribir una carta cada día, por un año, aunque no tenga respuesta, es más bien una obsesión por Allie.
Lo mismito pasa con películas como 50 sombras de Grey…
Y aunque sí, el amor cuesta trabajo, porque realmente se tiene que construir día a día, se trata más bien de un trabajo como ser humano que puede aceptar, conocer y respetar a otro, no de aceptar esos dramones, berrinches, chantajes y presiones que parecen románticas, pero que en realidad solo son actitudes muy inmaduras.
No tenemos por qué dejar de disfrutar de entretenernos con este tipo de películas, pero seamos conscientes de las estructuras de poder y los estereotipos de género que nos presentan, que están muy alejados de ser sanos y son, más bien, ejemplos tóxicos.