Nos dejamos deslumbrar por las ruinas antiguas, aquellas que los faraones hicieron levantar con millones de esclavos traídos de todas partes, nos quedamos asombrados con sus joyas, el oro, las piedras preciosas y los preparados que acompañaban sus momias y quizás ellos tan enjoyados, tan conocedores de milenarias costumbres y de antiguos ritos tenían un especial apego a un lugar determinado de sus tierras, aquellas que tornan el dorado color de su querida arena por el blanco de la pureza y de la virginidad. Quizás por esa razón no se hablaba de este lugar especial situado no muy lejos de sus poderíos porque lo querían para ellos solos y dejando la masa de turistas que invaden todo el delta del Nilo, nos metimos en la piel de un faraón o de un acólito para conocer ese lugar donde el blanco reina por todos lados, incluso se nos hace difícil de definir si es realmente arena aquello que cubre el desierto.
La ruta de los oasis está siendo ahora ofertada al turistas como una apuesta más pero damos las gracias por haber sido de los primeros que conocimos este sitio genial gracias naturalmente a los del lugar que nos alababan esa zona como mística. Y los oasis muchas veces susurros de la soledad y de la sed del desierto, fueron los que señalaron el camino hacia la luz, la luz blanca.
Está a unos 45 kms del oasis de Farafra, uno de los más conocido de la zona que forma parte del llamado Desierto Occidental de Egipto, rutas infernales por la que los nómadas y los comerciantes seguían con sus caravanas de productos con punto de destino en las grandes ciudades civilizadas. El llamado Desierto Blanco, adjetivo característico que da nombre y el paisaje tan especial y familiarmente lunar de esta zona son verdaderamente cautivadores.
Su origen se debe a las tormentas de arena que azotaron durante años la zona e hicieron que las inmensas formaciones rocosas de piedra caliza tomaran esas formas y también curiosamente figuras. Caminando entre ellas y como testigo de todas las leyendas se nota la levedad del ser humano ante la portentosa naturaleza que ha logrado tallar estas esculturas.
Hay momentos que no se deben perder como es el atardecer que parece un espectáculo de luces en que los rayos anaranjados del sol se extienden sobre la especial arena del lugar dando un paisaje para inmortalizar con la cámara fotográfica o de vídeo.
Quienes se atrevan y estén acostumbrados a desafíos especiales pueden ver la puesta del sol y pernoctar en el desierto. Con el debido equipo de tiendas de campaña y una fogata que aleje el frío se puede pasar la noche bajo las estrellas, lo cual se convierte en una experiencia única para el cuerpo y el alma; quizás porque la sintamos más cerca, o quizás porque las estrellas nos expliquen por qué el hombre está en este planeta… esta visión la han tenido miles de generaciones y sigue sorprendiendo, así que algo de mágico tendrá…. Allí en el cielo están todas, solo hay que estirar el brazo.
Y después de tener un sueño reparador llega el amanecer que nos concede un premio extra por nuestra valentía de pasar una noche a luz de las estrellas: es cuando la luz se levanta poco a poco pero las sombras se mueven tan de prisa que parece que el tiempo lleva un ritmo acelerado.
Recomendado este destino de Egipto que merece al menos una jornada completa para poder captar toda su belleza.
Las excursiones al Desierto Blanco tienen la ventaja de ofrecer posibilidades para todos los gustos y bolsillos, aunque podemos asegurar que ninguno sobrepasa cantidades para asustarse. Muchos avanzados conocedores del lugar han hecho del cercano oasis de Farafra un sitio organizado, Qasr Al Farafra puede considerarse con un relax en medio de la arena instalado a orillas del espejo de agua que forma parte del oasis que le da nombre. El turismo es escaso todavía pero a medida que se van conociendo sus paisajes, la infraestructura se va desarrollando con lugares para el descanso o de encuentro para los más aventureros visitantes de Egipto que descubren este rincón a modo de paraíso.
Durante tiempos faraónicos el pueblo de Farafra era conocido como Ta-iht (la Tierra de la Vaca). En la actualidad permanece casi igual que lo era antes, apartado del resto de las ciudades y aldeas de los Oasis del Valle. Sus tejados azules recomendados para el mal de ojo, dan una idea de lo arraigadas que son las tradiciones y creencias de sus habitantes.
Para aquellos que tengan estrés podemos contarle una leyenda del lugar: se dice que en una ocasión, los habitantes de Farafra perdieron la noción del tiempo y debieron enviar a uno de ellos hasta Dakhla para que averiguara cuándo era el día viernes y así poder realizar sus oraciones en el momento correcto.
El monte de Cristal es un sitio mágico de Egipto dentro del Desierto Blanco; se encuentra entre el oasis de Bahariya y el oasis de Farafra. No se trata de un monte propiamente dicho, sino de una inmensa roca en la que brillan trozos de cristal de cuarzo y pirita. Y estos fragmentos se encuentran desprendidos por el suelo para que los visitantes se pueden llevar consigo un recuerdo. Hay lugares donde pueden hallarse piezas de gran tamaño, aún no descubiertas por los incesantes viajeros que pasan por el lugar. Y es que se trata de una vista especial para los que visitan Egipto. Un arco natural producto de la erosión de los fuertes vientos del desierto, da la sensación de ser una puerta de entrada a algún fantástico castillo o quizás a un lugar mágico como opinan algunos que dicen haber experimentados fenómenos un tanto extraño al pasar por el lugar; aunque se trate de un arco que da paso a un ser humano mediano, hay que dejarse llevar por las sensaciones, pues flota en el ambiente algo no terrestre.
El monte de Cristal es un ejemplo de lo que conocemos normalmente como cuevas de piedra caliza. A través de los años con el calor y el paso del tiempo, se formaron en su interior cristales y piedras semipreciosas, así como estalactitas y estalagmitas e hicieron de ella una verdadera joya de inmensas proporciones. Las excursiones hasta el monte de Cristal se realizan desde el oasis de Farafra (90 kilómetros al sudoeste) y desde el oasis de Bahariya (160 kilómetros al noreste).
Hay que tener en cuenta que en este lugar no existen facilidades para pernoctar aunque es posible acampar en las cercanías siempre bajo la responsabilidad de los aventureros.Otra localidad cercana es Aqabat que se encuentra a 10 kilómetros al este pero carente de todo tipo de establecimiento turístico.
DAMADENEGRO 30/5/2009
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