El otro día os hablé en un post sobre la gigantesca estatua de Buda dorada de Lushan, considerada la más grande del mundo. Hoy os quería de hablar de otra representación de Buda, esta vez bastante más pequeño, pero no por ello menos impresionante.
Ubicado en Leshan, a unos 200 kilómetros de Chengdu y con un entorno privilegiado lleno de cascadas, vegetación y montañas, entre ellas el monte Emei, una de las cuatro montañas sagradas del budismo; este Buda gigante fue tallado en piedra durante la dinastía Tang, en el siglo VIII.
A pesar de la humedad del lugar en el que se encuentra, los 70 metros de alto y 28 de ancho de roca que mide la estatua hoy en día se conservan en buen estado, gracias un sistema de drenaje interior que se diseñó para evitar la erosión del río.
Convertido en lugar de atracción turística de la zona por excelencia (comparte protagonismo con las reservas de pandas de Chengdu), y Patrimonio de la Humanidad desde el año 1996, fue originalmente construido con la intención de que Buda calmase las aguas turbulentas del río que lo hacían difícilmente navegable y producía continuas inundaciones que afectaban a la población local. Paradójicamente, tras su construcción las aguas del río se calmaron, ya que se depositaron los fragmentos de roca sobrantes de la escultura sobre el río y esto modificó su caudal, haciéndolo mucho más manso para la navegación.
Cómo llegar: en autobús desde Chengdu con un trayecto de 2 horas (unos 6 euros)
Horarios: de 9:00 a 16:50 h
Entrada: 11 euros
No te puedes perder: si tienes tiempo, sube al Monte Emei y pasa la noche para ver atardecer y amanecer en una de las montañas consideradas la antesala al Tíbet. Las vistas son impresionantes.
Imágenes: tak.wing/Flickr, Rafael Gómez http://micamara.es/Flickr, mckaysavage/Flickr