JAMES DOUGLAS, EL CANÍBAL DE EDIMBURGO
En Escocia, cualquier mención al canibalismo queda eclipsada por Sawney Bean, quien, según la leyenda, ejecutó y devoró, junto a su clan, a un millar de personas en el siglo XVII. A pesar de que los historiadores no lo consideran un episodio real, ha inspirado numerosos libros y películas, como Las colinas tienen ojos (Wes Craven, 1977).
No obstante, Edimburgo sí albergó su propia dosis de esta macabra práctica. Cuentan que el hijo mayor del marqués de Queensberry, el duque James, había nacido con algún tipo de demencia.
Su familia lo mantenía encerrado en una de las habitaciones de la residencia de Queensberry, un edificio de la Royal Mile que hoy en día forma parte del Parlamento, para que nadie conociera la existencia de la desdichada criatura, de fuerza descomunal y maneras salvajes.
En 1707, el marqués de Queensberry fue una de las personalidades en firmar el Tratado de Unión. Sus actuaciones en contra del interés de Escocia lo habían convertido en una figura despreciada por el pueblo, y aquel agitado día se llevó con él a toda su comitiva para que lo protegieran de las multitudes.
Solo dos personas permanecieron en Queensberry; el duque James y un joven sirviente de diez años, que debía guardar la casa. Cuando el marqués y su comitiva regresaron, los recibió una siniestra imagen.
James había escapado y, en un arranque de locura, había descuartizado y asado al pequeño en la hoguera y había comenzado a devorarlo, porque, según él, tenía hambre y nadie le había preparado la cena. El crimen sacudió Escocia, y el duque permaneció encerrado en su habitación hasta su muerte.
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