Texto y fotografías: JAVIER PRIETO GALLEGO
Está en el Camino de Santiago, casi tan lejos -o tan cerca- de los Pirineos como de la tumba del Apóstol. Regatea como puede un río Carrión caprichoso en curvas y crecidas, generoso en sotos y alamedas. Silencia con orgullo un pasado más que notable. Guarda como oro en paño joyas de un calibre apabullante. Sabe de trajines cortesanos, de batallas conquistadoras, del capricho de los reyes, de la inspiración de los poetas. Carrión de los Condes da para un alto más que justificado, más que cumplido, en el camino, en cualquier camino que por ella pase, vaya a Santiago o a la mismísima Roma.
Como fachadas y monumentos siempre son vestigios olvidados por la Historia en su transcurrir implacable, conviene, antes de poner pie en esta villa de condes, repasar alguna página de su ayer. Por ejemplo, aquella en la que la población cambia de nombre. Esto era en las profundidades de la Alta Edad Media. Cuando comienza a aparecer en los primeros legajos lo hace con el topónimo de Santa María de Carrión. Pero sucede que entre los siglos X y XI, el reino de León, al que pertenecía, se organiza en condados. Así, se convierte en el centro operativo de uno ellos, bajo la tutela de la familia Banu Gómez. Uno de sus vástagos, Gómez Díaz, y su esposa Teresa son quienes, con la refundación del monasterio de San Zoilo y la construcción junto a él de un puente más acorde a las necesidades de la villa, la revitalizan como un punto señero del Camino de Santiago, y la renombran, al tiempo, como Carrión de los Condes.
Y dada la importancia que tuvo el tal monasterio en muchos momentos de su devenir, puede que sea bueno empezar por él la visita a un enclave muy bien servido de iglesias y puntos de interés.
La refundación de San Zoilo, a mediados del siglo XI, se consolida con la donación, por parte de los Condes, de las reliquias de San Zoilo y San Felices, y de la incorporación del cenobio a la orden de Cluny, pasando a convertirse así en un importante centro de poder económico con numerosas posesiones en su entorno inmediato. Las reliquias, de enorme repercusión milagrera, lo destacan como un concurrido foco de peregrinación dentro de la ruta jacobea. Cuando la Corte de Castilla residía en Carrión de los Condes este monasterio de benedictinos, posteriormente de cluniacenses y finalmente de jesuitas, fue aposento de reyes y refugio y hospital de peregrinos.
El valor arquitectónico del edificio es evidente. Sobre todo después de la profunda y cuidadosa restauración que lo transformó en un confortable alojamiento, y que sacó a la luz alguno de sus secretos mejor guardados. Entre sus admirables rincones, no hay que perderse la portada románica de su lado oeste, descubierta en 1993, resto de un desaparecido templo románico que tuvo el monasterio. Pero la visita turística tiene su mayor centro de interés en el alabado claustro, obra renacentista realizada entre 1537 y 1604, en uno de sus momentos de máximo esplendor. Es una de las grandes obras benedictinas del siglo XVI. Presenta una valiosa iconografía con abundantes relieves y representaciones bíblicas (Entrada, 2 €. Tel. 979 880 049).
A su vera, el puente medieval, que hasta mediados de siglo XX guardó recuerdo de las puertas en las que peregrinos y comerciantes debían abonar sus peajes, da paso al corazón monumental de la villa.
En alto, a la izquierda, asomada a un talud sobre el río, en el mismo lugar que debió erigirse el castillo, está el templo de Nuestra Señora de Belén, de finales del XV. Acoge a la patrona de la población y cuenta con buenas pinturas murales, tallas del siglo XIV y XV, y un barroco retablo Mayor.
Otro destacadísimo rincón de la villa es su románica iglesia de Santiago. Con una prodigiosa fachada, alberga un apasionante museo de Arte Sacro (1 €. Tel. 979 880 072). Al lado, en un callejón quedan la Oficina de Turismo y un pequeño Museo de Arte Contemporánea.
Otro rincón imprescindible en una visita a Carrión es el Monasterio de Santa Clara. Del siglo XIII, es uno de los más antiguos de clarisas en España. Se accede desde el bello Patio de las Claras, donde está su interesante museo (2 €, visita al museo y la iglesia. Tels. 979 880 134, 639 919 875). Éste muestra grandes artesonados mudéjares y una talla flamenca del siglo XV entre un sin fin de obras. La iglesia conventual cobija la magnífica talla de La Piedad, de Gregorio Fernández, y un Cristo crucificado posiblemente del mismo autor. Destaca el retablo mayor, la sillería del coro y un valioso frontal realizado con azulejos de Talavera. Y como acostumbra a suceder con los conventos de monjas clarisas, en su obrador encontramos un irresistible repertorio de dulces artesanales en el que es difícil escoger uno: pastas de té, pastas de limón, almendrados… se realizan con productos adquiridos en la provincia. Harina, azúcar, margarina, almendras y huevos son la base de repostería tan delicada.
Y, si hay tiempo, aún quedarían asomarse a las iglesias de Santa María de Belén, San Andrés y Santa María del Camino. ¡Casi nada!
OFICINA DE TURISMO. Tel. 979 880 932, carriondeloscondes.org.
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