PEDALEAR UN SUEÑO
© Texto y fotografías: JAVIER PRIETO GALLEGO
En principio fue solo un sueño: encontrar una forma rápida, eficaz y moderna de comunicar el interior de la meseta castellana con el mar. Después fue un reto: trazar un camino de agua a pico y pala por el que los marineros de Castilla echaran a navegar sus barcos cargados de harina, trigo o pasajeros. Y ahora es, entre otras cosas, la excusa perfecta para emprender una aventura a pie, a caballo o a pedales: las sirgas del Canal de Castilla discurren por el interior de un rico entorno natural, sin desniveles apreciables y comunicando localidades grandes y pequeñas donde no faltan el contacto con la historia y cosas que ver.
Grupo de esclusas del Canal de Castilla en Frómista. El Camino de Santiago a su paso por Palencia. Palencia. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
El sueño de conseguir romper el aislamiento en el que dormía la Castilla más profunda se remonta hasta el tiempo de Felipe II, en el que se plantea ya la posibilidad de acercar o sacar mercancías del interior de la meseta a través de sus ríos más grandes, el Duero y el Pisuerga. Sin embargo, no será hasta el siglo XVIII, el Siglo de las Luces, cuando los recursos técnicos y la tenacidad de sus principales impulsores lo hagan, por fin, posible. Siguiendo la estela abierta por los ingenieros hidráulicos que en otros países europeos habían trazado ya eficaces vías de comunicación mediante canales, en 1753, a instancias de Fernando VI y el Marqués de la Ensenada, el capitán de navío Antonio de Ulloa redacta el Proyecto general de canales de navegación y riego para los reinos de Castilla y León. Fue el primer golpe de timón de un largo singlar.
La concreción de aquel sueño, que se forjó con las mismas ilusiones de modernidad que hoy albergan quienes ansían tener junto a sus casas una estación del AVE, dejó sobre el mapa una obra faraónica, 207 kilómetros de canal navegable dividido en tres ramales: el Norte, que une las localidades de Alar del Rey, donde el canal se carga con las aguas del Pisuerga, con el paraje de Calahorra de Ribas; el de Campos, entre Calahorra de Ribas y Medina de Rioseco; y el Sur, que nace en el paraje de El Serrón, cerca de Grijota (Palencia) hasta Valladolid.
Las orillas de esta larga acequia se presentan hoy también como una larga tentación para los espíritus más inquietos. Especialmente para aquellos que pueden ver en lo que queda la huella de lo que fue. A lo largo de esos 207 kilómetros abundan, sobre todo, los restos de una ingeniería hidráulica pionera en su momento, la evidencia del esfuerzo con el que se acometió este empeño. Hacer navegables las llanuras castellanas supuso, además de un titánico esfuerzo físico, un reto para la imaginación. Salvar el desnivel existente entre el punto más alto y el más bajo -150 metros- supuso transformar la fisonomía del terreno y extender sobre los planos todo un repertorio de soluciones arquitectónicas: presas, azudes, esclusas, retenciones, puentes y acueductos, dársenas… todo ello unido por las sirgas, una a cada lado del canal, caminos por los que circulaban los animales encargados de tirar de las barcazas para acelerar sus desplazamientos. Esos caminos son los que hacen posible hoy la aventura de recorrer el Canal de Castilla en sus rincones. Y ya puestos, hacerlo en bicicleta se presenta como una de las mejores opciones. Así, proponemos en esta ocasión, un recorrido detallado por el ramal Norte, el más largo de los tres y el que reúne algunos de sus hitos más sobresalientes.
Esclusa ovalada de Calahorra de Ribas. Punto donde comenzaron las obras del Canal de Castilla el 16 de julio de 1753. Ramal del Norte. Palencia. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego.
Pedaleando el Ramal Norte
Aunque puede hacerse al revés, una de las formas más habituales de realizar el recorrido es comenzarlo en el punto donde el canal toma las aguas del río Pisuerga. Se sigue así el mismo sentido de la corriente y se aprovecha en el pedaleo el escaso desnivel, apenas perceptible, que existe entre el punto más alto y más bajo del canal.
La exploración de este ramal, cuyos 75 kilómetros discurren casi de forma íntegra por la provincia de Palencia, requiere prestar atención, al menos, a estos rincones.
01. El arranque del canal. En la margen izquierda del Pisuerga, junto a Alar del Rey.
02. La dársena. De dimensiones muy inferiores a las de Medina de Rioseco, Palencia o Valladolid, la dársena de Alar del Rey destaca por su capacidad de evocación. Imprescindible, un vistazo a las bodegas del lado izquierdo, de las que se dice que fueron utilizadas como mazmorras.
03. Herrera de Pisuerga. La aventura de recorrer el canal en bicicleta implica no solo pedalear junto a sus aguas. También dedicar un tiempo a conocer las poblaciones entre las que discurre. Una de ellas es Herrera de Pisuerga. Entre sus calles se descubren casas blasonadas del siglo XVII. Destaca por su excelentes vistas sobre la ribera del Pisuerga y en ella merece la pena acercarse hasta su plaza Mayor, el arco de la Puerta Nueva, el Aula de Arqueología (tel. 666 589865) y el Aula del Cangrejo de Río (tel. 979 069494). Uno de los alicientes de recorrer el canal es que no solo puede pedalearse junto a sus aguas, también navegar por ellas. Uno de los cuatro barcos que actualmente lo hacen es el Marqués de la Ensenada (tel. 664 201415/ 979 70 65 23). Sus viajes arrancan en el Centro de Interpretación ubicado junto a la retención de San Andrés. Se accede desde la N-611 en el kilómetro 79.
04. El batán del Rey. A poco más de un kilómetro de la retención de San Andrés aparecen las ruinas de un batán, ejemplo de las numerosas industrias que prosperaron utilizando las aguas del canal.
05. Carrecalzada. Junto al puente de Carrecalzada, cerca de Melgar de Fernamental, se ubican un hotel rural y el embarcadero desde el que parten los viajes en el barco San Carlos de Abánades (tel. 628 629 997).
06. Acueducto de Abánades. Es una de la obras más singulares de cuantas jalonan el canal. Gracias a él sus aguas salvan por alto las del río Valdavia o Abánades. Junto al acueducto se ubicó una de las localidades que, como Alar, nacieron en el transcurso de esta gran obra.
07. Frómista. Atesora un destacado patrimonio cultural e histórico por el singular hecho de ser el punto en el que se cruzan el Camino de Santiago, que corre de este a oeste de la Península, y el canal, que discurre de norte a sur. El canal dejó aquí dibujadas su conjunto de esclusas más grande que es, además, uno de los más bellos y que salvan mayor desnivel. En Frómista es universalmente conocida su iglesia románica de San Martín. También hay que acercarse hasta la iglesia de San Pedro y su museo de arte sacro, o disfrutar del espectáculo multimedia Vestigia que se proyecta en la iglesia de Santa María del Castillo (web: vestigia.es).
08. Lagunas de la Toja. Además del valor paisajístico e histórico, el canal encierra un alto valor ecológico. No deja de ser un importante “oasis” de vegetación y agua capaz de aglutinar mucha de la vida silvestre que habita las planicies mesetarias por las que pasa. Un largo pasillo verde que alimenta también algunos notables humedales de estas llanuras. Como el de la laguna de la Toja de Ribas que cuenta con un observatorio ornitológico.
09. Calahorra de Ribas. Este emblemático lugar, en el que finaliza el ramal Norte, fue el punto concreto en el que dieron comienzo sus obras el 16 de julio de 1753. Posee, por esa razón, su conjunto de esclusas más antiguas. Unos metros más abajo sus aguas se mezclan con las del río Carrión para tomar, en la otra orilla, las aguas de este río en su viaje hacia el sur.
10. El Serrón. En este lugar próximo a Grijota nace el ramal del Sur.
Así lo publiqué en EL NORTE DE CASTILLA
El Canal de Castilla en bicicleta. Reportaje de Javier Prieto Gallego publicado en EL NORTE DE CASTILLA
El Canal de Castilla en bicicleta. Reportaje de Javier Prieto Gallego publicado en EL NORTE DE CASTILLA