Su localización le permite controlar visualmente la comarca de Camp del Turia y el corredor del Barranco de Carraixet que da paso al norte, comunicando el valle del Turia con el del Palancia.
Conocida su existencia desde comienzos del siglo XX, en los trabajos de excavación se documentó la existencia de dos fases de ocupación superpuestas estratigráficamente. La primera corresponde a la Edad del Bronce (segunda mitad del II milenio antes de Cristo) y finalizó a consecuencia de un incendio de causas desconocidas. La segunda, perteneciente a la cultura ibera, se inició a finales del siglo V a.C. o principios del siglo IV a.C. y llegó a su fin en el primer tercio del siglo II a.C., tras una destrucción violenta que supuso su abandono definitivo.
Responde al tipo de asentamiento denominado de calle central, pues se trata de un poblado alargado que está atravesado longitudinalmente por una calle, a ambos lados de la cual se distribuyen los 17 departamentos. El Puntal es, en conjunto, una gran unidad doméstica en la que vivieron unas 30 personas.
El asentamiento ostenta dos murallas y una torre que lo definen como una pequeña fortaleza de 960 metros cuadrados. Junto a otras similares formó parte del sistema defensivo y de vigilancia del territorio de la ciudad de Edeta (edetanos) y está considerado uno de los mejores ejemplos de atalaya de época ibérica. Presenta una superposición de dos murallas. La muralla exterior, que defiende la entrada y delimita un espacio no habitado, está construida con grandes bloques de piedra en el pequeño tramo en que se conserva. La interior, de menos de un metro de anchura, delimitaba el área habitable. A ella se adosa la torre del Puntal dels Llops, ésta se ubica junto a la puerta de entrada al recinto, coincidiendo con la parte más elevada del asentamiento. Está formada por dos cuerpos y permanece adosada al lienzo de muralla. Este muro exterior fue construido con grandes bloques de piedra y servía para delimitar el espacio no habitado, así como para defender la entrada. Además, protegía el recinto por su cara oeste. El acceso a la ciudadela ibera se realizaba a través de un estrecho corredor a doble codo, otro elemento de carácter defensivo, que daba paso a la rampa de acceso y a la calle principal. El asentamiento consta de diecisiete departamentos configurando un recinto alargado e irregular, presentan unas dimensiones que oscilan entre 12 y 21 metros cuadrados. Los situados al oeste tienden a presentar una mayor amplitud y su suelo se haya entre 50 cm y 1 m por debajo del nivel de la calle, a diferencia de los del este, con suelos al mismo nivel que la calle. Los departamentos estaban separados por muros medianeros y se dispusieron adosados a la fachada interior de la muralla. Los cimientos de mampuestos, hoy visibles, se completaban con alzados de adobe. Todas las paredes estaban enlucidas y encaladas. Los suelos eran de tierra apisonada o endurecida, aunque hubo esteras de esparto. Los techos eran planos a modo de terraza, construidos con un entramado de vigas y rollizos de madera y una cubierta vegetal, de cañizo o romero, que sostenía una gruesa capa de tierra. Las escaleras de piedra conservadas y adosadas a algunas fachadas indican que existieron pisos elevados. Los departamentos tenían puertas de madera de un batiente que abrían hacia la calle. Se supone que algunas podrían tener cerraduras, también de madera, que no se han conservado pero que se conocen bien por las llaves de hierro encontradas. Estas llaves son similares a las utilizadas actualmente en pueblos de la serranía valenciana y en otras zonas mediterráneas.
La agricultura jugó un papel fundamental en este poblado ibero. Sus moradores se dedicaron al cultivo de cereales, vid y árboles frutales derivados de la explotación forestal del entorno (olivos, almendros, higueras) Así queda atestiguado con los hallazgos documentados en el lugar de herramientas de trabajo, tinajas y ánforas, así como restos de molinos con los que obtenían las harinas para su alimentación. Resulta significativo el hallazgo en Puntal dels Llops de un pebetero con cabeza de mujer que representa a la diosa Tanit de los fenicios, protectora de la agricultura.
La llegada y dominación romana sobre este territorio provocó que el sistema defensivo edetano quedara desmantelado entre los años 190-180 a.C. Roma ordenó la demolición de todas las murallas, la destrucción de los fortines y obligó a los supervivientes íberos a descender sobre llano para ejercer una mayor presión sobre ellos. Puntal del Llops no fue una excepción. La población de la cercana Edeta fue trasladada fuera de las montañas, donde con posterioridad se fundará la ciudad hispanorromana de Lauro.
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