Ahora que pasó el 14 de febrero, no pude evitar tener un "lapsus mensus", de esos, en los que te pones a recordar cosas, como si no tuvieras qué hacer. Aún así me di el momento...
Lo primero que vino fue ese noviazgo de secundaria que, por supuesto, tienes a escondidas (pero que conste que fue hasta en tercero y sin descuidar en absoluto mi rendimiento académico) y, además, por teléfono. Una relación corta, de la que quedó un osito blanco de peluche que terminé donando porque, obvio, me rompieron el corazón.
Luego el llamado "primer amor" ¡uf! Yo tenía 15 años y él, 25... ¡imaginen cómo se puso mi padre! Aún así, me aferré por casi 10 años a esa relación que terminó -una vez más- rompiendo mi corazón, pero ahora cual huevo sorpresa de chocolate, en manos de un niño desesperado.
Como mamá que recoge el tiradero de sus hijos, junté todos esos pedacitos y me los traje a la gran ciudad. Aquí quise repararlo, sola y a la distancia, pero apenas terminaba de pegar la última pieza y ¡vamos de nuevo! Así un par de veces más, sí. Y yo, como buena ariana en bruto, terca, orgullosa, necia, me ponía a rehacer lo que podía, cuando podía y como podía.
Un día, mientras lo remendaba, noté lo acostumbrada que estaba ya a verlo así:
-¡Ah, cómo te gusta ir a meterte donde no debes!- le dije
-No chille y "aguante vara" - me respondió.
-Inche corazón, por eso te pasan cosas. Te vas a jugar canicas sin saber siquiera cómo tirarlas.
Y tras ese recuerdo vi pasar en flashback todas las "rompederas" que llevaba. Por eso lo empecé a cuidar más ¡pobre! ¡jaja!. La verdad, no fue fácil... hasta la fecha, sigo sin saber jugar canicas, pero aprendí algo mejor: la kabbalah.
Sólo así pude entender que no era el corazón lo que se rompía, sino una y otra capa de ego, de ilusiones o expectativas creadas por él mismo... que no eran las parejas, sino yo y todo eso en lo que basaba una relación.
Romperse no es malo, si le sabes encontrar la oportunidad; si en lugar de quedarte llorando en un rincón como víctima por más de tres días (se vale llorar, pero no quedarse ahí) y aferrarte a hacer las cosas a tu (equivocado) modo, te levantas y sacudes la basura innecesaria, puedes encontrar el mejor de todos los regalos: una nueva oportunidad de hacer las cosas diferentes, con personas diferentes.
Y, ¿por qué no? Hasta encontrar dentro de ese huevito sorpresa de chocolate, roto, al auténtico
La receta de la semana
Hablando de corazones rotos, les muestro el mío; con el que celebré este 14 de febrero. Más entera que nunca y con el más grande y ÚNICO amor de mi vida, que también es el de su papá. Lo mejor de mí es para ellos... aunque lo peor que tengo, va junto con pegado. Así que por eso mejor les hago lo que tanto nos gusta. Y esta vez fue un rico y delicioso
Pastel corazón de vainilla
(Sin azúcar refinada, sin lácteos, integral)
Ingredientes:
100 gramos de azúcar de coco
3 huevos
5 ml de extracto o esencia de vainilla
100 gramos de harina de espelta (puedes usar de trigo común)
50 gramos de harina de almendra
2 gramos de polvo para hornear (si vives a nivel del mar, usa lo doble)
una pizca de sal
100 gramos o media taza de aceite de coco derretido (no caliente)
1/4 de taza de leche de almendra
*Engrasa y forra con papel para hornear el fondo de un molde de 20 cms. (yo usé uno en forma de corazón más grande y me quedó muy delgado)
*Precalienta horno a 170°C
Cómo hacer:
-Cierne harina y polvos. Reserva
-En un tazón bate -con batidor globo- los huevos. Agrega vainilla y azúcar. Mezcla muy bien.
-Añade el aceite de a poco (en forma de hilo). Mezcla hasta que se incorpore
-Agrega leche y mezcla hasta que esté todo homogéneo
-Agrega harina y polvos cernidos. Incorpora todo muy bien, con una espátula, sin sobre batir.
-Hornea por 25 a 30 o hasta que un palillo salga limpio
Yo lo decoré con crema de coco y flores comestibles, pero puedes sólo espolvorear azúcar, leche en polvo de coco, o un poco de crema de almendra mezclada con una cucharadita de miel de maple.
Espero les guste. La receta original es de Vanesa Musi.
Nos leemos pronto :)