Nada ocurre de un día para el otro. Sin embargo los desencuentros, la apatía, las discusiones permanentes, no siempre alcanzan para preanunciar el fin de una relación. O al menos eso parece cuando uno de los dos resuelve abandonar el equipo y el otro siente que se trata de una decisión unilateral, caprichosa, inesperada.
Pocas veces se tendrá la cabeza lo suficientemente fría como para admitir que el amor es un pan que se amasa entre dos y se devora también entre dos.
Pocas veces el cimbronazo de ese montón de palabras que desligan y despiertan el instinto de supervivencia de la pareja, empuja al abandonado a evaluar objetivamente los hechos y tal vez pensar si no será mejor así, después de todo.
El orgullo dañado y lo desestabilizador que resulta la disolución del vínculo pedirán prórroga y una catarata de promesas de difícil cumplimiento hará su aparición.
Por eso, se esté del lado que se esté, el momento de la ruptura siempre es una situación incómoda. Un trago amargo que no podremos pasar tan pronto como quisiéramos. Porque quien dice basta, tendrá que justificar, apaciguar y mostrar firmeza; y quien lo recibe, minimizará los problemas, pedirá explicaciones o peleará por la continuidad del lazo afectivo.
Si el porcentaje de insatisfacción o sufrimiento es mayor que el porcentaje de dudas, es posible que ningún ruego o promesa modifique la determinación tomada.
A partir de allí, se abrirá un abismo cuya profundidad dependerá, más que de la ruptura en sí, de la actitud de cada uno.
Seamos amigos
No es que a todas las mujeres se les ocurra conservar la parte tierna de la relación, pero sin dudas la mujer es propensa a evitar el corte abrupto. Es como si ese vínculo amistoso fuera la red capaz de amortiguar el golpe de la ruptura, mientras que para ellos, eso no es más que reabrir constantemente las heridas. O alimentar las ilusiones de algo que juzgan asunto cerrado.
Pero además hay otra razón para quererlos como amigos: lo que nos atrajo de ellos como persona no desaparece sólo porque decidimos terminar, porque no funcionamos como pareja.
El problema es que esta pérdida no resulta recíproca. Por eso, cuando la mujer propone amistad, el hombre dispone, generalmente mandarla a plantar rábanos.
"Me pides que sigamos siendo amigos, amigos para que..." ♫ como dice la canción de Gianluca Grignani.
No obstante , hay hombres que, en plan de reconquista, aceptan los encuentros post ruptura como una encubierta oportunidad de recomenzar. Como también se da el caso de mujeres que acceden a esporádicos encuentros con quien fue su pareja, con el fin de reestablecer lo que fue.
Estos acercamientos bajo otras reglas, sirven para postergar el duelo, conjurar la soledad y diferir el reacomodamiento de tiempos y espacios que requiere la nueva situación. Aunque quizás algunas veces sea necesario saber que se ha hecho todo lo que se pudo para posibilitar el cierre de la historia.
Enemigos
Cuando la traición deja huellas en el corazón y cuanto mas grande es la afrenta, mas resuelto e irreversible es el fin, mientras que cortar pacíficamente deja mas dudas que certezas.
¿Habré hecho bien? ¿No hubiera sido mejor darnos otra oportunidad? Aunque se trate de la enésima vez que lo intentáramos. Si lo que provoca esa cordialidad no es la apatía, es posible que estas parejas se unan y se separen infinitamente.
Antes de la desolación
Tal como lo muestra Chayanne en su canción "he intentado todo para convencerte... Mientras el mundo se derrumba todo aquí a mis pies... Me vuelvo a preguntar si sobreviviré..."♫ Hay infinidad de canciones como estas que hablan de la ruptura sentimental y de nuestros escasos recursos emocionales para enfrentarla. Estas canciones, lejos de ser antojadizas, dan cuenta de una serie de pensamientos oscuros muy habituales en estas circunstancias. Tan oscuros que quien los hilvana podría concluir: "no podré sobrevivir a esto". Y convengamos que esta actitud derrotista no es precisamente el tronco que lo mantendrá a flote en una situación como ésta. Por eso es conveniente filtrar los pensamientos desesperanzadores antes de llegar al límite de la desolación. Y no vendría mal hacer otro tanto con los que favorezcan los sentimientos de rencor, de odio y de venganza.
Fuente: Lic. Nancy Martin