Jueves reflexivo:paseo nocturno
Hola a todos y bienvenidos un día más. ¿Cómo va todo? Por aquí bien, ese festivo a media semana ha sido genial, la verdad.
Hoy vengo con el post improvisado, y se me ha ocurrido compartir un paseo nocturno. De vez en cuando comparto paseos y me gusta, porque, cuando pasa el timepo, puedo releer las entradas y volver a vivir esos momentos, y ahora, sin más rollo, empezamos.
Hace más o menos un año compartí un paseo nocturno que os dejé aquí. Mis paseos nocturnos son paseos con mi marido y compañía perruna. No los damos siempre porque a menudo pasamos la tarde en la finca y volvemos a casa después de cenar, así que el paseo para que mi perrita vaya al baño es por los alrededores, en plan tranquilo, sin contaminación lumínica, contando estrellas e incluso luciérnagas.
Pero otras veces cenamos en casa y toca bajar. El que os comparto fue hace unos días, espero recordarlo bien.
Salimos de casa alrededor de las diez. La temperatura era estupenda, unos 20º, y la luna brillaba intensamente, rodeada de nubes que le daban un aire algo siniestro.
Salimos del portal y tuvimos claro que no iríamos por el centro, preferimos tranquilidad. Al principo pasamos por calles algo bulliciosas, pero en cuanto pudimos nos adentramos en callejuelas tranquilas.
No sé en vuestras ciudades pero en la mía hay un día a la semana en el que puedes sacar los muebles viejos a la calle y los recoge personal del ayuntamiento. Pues el día del paseo era justamente ese. Unas calles más arriba de la mía pasamos delante de un portal que tenía un dormitorio completo y unos muebles de baño. Seguramente estaban de reforma y aprovecharon para deshacerse de los muebles viejos.
Seguimos caminando y pasamos por un parque que tienen un prado grande que le encanta a mi perrita, así que estuvimos allí un ratito. Esa noche los murciélagos tenían ganas de juerga y volaban muy cerca, podíamos verles la cara, esa carita tan adorable.
Un rato después retomamos el paseo y fuimos hacia una calle muy tranquila, con algunas casas abandonadas. Los gatitos nos observaban escondidos entre mattorrales y piedras de las casas, y de vez en cuando miraban hacia arriba, quizás intentando cazar algún murciélago.
Seguimos caminando y el olor era estupendo, olía a flores, a don Diegos, a jazmín y a verano, aunque estamos ya en octubre.
Después pasamos por una zona que tiene unas explanadas grandes con algunos refugios para gatos, y estuvimos un ratito mirando.
Pasamos entonces por algunos parques pequeñitos, que son mis favoritos, como los de la película Notting Hill, y nos fuimos acercando a zonas más céntricas.
La temperatura era tan buena que había bastante gente en las terracitas, tomando algo antes de volver a casa.
Cuando nos metimos por callejuelas algo más céntricas volvimos a ver muebles en la calle. Pudimos ver otra habitación completa, que parecía muy antigua. Junto a la cama estaba el colchón, de pie, y al lado una bolsa con almohadas y algo que parecía ropa de cama. Al lado había un sofá, también antiguo. Al verlo deseé estar cerca de casa y quedármelo, como vi en algunas pelis. Bueno, la verdad, sé que no me habría atrevido a quedármelo, pero era muy chulo, así vintage. Y al lado de todo esto vimos varias cajas con cosas. En una había trofeos, bastantes, y no pudimos evitar echar un vistazo. Eran premios de carreras ciclistas, en especial de montaña. Y me dio pena. No sé la razón por la que estaban tirados en la calle, ni siquiera sé seguro que perteneciesen a los dueños de los muebles, pero parece que sí. Y mi mente, que no para, empezó a imaginar que pertenecían a alguien que había muerto. Los herederos quieren vender o alquilar la casa y la vacían, cosa lógica al ver los muebles. Pero con esos muebles tiran también objetos personales. Y no puedo evitarlo, me dio pena.
Seguimos caminando y vimos más muebles, ese día la gente estaba inspirada, Y de nuevo era una habitación. Parecía bastante infantil y me imaginé que pertenecía a algún niño que iba creciendo y ya quería una habitación de adolescente, como todos hemos querido, al menos yo, que tenía una preciosa habitación infantil pero a cierta edad quise una de mayor. Esta vez no había enseres personales.
Al ver las aceras llenas de muebles buscamos calles algo más apartadas. Y entonces, junto a un contenedor vimos una caja llena de figuritas, y justo encima había una cartera. Y va mi marido y la toca. Había documentaciòn pero no dinero, y estábamos a punto de cogerla para llevarla a objetos perdidos cuando vimos al sereno y lo avisamos. Pensamos que es una cartera robada, al ver la falta de dinero, pero así al menos el propietario recupera la documentación. Cuando se fue el sereno reñí a mi marido, ahora estaban ahí sus huellas y podría ser un sospechoso. Él me toma por exagerada.
Ya nos íbamos a casa cuando vimos algo más inverosímil. Un coche, con apariencia totalmente normal, pero en el lugar del conductor, en vez de asiento de coche llevaba una silla. Le hice una foto porque fue el remate a un paseo lleno de cosas raras.
Era un tanto surrealista
Después de esto decidimos volver a casa, elegimos una calle que olía a flores, muy tranquila, y fuimos caminando hasta llegar a nuestra zona. Entonces volvió el bullicio, y nos cruzamos con más muebles, en este caso bastante anodinos, más gente y otro sereno. Cerca de casa vemos a un grupo de señoras que se reunen delante de un portal con sus perritos. Ellas charlan animadas y los perritos ladran. Las vemos siempre y parecen felices.
Y dejando atrás a la variopinta pandilla y contemplando la luna llena tan imponente que nos había acompañado subimos a casa. Al día siguiente tocaba madrugar, pero el paseo vivificante nos ayudaría a dormir.
Y hasta aquí el paseo y el post. Mil gracias por leerme y nos vemos el lunes con algo nuevo.
Muy feliz finde a todos.
Al ver que las aceras estaban llenas de muebles cambiamos un poco la ruta.