Nuestras reacciones, personalidad, aprendizaje, recuerdos…, es decir, nuestra forma de ser, depende del sistema límbico. Este sistema trabaja conjuntamente con la corteza cerebral, transmitiéndonos señales. Es importante reconocer dichas señales cuando empiecen a manifestarse:
Al recibir y percibir cambios a nuestro alrededor, experimentamos miedo, por ejemplo. Entonces valoramos la situación y la interpretamos, eso da lugar a la reacción afectiva.
Nuestra emoción será un reflejo de nuestras interpretaciones: más o menos intensa, más o menos adaptativa…
_
Es importante, por ello, saber canalizar nuestras emociones. Armonizar corazón y razón mediante la coherencia, se convierte en una parte esencial para el control de las mismas, ya que cuando el cerebro emocional se desajusta, el corazón sufre y acaba por agotarse.
El sistema que regula las reacciones de lucha e huída es el llamado simpático, libera adrenalina y noradrenalina.
El sistema parasimpático, libera un neurotransmisor diferente que acompaña a los estados de relajación y calma. Su actividad disminuye la velocidad cardíaca. Estos dos sistemas: freno y acelerador son los que deben mantenerse en equilibrio.
Los ataques súbitos de taquicardia, o los que acompañan a los ataques de ansiedad, son síntomas de una situación anormal en la que el corazón ha dejado de estar sometido al efecto regulador del freno parasimpático.
Darnos cuenta desde la razón de que escuchar nuestro interior y estar atentos a nuestros instintos es importante, se convertirá en el primer paso hacia el logro del equilibrio.
Las personas que viven en equilibrio, son capaces de emocionarse ante una puesta de sol, valoran el silencio, reflexionan, se paran a escuchar el canto de un pájaro…Avanzan por la vida y son felices.
Lo que nos emociona y nuestra manera de comportarnos ante una situación queda registrado en la memoria con marcas de castigo o recompensa que catalogan la experiencia. En la parte racional de nuestro cerebro, almacenamos la circunstancia, el lugar, el tiempo…Lo experimentado en el cuerpo se guarda en la parte emocional, de manera que el estímulo que lo ocasionó puede activar esa zona de la memoria en cuanto vuelva a aparecer dicho estímulo._
Revivimos las sensaciones que experimentamos, de modo que, los sentimientos que aprendemos, podemos hacerlos nuestros o rechazarlos.
El cerebro ve lo que las emociones le muestran, por tanto, una misma situación puede suponer un éxito para persona y un fracaso para otra.
El partir de una visión optimista es la característica principal de todo logro. Los optimistas rinden entre el 65% y el 100% más que el resto. Practicar el optimismo nos ayudará a desarrollar nuestra inteligencia emocional.
Nuestro cuerpo no es una máquina, escuchar sus demandas es importante, cuando el cansancio te puede y te tomas un café tras otro, te duelen las cervicales, la espalda, la falta de descanso se traduce en estrés, malhumor, pesimismo. Escuchar las señales tanto físicas como emocionales y pensar en darles la mejor de las respuestas, es una buena práctica.