La acción de la lluvia y el modelado kárstico han ido tallando la roca a lo largo de los años (miles), dando lugar al paisaje que hoy en día podemos contemplar. Este tipo de modelado natural es característico de zonas con rocas carbonatadas y consiste en un proceso mediante el cual el agua procedente del exterior (con ácido carbónico incorporado) se infiltra en el macizo calcáreo y va erosionando la roca lentamente. Existen dos tipos de modelado kárstico: exokárstico y endokárstico, siendo el Cañón del río Lobos perteneciente al primero, que se caracteriza porque la erosión de la roca es más acusada en la base del macizo que en las paredes.
Relax natural
De la zona que marca el final de la circulación rodada en el parque, sale un caminito que nos conduce hasta la ermita de San Bartolomé de Ucero. Después de cruzar el pinar, el camino sigue el curso del río lo que nos permite disfrutar de la vegetación acuática. El aroma a menta de agua nos acompañará durante todo el recorrido y la visión, siempre refrescante, de los nenúfares en el agua nos ayudará a entrar en sintonía con un ambiente de absoluta relajación y tranquilidad. Los álamos, enebros y sabinas serán la antesala que nos conducirá a los pies de la ermita.Un poco de historia
San Bartolomé de Ucero fue un importantísimo enclave templario cuya construcción se sitúa en los albores del siglo XIII. Enclavada en el centro de un circo kárstico, la ermita está erigida siguiendo la proporción áurea o, lo que es lo mismo, en base al número de oro y está dedicada a la Virgen de la Salud en su advocación principal. Según Ángel Almazán afirma en su artículo 'Templarios en el Cañón del río Lobos', el templo formaba parte de los Mil Caminos de Santiago, tal y como indica el crismón que aparece en el ábside.Sobre los templarios hay mucho que decir y, aunque no es el tema que nos ocupa, me remito al artículo 'Los Templarios y el Camino de Santiago' del escritor José Carlos Fernández, para resumir en pocas palabras la esencia de la mística templaria; dice el autor: «(...) Nadie duda ya de la importancia de la misión asignada a los templarios en este proceso de reconstrucción del viejo Imperio Romano, con una renovada savia mística surgida del Oriente.
Valientes, impecables, misteriosos, plenos de ígnea pureza, con el triple hábito de castidad, pobreza y obediencia, se convierten en custodios de los caminos sagrados, en defensores a ultranza de aquello que haga crecer al hombre y comprender y vivir la unidad de esfuerzos humanos; propagadores fieles, comprometidos y responsables de una nueva fe que hace estallar en el corazón de sus adeptos los principios de una Caballería celeste, bajo el humilde hábito de la túnica de blanca pureza y la cruz roja de regeneración universal. Forman a las gentes sencillas en profesiones artesanales, los cobijan bajo su ordenada, férrea y generosa administración y los llevan de nuevo, en armonía con sus creencias, a las prácticas de una religión más natural, en un folclore de indudables raíces paganas (...)».
Me parece justo terminar este artículo haciendo una llamada de atención sobre la importancia de mantener limpios y cuidados todos los entornos naturales que aún conservamos. La masiva afluencia de gente y sobre todo, la falta de civismo y de conciencia sobre el lugar que se está visitando amenazan seriamente la pervivencia de estos lugares.
Por ello no está de más recordar que, en un entorno natural lo correcto es integrarse con la Naturaleza y respetarla, cuidando de no interferir en su desarrollo, de no dañar plantas ni árboles y respetando a los animales que en ella viven. No dejar basuras, ni hacer pintadas, ni llenar el aire con las notas estridentes de un equipo musical. En la Naturaleza, la mejor música es la que producen los elementos naturales: el viento entre las hojas de los árboles, el canto del agua de un arroyo o el de los pájaros en su revolotear. No permitamos que enclaves como el Cañón del Río Lobos se pierdan por nuestra falta de civismo. Seamos consecuentes.