Un paseo junto al tren de las llanuras: la Vía Verde de Tierra de Campos
© Texto y fotografías: JAVIER PRIETO GALLEGO
El topónimo de la localidad no deja lugar a inventar leyendas: Cuenca de Campos está en un hoyo -una cuenca- en mitad de las llanuras más llanas y cerealistas de Castilla. Así que quien se lo puso no se quedó calvo. El motivo de colocar el pueblo ahí no está claro teniendo tanto campo libre alrededor. Puede que fuera porque en las vaguadas los vientos del páramo son menos vientos y quienes viven en ellas se ven menos expuestos al resfriado, pero lo cierto es que esa condición orográfica supuso para la población un quebradero de cabeza, dada la afición del agua a correr siempre que puede cuesta abajo y quedar estancada en los hoyos. Así, en Cuenca de Campos los tormentones y los chusbascos pertinaces siempre fueron un problemón que, si venían mal dadas, podía acabar en tragedia. De hecho, queda memoria de avenidas increíbles que se llevaban por delante casas y, en ocasiones extremas, hasta vidas.
Puestos a buscar remedios a esos desmanes del agua, los de Cuenca dieron, fundamentalmente, en dos. Por un lado, poniéndose manos a la obra para trazar un canal que domesticara los cauces y los hiciera pasar de largo. Fue en 1798, más o menos cuando el Canal de Castilla empezaba a ser algo más que un proyecto de locos y se soñaba con hacer del agua un elemento de progreso y dejara de ser un enemigo imbatible. Por eso al conjunto de terraplenes, puentes y canalizaciones que se hizo entonces se le llama en Cuenca de Campos el Canal de las Lluvias o, también, La Ría. La otra solución puesta en marcha mucho antes es la de los conjuros. O sea, encomendarse a Santa Bárbara para apaciguar las trombas y los truenos, rezando en comandita para que los tormentones pasen de largo y les caigan a los de otro pueblo. O, si puede ser, que se disuelvan en el camino. Y esto no sólo por las inundaciones, sobre todo porque un tormentón a destiempo se lleva por delante las cosechas, con lo que eso supone de hambre y pobreza. Así, hay constancia en Cuenca de un rito para conjurar tormentas que data del siglo XVI. Este tenía su episodio central en lo más alto del pueblo, en el Conjuradero, lugar ubicado en la ermita de Santa Barbara. De aquella ermita queda la torre, que sigue siendo el mejor balcón para asomarse al casco urbano y a los cuatro vientos de la Tierra de Campos que, desde allí, parece tan ancha como un océano. En el 2009 volvió a realizarse el conjuro, del que no había referencias escritas desde 1886.
No es lo único a lo que asomarse desde la torre. Desde hace unos años se invita también a observar desde allí a una colonia de cernicalos primilla que ha hecho su casa entre los huecos de las tejas de un convento cercano. Esta especie está en peligro de extinción y, por tanto, poder contemplar sus trajines, también. La suerte de estos cernícalos es la desgracia del convento en el que anidan cada primavera. Sus desconchones, que son refugio para las rapaces, vienen del abandono y desgüace en el que fue cayendo el convento de San Bernardino de Siena, edificio ahora en manos privadas que fuera fundación, en el siglo XV, del Condestable de Castilla, de quien Cuenca era señorío.
Pero en Cuenca hay mucho que ver y hacer todavía. Su iglesia de los Santos Justo y Pastor luce los artesonados mudéjares de mediados del siglo XVI más hermosos de la provincia. También es de mérito el retablo barroco. Como lo es la extraordinaria colección de piezas que exhibe el Museo de Arte de Sacro habilitado en su interior. El otro templo en pie, Santa María, es un recinto privado dedicado a la cultura. La arquitectura popular tiene su mejor rincón en los soportales de la plaza Mayor.
Vía Verde de Tierra de Campos
Y, para los andarines, el mejor remate puede ser llegarse hasta Villalón de Campos siguiendo el trazado del viejo “Tren Burra”, que por aquí tendía uno de sus brazos hasta que llegó su desmantelación en la segunda mitad del siglo XX. Los Ferrocarriles Secundarios de Castilla sirvieron para enlazar a finales del siglo XIX Valladolid y Medina de Rioseco. Desde esta partían dos ramales: uno hacia Palanquinos, en la provincia de León, y el otro hacia Villalón –el que puede recorrerse ahora- donde, de nuevo, volvía a dividirse en dos: uno seguía hasta Villada y el otro moría en Palencia. El inicio del paseo, que tiene 5 km de ida, fácil, sin pérdida posible y sin desniveles, hay que buscarlo en el arranque de la carretera VA-905, que también va hacia Villalón. A la ida o la vuelta la pradera, bancos y fuente de la ermita de San Bernardino de Siena, que guarda en su interior una curiosa colección de exvotos de la que sobresale la imagen a caballo que un Guardia Civil se hizo en 1853, da pie, al menos, a un rápido refrigerio.EN MARCHA. A Cuenca de Campos puede llegarse por la VA-905 desde Medina de Rioseco o desde Palencia por la N-610 tomando esa misma carretera en Villalón de Campos.
EL PASEO. El viejo trazado por el que corrieron las vías del conocido como “Tren Burra” han sido acondicionadas para realizar a pie o en bicicleta a lo largo de los 5 km que median entre Cuenca de Campos y Villalón de Campos. Tel. Ayuntamiento de Cuenca de Campos: Tel. 983 74 00 11.
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