La Vía Verde del Esla, ecos del ferrocarril entre Castrofuerte y Valencia de Don Juan (León)


Chocolateras entre los trigales

© Texto y fotografías: JAVIER PRIETO GALLEGO

Hubo un tiempo, no tan lejano aunque lo parezca, en el que Medina de Rioseco ejerció de ajetreado nudo de comunicaciones ferroviarias. Y tuvo hasta dos estaciones de tren para dar entrada y salida a los viajeros y mercancías que pululaban por las llanuras de la meseta castellana. Entre 1913 y 1969 la Ciudad de los Almirantes era el lugar en el que confluían los tres ramales de ferrocarril de vía estrecha que la comunicaban con Valladolid, Palanquinos y Villalón de Campos. Desde esta última localidad otros dos ramales prolongaban el viaje hasta Palencia y Villada.

Máquina del Tren Burra entre Valladolid y Rioseco. Plaza de San Bartolomé. Valladolid. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
Máquina del Tren Burra entre Valladolid y Rioseco. Plaza de San Bartolomé. Valladolid. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego

El ir y venir de las locomotoras significó en su momento una rabiosa modernidad que, a buen seguro, podría compararse hoy con el ansia que todas las capitales de provincia manifiestan porque el AVE tenga parada en ellas. En una época, sobre todo durante la primera mitad del siglo XX, en el que las carreteras eran pocas y malas, y la posibilidad de coche propio casi un sueño, el tren se convertía en la única forma de "salir del pueblo", de viajar a la capital o partir hacia otros destinos donde hacer la mili o buscar trabajo. Por supuesto, la palabra turismo no estaba ni en el diccionario. Aunque sí se estilaba algo más coger el tren en Medina, bajar a Valladolid a los toros y regresar a casa pasada la fiesta. Si bien, la función esencial que cumplieron esas vías durante décadas fue la de sacar del corazón de la meseta una producción cerealista que, de otra manera, tenía una gran dificultad para viajar más allá de unos pocos kilómetros. El silbido de aquellos trenes fue, mientras duró, el de una prosperidad anhelada durante siglos.

El primero de aquellos ramales había nacido a finales del XIX, cuando se empieza a fraguar la necesidad de unir por tren la capital vallisoletana con Medina de Rioseco. Es así como la Compañía del Ferrocarril Económico de Valladolid a Medina de Rioseco inicia una andadura que tiene en la subida de Zaratán al páramo sus rampas más fuertes. La conexión entre ambas poblaciones permitía que la producción de las fábricas harineras y fundiciones fluyera en los dos sentidos.

Sombra de un cicilista que recorre la Vía Verde del Esla, entre Castrofuerte y Valencia de Don Juan. León. Castilla y León. España © Javier Prieto Gallego;
Sombra de un cicilista que recorre la Vía Verde del Esla, entre Castrofuerte y Valencia de Don Juan. León. Castilla y León. España © Javier Prieto Gallego

Otra compañía diferente, los Ferrocarriles Secundarios de Castilla, inició, cambiado el siglo, la conexión de Medina de Rioseco con Villalón de Campos, desde donde posteriormente se trazaron los ramales que permitían alcanzar Palencia y Villada. El 17 de abril de 1915 tuvo lugar la inauguración del ramal que finalizaba en Palanquinos, muy cerca de la capital leonesa. Y algunos años después, en 1935, se producía la fusión de ambas compañías en una sola, que acabó siendo conocida como la de los Ferrocarriles Secundarios de Castilla, pero a la que todo el mundo se refería como la del Tren Burra, apelativo jocoso con el que se resaltaba la lentitud de las máquinas de vapor ?conocidas como "chocolateras"- al encarar los escasos desniveles de la línea, y en especial los de la subida al páramo de Villanubla. Tanto que hasta hoy se repite con insistencia el recuerdo de los viajeros subiendo y bajando del tren en marcha para entretener el viaje. Se tejió así una pequeña red de comunicaciones por la que, durante unas décadas, viajaron mercancías y personas revitalizando los sueños y esperanzas de las llanuras terracampinas.

El final de aquella aventura ferroviaria llegó con el desmantelamiento total de la línea en 1969. La modernidad, en forma de una mejora espectacular en los medios de transporte por carretera dio la puñalada certera a estos ferrocarriles de vía estrecha, de la misma forma que, unas décadas antes, el ferrocarril había acabado con la rentabilidad del Canal de Castilla como medio de transporte.

Una viejas vían rinden homenaje al tren que unía Valladolid y Medina de Rioseco en la subida al páramo de Villanubla, cerca de Zaratán. Valladolid. Castilla y León. España © Javier Prieto Galleg
Homenaje al tren que unía Valladolid y Medina de Rioseco en la subida al páramo de Villanubla, cerca de Zaratán. Valladolid. Castilla y León. España © Javier Prieto Gallego

Las cicatrices de aquellos años de esplendor ferroviario quedaron dibujadas en el paisaje de la llanura como una larga línea salpicada, de tramo en tramo, por las instalaciones que se requerían para su funcionamiento: apeaderos, almacenes, guardabarreras, estaciones? que, pasados unos años, comenzaron a desmoronarse como castillos de arena. Y tanto que hoy en día algunas de aquellas construcciones apenas pueden reconocerse sobre el terreno. Otras despuntan sobre el horizonte como el decorado de una película que estuviera a punto de venirse al suelo.

La Vía Verde del Esla

Pero quien busque vivos recuerdos de aquellos trenes tiene todavía varios lugares donde apearse. Uno de ellos es en el trazado de los 11 kilómetros recuperados como Vía Verde entre las localidades leonesas de Castrofuerte y Valencia de Don Juan. Esta propuesta, una de las pioneras del programa que desde el año 1993 viene recuperando antiguos trazados ferroviarios para su uso en actividades de aire libre, permite recorrer, en bicicleta o a pie, parte de los últimos kilómetros del ramal que finalizaba en Palanquinos.

Vía Verde del Esla, entre Castrofuerte y Valencia de Don Juan. León. Castilla y León. España © Javier Prieto Gallego;
Vía Verde del Esla, entre Castrofuerte y Valencia de Don Juan. León. Castilla y León. España © Javier Prieto Gallego;

Su arranque, en Castrofuerte, es un elocuente canto a la melancolía, el sabor que emana de las cuatro paredes de ladrillo rojo, incandescentes al atardecer, que quedan de su antigua estación y el viejo almacén adyacente. De ahí hasta Valencia de Don Juan los 11 kilómetros que median discurren con el entretenimiento de pasear o pedalear por tramos de densa arboleda, en ocasiones un auténtico túnel vegetal, con vistas en algún punto al cercano curso del Esla, que corre paralelo, y la posibilidad de descansar en los bancos de madera sembrados de trecho en trecho. La llegada a Valencia de Don Juan, cuyos edificios ferroviarios han tenido la suerte de la rehabilitación, no tiene porque ser el final del paseo. Aunque ya sin acondicionar como tal es posible seguir hasta Palanquinos el trazado del ferrocarril siguiendo las pistas agrícolas que han venido a ocupar el lugar de la antigua caja por la que discurrían las vías. Y con alicientes tan llamativos como el de pasar ?al igual que antaño hacía el tren- muy cerca de las antiguas viviendas rupestres de Fresno de la Vega.

En Zaratán

Otro lugar de amplio eco en la memoria de quienes viajaron en aquellos trenes entre Valladolid y Medina es la rampa que el Tren Burra debía salvar para alcanzar, desde las vegas del Pisuerga, las llanuras del páramo. Conocida como El Reventón, ha sido acondicionada recientemente para su uso peatonal o ciclista. Son apenas tres kilómetros que saben a poco y con mucha gravilla sin compactar ?lo que dificulta la subida en bici- pero valen la pena en cuanto sirven para mantener vivo el recuerdo de aquellos resoplidos chocolateros. Los que exhalaban las máquinas de aquellas líneas que pueden verse y tocarse en la plaza de San Bartolomé, en Valladolid, donde estuvo situada una de sus dos estaciones en la ciudad, y en los jardines frente a la estación de autobuses de Medina de Rioseco.

La subida del Tren Burra desde Zaratán al páramo era el mayor desnivel que debía salvar el tren en todo el recorrido. Valladolid. Castilla y León. España © Javier Prieto Gallego;
La subida del Tren Burra desde Zaratán al páramo era el mayor desnivel que debía salvar el tren en todo el recorrido. Valladolid. Castilla y León. España © Javier Prieto Gallego;

EN MARCHA. A Valencia de Don Juan puede llegarse tomando el correspondiente desvío de la autovía A-66, a la altura de Villamañán, o por la CL-621 desde Mayorga.
EL PASEO. A pie o en bicicleta puede plantearse en dos tramos. El más largo recorre la Vía Verde del Esla entre la localidad de Castrofuerte y Valencia de Don Juan. Son 11 kilómetros sin desniveles que discurren por el tramo acondicionado como tal. Desde Valencia puede prolongarse el paseo otros 20 kilómetros más hasta Palanquinos por pistas de tierra sin acondicionar como Vía Verde pero fáciles de realizar ya discurren paralelos a la carretera LE-510. Otro tramo de este ferrocarril recientemente abierto es el que sube desde Zaratán al páramo. Son 3 kilómetros sobre firme de gravilla poco compactado. El arranque de este tramo hay que buscarlo en la parte más alta del pueblo. Otro tramo acondicionado como Vía Verde sobre el antiguo trazado de este ferrocarril es el que discurre entre Cuenca de Campos y Villalón.
INFORMACIÓN. Web: www.viasverdes.com
MÁS FOTOGRAFÍAS EN: www.javierprietogallego.com

Mapa de situación

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