Para mí, Madrid siempre fue una ciudad ajena, un lugar por descubrir. En ella me sentía como un visitante más. Nunca fue mi ciudad. Yo era de Getafe. Siempre la visité como un explorador, tratando de encontrar algo nuevo que me sorprendiera: desde Sol, la Plaza Mayor y el Palacio Real cuando era niño hasta Madrid Rio, el Matadero y las torres de la Castellana de adulto. Pero hace tiempo que eso no sucede. Ni me sorprende nada ni logro identificar la ciudad con ningún edificio. A veces lo pienso: si tuviera que hacer un cartel promocional de Madrid, ¿qué edificio elegiría? El Pirulí estuvo bien en su momento, pero estamos en otra era. Para una ciudad sin ningún emblema arquitectónico clásico —pienso en la Torre Eiffel, el Big Ben, el Coliseo, el Cristo Redentor o la Sagrada Familia, por ejemplo—, erigir uno moderno resulta más que necesario. El cartel lo pide a gritos.
Miro a otras ciudades y admiro su osadía por lanzarse al futuro, explorar nuevos caminos y crear su propia identidad. Porque las ciudades son una marca, y como tal deberían orientarse. Y, si no, mira:
Valencia: Ciudad de las Artes y las Ciencias.
Sevilla: Torre Pelli, Parasol.
Bilbao: Guggenheim y todo lo que se construye en la Ría.
Zaragoza: Parque del Agua, Pabellón Puente, Palacio de Congresos.
Barcelona: Torre Agbar y alrededores.
Santander: Centro Botín.
La Rioja: Bodegas Ysios.
Álava: Marqués de Riscal.
Avilés: Centro Niemeyer.
León: MUSAC.
Tenerife: Auditorio Adán Martín.
Logroño: Estación de autobuses.
Cordóba: Museo Medina Asahara.
Cartagena: ARQUA (Museo de Arqueología de Cartagena.
Por no hablar de las grandes ciudades europeas:
Londres: London Eye o cualquier edificio de la City: Lloyds, Gherkin, etc., el London City Hall, The Shard.
París: La Pirámide del Louvre, pero también la Filarmónica de París, el Arco de la Defense, Pompidou, el Instituto del Mundo Árabe, la Fundación Louis Vuitton.
Berlín: El Reichstag y varios más.
Y así podría seguir hasta el infinito. Porque a mí, como viajero y amante de la arquitectura, me atrae admirar estas creaciones. Mi subconsciente las tiene en cuenta a la hora de elegir un destino. Sin embargo, en Madrid, con todo tan visto, me apetece mezclarme con su gente y no salir de los bares. Aunque, bien mirado…