El único problema es que, ese día, la mañana estaba decidida a ?meterse en agua?. Según nos acercábamos a Zadar, el cielo cada vez estaba más negro. Y, cuando llegamos, nos encaminamos, en primer lugar, a la orilla del mar? que también presentaba un aspecto bastante amenazador, como podéis ver. Pero nos dirigimos hacia el "órgano marino". Se trata de una construcción, formada por varios tubos que están debajo del agua, con una cueva que hace de caja de resonancia, y en los que el empuje de las olas produce una serie de sonidos, siempre diferentes (a mí me recordaba al canto de las ballenas). En el muelle, hay unas gradas de mármol, en las que la gente se sienta a escuchar la "voz" del mar, y a contemplar la puesta de sol (cuando hay sol, claro). Y, por la noche, en el suelo se encienden unos paneles luminosos multicolores. En nuestro caso, ni era la hora de la puesta de sol, ni estaba la cosa como para sentarse a escuchar mucho rato al mar ni a nadie, porque el cielo se oscurecía por momentos, así que nos marchamos a visitar el casco antiguo de la ciudad. Aquí tenéis una imagen de la catedral de Zadar, de estilo románico italiano... Y aquí, una panorámica desde la otra fachada. Y el interior. Después, visitamos la iglesia de San Donato, bizantina, del siglo IX... A todo esto, las nubes ya habían descargado parte de su contenido, pero había parado de llover, y nos pusimos a callejear un poco por la ciudad (donde, por supuesto, en las calles más comerciales, uno se encuentra con tiendas tan "exóticas" como Zara, Mango y Women"s Secret, ¡esto de la globalización es lo que tiene, jajaja!. Y, entonces, cometí un error imperdonable. Dije: "Bah, como ya no va a llover, me quito el chubasquero y lo guardo". ¡En qué hora, Señor...!. Ni tiempo me dio a volver a sacarlo de la mochila. Se abrieron, literalmente, las compuertas del cielo, y todo el mundo corrió a refugiarse donde pudo: tiendas, toldos, soportales, bares... Llovía como en los días de "gota fría" en el Levante español: al fin y al cabo, estábamos también en el Mediterráneo, aunque "al otro lado". Aquí os dejo constancia de mi estado lamentable tras el diluvio, para que no digáis que sólo pongo fotos donde salgo bien, jajaja Así que, en vista del panorama, dimos por concluida nuestra visita a Zadar, y nos fuimos a comer (y, algunos, a beber "marrasquino", un licor de cerezas típico de la ciudad, muy bueno pero que "pega" fuerte). Yo no compré licor, porque, desde una "inolvidable" experiencia en la que me rompieron una botella de vino blanco, y tuve que pasearme por el aeropuerto de Sevilla, en pleno mes de julio, oliendo a vinazo, mientras la gente se apartaba de mí pensando que era una alcohólica, jamás he vuelto a comprar nada de ese tipo en un viaje, jajaja. Y seguimos camino, y salió el sol, afortunadamente. Aquí podéis ver, de lejos, la ciudad de Sibenik. Eso que se ve en el mar son criaderos de ostras y mejillones. Continuamos nuestro viaje, y, por hoy, nuestra última parada será en Trogir. Ciudad de la que no había oído hablar en mi vida... y que nos encantó. Está construida sobre una islita, hoy unida a tierra por dos puentes, y ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad. (Ésta es la entrada, con una vista de la parte más moderna de la ciudad) Trogir es una ciudad medieval, estupendamente conservada, que, durante muchos siglos, funcionó como "ciudad-estado libre", aunque en ocasiones dependió de Venecia y en otras del imperio austrohúngaro. Como veis, está amurallada, y por esa puerta se entra al casco histórico. (Desde luego, los de la UNESCO se lucieron con su logotipo, jajaja: parece una iluminación navideña cutre). Toda la ciudad es una maravilla, y lo mejor, para disfrutarla, es ir callejeando por sus calles y plazas, llenas de un especial encanto. No es muy grande, así que podemos pasearla con tranquilidad y sin muchas prisas. Ésta es la plaza principal del pueblo, con la iglesia de San Sebastián y su Torre del Reloj, y algunos palacios de estilo veneciano. Este es el pórtico de la Catedral de San Lorenzo, con sus dos leones a los lados... y, sobre los leones, Adán y Eva. Aquí podéis ver el castillo (y a mí, claro). Las terracitas y los bares, que no falten, jejeje (al fin y al cabo, es un país mediterráneo, y a los mediterráneos nos gusta la calle). Otra panorámica de la torre del castillo, con su bandera de Croacia... y esta vez sin "figuras" delante, jajaja. La costa de Dalmacia es ideal para los amantes de la navegación. En todos los pueblecitos por los que se pasa, se pueden ver muchísimos barcos, desde los más modestos hasta algunos de mucha más categoría. Es una zona en la que el mar suele estar bastante tranquilo (salvo cuando sopla un viento terrible del norte, que no salen ni los ferrys), y, además, hay cientos de islas, así que se hace casi indispensable disponer de este medio de transporte. Ya veis que Trogir conserva casi intacto su carácter medieval... Y, bueno, después de un día de clima inestable y cambiante, con bastante agua... llegó un signo de esperanza, jejeje. Con este arco iris nos vamos a quedar por hoy. Continuará: faltan Split, Dubrovnik y Montenegro, así que hay todavía tela que cortar. Espero que os haya gustado esta segunda parte. Un beso, y gracias por vuestra paciencia si habéis llegado hasta aquí.
Croacia (2ª parte)
El único problema es que, ese día, la mañana estaba decidida a ?meterse en agua?. Según nos acercábamos a Zadar, el cielo cada vez estaba más negro. Y, cuando llegamos, nos encaminamos, en primer lugar, a la orilla del mar? que también presentaba un aspecto bastante amenazador, como podéis ver. Pero nos dirigimos hacia el "órgano marino". Se trata de una construcción, formada por varios tubos que están debajo del agua, con una cueva que hace de caja de resonancia, y en los que el empuje de las olas produce una serie de sonidos, siempre diferentes (a mí me recordaba al canto de las ballenas). En el muelle, hay unas gradas de mármol, en las que la gente se sienta a escuchar la "voz" del mar, y a contemplar la puesta de sol (cuando hay sol, claro). Y, por la noche, en el suelo se encienden unos paneles luminosos multicolores. En nuestro caso, ni era la hora de la puesta de sol, ni estaba la cosa como para sentarse a escuchar mucho rato al mar ni a nadie, porque el cielo se oscurecía por momentos, así que nos marchamos a visitar el casco antiguo de la ciudad. Aquí tenéis una imagen de la catedral de Zadar, de estilo románico italiano... Y aquí, una panorámica desde la otra fachada. Y el interior. Después, visitamos la iglesia de San Donato, bizantina, del siglo IX... A todo esto, las nubes ya habían descargado parte de su contenido, pero había parado de llover, y nos pusimos a callejear un poco por la ciudad (donde, por supuesto, en las calles más comerciales, uno se encuentra con tiendas tan "exóticas" como Zara, Mango y Women"s Secret, ¡esto de la globalización es lo que tiene, jajaja!. Y, entonces, cometí un error imperdonable. Dije: "Bah, como ya no va a llover, me quito el chubasquero y lo guardo". ¡En qué hora, Señor...!. Ni tiempo me dio a volver a sacarlo de la mochila. Se abrieron, literalmente, las compuertas del cielo, y todo el mundo corrió a refugiarse donde pudo: tiendas, toldos, soportales, bares... Llovía como en los días de "gota fría" en el Levante español: al fin y al cabo, estábamos también en el Mediterráneo, aunque "al otro lado". Aquí os dejo constancia de mi estado lamentable tras el diluvio, para que no digáis que sólo pongo fotos donde salgo bien, jajaja Así que, en vista del panorama, dimos por concluida nuestra visita a Zadar, y nos fuimos a comer (y, algunos, a beber "marrasquino", un licor de cerezas típico de la ciudad, muy bueno pero que "pega" fuerte). Yo no compré licor, porque, desde una "inolvidable" experiencia en la que me rompieron una botella de vino blanco, y tuve que pasearme por el aeropuerto de Sevilla, en pleno mes de julio, oliendo a vinazo, mientras la gente se apartaba de mí pensando que era una alcohólica, jamás he vuelto a comprar nada de ese tipo en un viaje, jajaja. Y seguimos camino, y salió el sol, afortunadamente. Aquí podéis ver, de lejos, la ciudad de Sibenik. Eso que se ve en el mar son criaderos de ostras y mejillones. Continuamos nuestro viaje, y, por hoy, nuestra última parada será en Trogir. Ciudad de la que no había oído hablar en mi vida... y que nos encantó. Está construida sobre una islita, hoy unida a tierra por dos puentes, y ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad. (Ésta es la entrada, con una vista de la parte más moderna de la ciudad) Trogir es una ciudad medieval, estupendamente conservada, que, durante muchos siglos, funcionó como "ciudad-estado libre", aunque en ocasiones dependió de Venecia y en otras del imperio austrohúngaro. Como veis, está amurallada, y por esa puerta se entra al casco histórico. (Desde luego, los de la UNESCO se lucieron con su logotipo, jajaja: parece una iluminación navideña cutre). Toda la ciudad es una maravilla, y lo mejor, para disfrutarla, es ir callejeando por sus calles y plazas, llenas de un especial encanto. No es muy grande, así que podemos pasearla con tranquilidad y sin muchas prisas. Ésta es la plaza principal del pueblo, con la iglesia de San Sebastián y su Torre del Reloj, y algunos palacios de estilo veneciano. Este es el pórtico de la Catedral de San Lorenzo, con sus dos leones a los lados... y, sobre los leones, Adán y Eva. Aquí podéis ver el castillo (y a mí, claro). Las terracitas y los bares, que no falten, jejeje (al fin y al cabo, es un país mediterráneo, y a los mediterráneos nos gusta la calle). Otra panorámica de la torre del castillo, con su bandera de Croacia... y esta vez sin "figuras" delante, jajaja. La costa de Dalmacia es ideal para los amantes de la navegación. En todos los pueblecitos por los que se pasa, se pueden ver muchísimos barcos, desde los más modestos hasta algunos de mucha más categoría. Es una zona en la que el mar suele estar bastante tranquilo (salvo cuando sopla un viento terrible del norte, que no salen ni los ferrys), y, además, hay cientos de islas, así que se hace casi indispensable disponer de este medio de transporte. Ya veis que Trogir conserva casi intacto su carácter medieval... Y, bueno, después de un día de clima inestable y cambiante, con bastante agua... llegó un signo de esperanza, jejeje. Con este arco iris nos vamos a quedar por hoy. Continuará: faltan Split, Dubrovnik y Montenegro, así que hay todavía tela que cortar. Espero que os haya gustado esta segunda parte. Un beso, y gracias por vuestra paciencia si habéis llegado hasta aquí.
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