Y por fin hemos llegado a Dubrovnik.
Creo que casi todos nosotros hemos visto esta ciudad en tropecientos mil reportajes, folletos y revistas. Y, cuando un lugar recibe tanta publicidad, se corre el riesgo de que, una vez que estás en él, te decepcione. Que, al verlo “en directo”, se piense “Bueno, pues no era para tanto”. A todos nos ha pasado alguna vez, igual que ocurre con los libros o películas muy publicitados... Y ésa era mi duda respecto de esta ciudad: ¿me llevaría una desilusión al conocerla?.
Pues no, en absoluto. Todo lo contrario.
Dubrovnik NO te decepciona: es una ciudad absolutamente espectacular, en la que parece haberse detenido el tiempo, y que, además, cuenta con un emplazamiento privilegiado, a orillas del Mediterráneo, que por estas tierras, quizá gracias a los fondos marinos de rocas calizas, es más azul que en muchos otros lugares.
Cosa que, por cierto, también creía que era, en parte exageración de los folletos turísticos, y en parte Photoshop, pero puedo dar fe de que es real: yo también vivo en el Mediterráneo, aunque "en la otra punta", y el azul del mar en las costas de Dalmacia es único.
Nosotros pasamos cuatro noches en esta ciudad, aunque uno de los días lo dedicamos a hacer una excursión a Montenegro (que ya contaré). Suelen ofrecer también la posibilidad de viajar a alguna de las múltiples islas cercanas, especialmente a Korčula, o a interesantes poblaciones cercanas como Ston o Cavtat (que no se pronuncia “Kavtat” como todos creíamos, sino “Tsavtat”, ¡qué difícil es, para los de habla hispana, acertar con la pronunciación croata, jajaja). Pero nosotros preferimos quedarnos un día más disfrutando de Dubrovnik. Sobre todo, porque el primer día tuvimos que huir hacia el hotel como alma que lleva el diablo: ya os comenté que nos quedaba otro día de lluvia en el viaje, ¡y qué lluvia!.
Por eso, en esta entrada os vais a encontrar con dos tipos de fotos: las del primer día, con un cielo negro y amenazador (y que “cumplió sus amenazas” con todas sus ganas); y las del segundo, con cielo azul y sol radiante.
El primer día, en efecto, la cuestión climatológica se iba complicando por momentos. Empezamos nuestro recorrido subiendo a un mirador, para ver la panorámica de la ciudad desde lo alto...
Entonces, todavía podíamos disfrutar de algún ratito soleado (esta es una de las muchas islas que pueblan la costa de Dubrovnik):
Aparentemente, el día iba a estar algo nublado, pero sin mayores complicaciones. Ya, ya...
Bajamos a la ciudad, atravesamos las puertas de la muralla...
... y nos encontramos con este caballero, que, aparentemente, está siempre en torno a esta fuente, vestido con estas peculiares pintas, y vendiendo corazoncitos de recuerdo a un €.
(La fuente, por cierto, se llama "fuente de Onofrio", y era también una cisterna que recogía las aguas de un acueducto).
El cielo se oscurecía cada vez más. Nos íbamos parando, mientras nos explicaban cosas acerca de la historia y de los monumentos de la ciudad... como aquí, en la plaza, delante del reloj (sí, eran las 10 y 25, ya veis qué original forma de dar la hora, jajaja...Y la bola dorada indica las fases de la luna).
Y aquí está la iglesia de San Blas, en otro ángulo de la plaza...
Pero ya empezaba a llover, y los distintos guías tenían que dar las charlas bajo los soportales, si podían. Algunos turistas corrían hacia las tiendas a comprar paraguas y chubasqueros... que, ante la que se avecinaba, se llegaron a agotar (no es broma). Hasta que ya, directamente, se abrieron las compuertas del cielo...
... y la gente buscó refugio donde pudo.
Este es el interior de la catedral de Dubrovnik. No, no hay misa, ni se celebra nada. Lo que veis son turistas guareciéndose de la lluvia.
Cuando escampó, salimos de la catedral, y nos metimos en una tienda, a comprar un collar de plata y coral, puesto que la artesanía en coral y plata es típica de esta ciudad, y se encuentran piezas muy bonitas. Pero, al salir de la joyería, miramos al cielo, y dijimos "Mejor será que hoy comamos en el hotel".
Dicho y hecho: nos pusimos a andar deprisa... y casi no nos da tiempo ni a llegar a la parada de taxis. El suelo, de piedra tan pulida, resbalaba como un condenado. Y llovía tanto que, desde la cafetería del hotel (que estaba en primera línea), no se veía el mar, sólo la cortina de agua.
Así que, necesariamente, tenemos que rebobinar... y empezar nuestra visita de nuevo, con sol. Y con sol radiante, y calor, como podéis deducir de mis completísimas pintas de "guiri", jajaja.
Por lo tanto, volvemos a entrar en la ciudad, por el mismo sitio.
El santo que está encima del arco es San Blas, patrón de Dubrovnik.
En esta ocasión, no nos encontramos con el tío de los corazones, pero sí pudimos callejear a nuestras anchas por toda la ciudad...
Ésta es la iglesia de San Salvador, de estilo veneciano-renacentista, que aún tiene en su fachada alguna huella de los bombardeos del 6 de diciembre de 1991. Toda la ciudad fue muy dañada, pero hoy está totalmente reconstruida. Y la calle larga que veis es la principal de la ciudad: se llama Placa o Stradun.
Siguiendo esa calle, llegamos a la plaza principal.
Aquí nos vamos a encontrar con palacios de estilo veneciano (como en toda Dalmacia). Dubrovnik (conocida antiguamente con el nombre de Ragusa) también estuvo bajo dominio veneciano, pero, desde aproximadamente la mitad del siglo XIV, fue siempre una república libre, hasta que fue conquistada por Napoleón, en el siglo XIX, y pasó después al imperio austrohúngaro, y más tarde a formar parte de Yugoslavia.
De hecho, su lema era "La libertad no se vende ni por todos los tesoros del mundo" (o sea, en latín, "Non bene pro toto libertas venditur auro", que es lo que puede leerse aún hoy en la puerta de una de las fortalezas que guardaban la ciudad, de cuyo nombre en croata no puedo acordarme, jajaja).
Quizá el único problema de Dubrovnik sean las hordas de turistas procedentes de los cruceros que, cada día, desembarcan en su puerto...
Pero suelen volver a comer al barco, sobre la 1 de la tarde, así que esas horas son más tranquilitas para callejear.
También encontramos más calma en las callejuelas estrechas que parten de las calles principales...
Como veis, no es sólo una ciudad para turistas: la gente vive aquí, aunque quizá sea una ciudad un poco incómoda para vivir...
Aquí tenéis otro mercado...
Lo curioso de este mercado es que el edificio que veis en primer plano a la derecha, de piedra blanca, con las balaustradas... es un hotel de 5 estrellas. Y por eso, este mercado tiene que levantarse completamente antes de la 1 de la tarde, para dejar paso a la terraza del hotel.
Si nos cansamos de callejear, visitar iglesias, museos y demás, podemos hacer una pequeña pausa, y tomarnos una "relaxing cup of"... algo en uno de los múltiples cafés que abundan en toda la ciudad.
Concretamente, éste que veis bajo las banderas, a pesar de su buena situación (el edificio del fondo es la catedral) tiene precios normales, y es frecuentado también por los "locales".
Si queremos una buena perspectiva de la ciudad, podemos recorrerla "desde arriba", caminando por sus murallas.
Y, en un punto exterior de estas murallas, nos encontramos con este café. Lo que nos ofrece es muy simple: agua, cerveza, refrescos, café y algún "sandwich" o bolsa de patatas...
... pero aquí no se viene a comer o beber, sino a disfrutar de estas vistas tan espectaculares de las murallas...
...y del mar (y, bueno, de paso se toma uno una cervecita o una botellita de agua, que nunca vienen mal, jajaja).
El bar se llama "Buza", por si alguno vais a Dubrovnik y os apetece tomar algo allí.
Salimos de las murallas, y nos encontramos con el puerto. Cuando era una república independiente, Dubrovnik (Ragusa entonces) vivía del mar y del comercio marítimo.
Podríamos seguir mucho más tiempo callejeando por Dubrovnik, pero ya nos van entrando ganas de comer...
... y vamos a desandar nuestro camino, y comer en un restaurante llamado "Nautika" que está fuera de la muralla, cerca de la puerta por la que entramos.
Estas son las vistas desde la terraza del restaurante, y la comida es muy buena... eso sí, NO es barato, en absoluto.
Pero, a veces, merece la pena darse un pequeño "homenaje", si es posible... ¿o no?
Otra de las vistas desde la terraza; esta vez, de una de las fortalezas defensivas que están fuera de las murallas.
Con estas vistas, termina mi reportaje. Queda por contar nuestra excursión a Montenegro, que merece no quedar en el olvido, pero eso será otro día. Hoy sí que espero no haberos aburrido demasiado, dada la cantidad de fotos... ¡pero es que no sabía cuál quitar!.
Un beso, y de nuevo gracia