Crítica Expediente Warren: El caso Enfield Crítica Expediente Warren: El caso Enfield
Lo que ocurrió con ‘Expediente Warren’ hace tres años tuvo mucho de milagro (maligno). Instalados como estamos en una etapa cinematográfica en la que el cine de terror suele tirar más de recursos anclados en efectismos por encima de la autoría, de genialidad ni hablamos, aquella primera entrega protagonizada por Ed y Lorraine Warren nos reconcilió a lo grande con el género. En ella había clasicismo y referentes, pero también la sensación constante de estar asistiendo a un espectáculo de primer nivel, refrescante, trepidante, y lo más importante, terrorífico de verdad. Porque la clave, pese a la evidencia, era que la película conseguía dar miedo. Mucho. Muchísimo. Y si había que señalar a algún responsable principal, no había dudas al respecto: James Wan. Un director capaz de crear una insoportable tensión mezclando la grandilocuencia visual y la sencillez más absoluta, siempre inteligente en el manejo de la cámara, atento a los pequeños detalles, controlador experto en pulsaciones y gritos. Él era ese elemento diferenciador de ‘Expediente Warren’. Y su estupenda secuela viene a reafirmarlo.
Con una primera hora cercana a la perfección, ‘Expediente Warren: El caso Enfield’ se vuelve a servir de una historia real para proponer un auténtico tour de force en el que la taquicardia mantenida vuelve a ser la protagonista principal. Wan apuesta por mantener la fórmula que hizo grande a su predecesora pero aumentando las dosis en todo. Y aquí radica el único ‘pero’ que se le puede poner, un metraje excesivo al que un buen recorte en su tramo central le habría venido mejor que bien. 133 minutos de sustos son demasiados incluso para los amantes del género. Un pequeño lastre que hace que esta secuela esté ligeramente por debajo de su primera entrega. Por centésimas, que nadie se alerte. Porque los objetivos se cumplen de manera más que holgada. Vuelven los escalofríos, las uñas clavadas en la butaca, los sobresaltos y los ojos (semi)tapados.
Wan se encuentra especialmente cómodo en su papel de mago del terror, permitiéndose golpes de auténtico genio en escenas como la del interrogatorio desenfocado o la protagonizada por un camión de juguete, maravillas que pasan a formar parte de los grandes momentos que nos ha dejado el cine de terror en los últimos años. Por su parte, destaca dentro de un estupendo reparto, la brillante y medida interpretación de Madison Wolfe. En sus gestos y mirados encontramos otros de los puntos fuertes de ‘Expediente Warren: El caso Enfield’, una nueva demostración de talento por parte de Wan y su equipo. Una búsqueda sobresaliente e incesante del susto perfecto con la que todos salimos ganando. Y sufriendo, que de eso se trata.
Redacción: Alberto Frutos
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