Sorprendió que nada más llegar a Recife, en la costa del norte de Brasil, no se lanzaran a realizar una sesión de entrenamiento o una reunión del equipo. El técnico, Sabri Lamouchi, no los congregó alrededor de una pizarra para hablar de tácticas. Los jugadores, enfundados en su llamativo chándal naranja y completamente identificables como las superestrellas que son, se quedaron rondando por el vestíbulo del hotel.
Didier Drogba se hizo fotos con los aficionados luciendo la mejor de sus sonrisas. Igualmente cercano se mostró Yaya Touré, el hermano de Kolo, uno de los mejores futbolistas del Manchester City esta temporada y tres veces Jugador Africano del Año.
"Siempre hay una sensación especial en esta formación cuando nos juntamos", aseveró Drogba, vencedor de la Liga de Campeones de la UEFA y todo un ídolo en su antiguo club, el Chelsea. Sus compañeros orbitaban a su alrededor, algunos conversando con el personal del hotel sobre esto y lo otro: hielo, contraseñas para acceder a Internet, las preocupaciones habituales de cualquier huésped. Serge Aurier, benjamín del conjunto y codiciado por el Arsenal, bromeaba apoyado contra una pared de mármol con Solomon Kalou y Gervinho, del Roma, este último inconfundible con sus rastas.
Enseguida surgió la idea dar una vuelta por el paseo marítimo de Recife. Hubo objeciones, naturalmente, que no prosperaron. Era lo que los jugadores querían y así se hizo. ¡Que se preocupen los de seguridad!. "Somos como una familia, sin duda", comentó Kalou, ex del Chelsea y actualmente con el Lille francés. "Tanto los jóvenes como los más mayores somos iguales aquí, y nos lo pasamos bien juntos".
A sus 33 años, Kolo Touré es todo un veterano que, en el ocaso de su carrera, aborda su última Copa Mundial. Su opinión es la misma. "Puede sonar extraño, pero cuando estamos juntos somos como hermanos. Es siempre un ambiente distinto al de nuestros clubes", explicó la figura del Liverpool, anteriormente del Arsenal. "Todos somos del mismo país", añadió entre apretones de manos y guiños cómplices con un miembro de la expedición marfileña. "Tenemos la misma actitud y la misma mentalidad".
Todos y cada uno de los once titulares desempeñan su oficio en las mejores ligas europeas. Todos, sin excepción, acaban de culminar diez agotadores meses de fútbol al más alto nivel. Para ellos supone un alivio volver a ver todas estas caras conocidas, viejos amigos y, en el caso de los Touré, familiares en el sentido literal de la palabra.
Eso en absoluto significa que hayan venido a Brasil de vacaciones. "Puede que parezcamos relajados", aseveró Drogba con su característica mirada dura e implacable. "Pero esto no es ninguna broma para nosotros. Estamos aquí para emplearnos a fondo y hacer el trabajo. Queremos darlo todo, jugar en equipo y estar centrados".
Es difícil calcular la proporción exacta de relajación y esfuerzo que se aplica en el seno de la formación, sin embargo, los pupilos de Lamouchi son todo seriedad en los entrenamientos, inflexibles y vehementes.
Intensidad sobre el césped
Aurier erró un centro y como respuesta se oyó una retahíla de disparates en francés. Quedó bien claro que el joven se exige mucho a sí mismo. Los veteranos no dejan pasar una, y reprueban cualquier pase flojo, sea quien sea el responsable. Las entradas también se suceden a cada dos por tres. Por un momento, el tiempo se detuvo y todo el mundo contuvo la respiración cuando Yaya Touré fue derribado por el expeditivo Cheick Tiote. El capitán y estrella planetaria ni se quejó.
Su triunfo por 2-1 ante Japón en su primer choque, celebrado en el Arena Pernambuco, fue la prueba fehaciente de la exhaustiva preparación del conjunto africano. Tras el madrugador gol de Japón, nadie desfalleció. Cuando Drogba saltó al terreno de juego en el minuto 62, no se dedicó a deambular por la cancha enfurruñado, con los brazos en jarras, por no haber sido titular. Más bien al contrario, se lanzó de inmediato a la carga. Acosó y sembró el caos entre la defensa nipona, y abrió huecos para que Gervinho y Wilfried Bony pudiesen marcar. Hizo todo lo que pudo por el equipo, por la familia.
Kolo Touré, que se quedó en el banquillo durante todo el encuentro, no dejó de animar. Abrazó a todos sus compañeros tras el pitido final y enfiló el túnel rebosante de júbilo.
Los Elefantes se tomaron su tiempo en el vestuario. Risas, clamor, los sonidos propios de una familia, atravesaban las paredes de hormigón. "Tenemos que seguir exhibiendo esta unidad sobre el césped", afirmó Kolo Touré con una expresión de satisfacción y afecto. En el horizonte espera Colombia. "Ahora toca relajarse", concluyó a punto de subir al avión. "Pero no jugaremos relajados".
*Con información de la FIFA