Carácter de líder

Nunca tuve lo que algunos suelen llamar: el carácter de un líder, más bien soy una persona bastante pasiva, introvertida y sin ningún problema en seguir dirección por parte de otros. Pero en la vida se necesitan líderes porque constantemente estamos dirigiendo equipos de trabajo, tan solo tómate un minuto para pensar en todos los equipos a los que perteneces: tu familia, tu grupo de amigos, tu equipo de fuerza laboral, o tus compañeros de clase.
No son los líderes mundiales quienes tienen la responsabilidad de transformar el mundo, somos nosotros, el padre, la esposa, el amigo, el colaborador, la estudiante, el amigo, el vecino; pero lamentablemente nadie nos prepara para esta tarea, realmente no sabemos cómo trabajar en equipo, mucho menos como asumir un correcto liderazgo.
Hace algunos meses tuve una experiencia de trabajo grupal que me llevo a entender de manera tan clara la esencia del liderazgo, que quisiera compartir en este post. En un salón de clases, nivel maestría, encontré un equipo de trabajo donde cada integrante se encontraba en la plenitud de su edad madura, todos eran esposos, padres de familia, profesionales exitosos que debían aprender a desarrollar estrategias de trabajo cooperativo, sentarse juntos para tomar decisiones, y construir nuevos espacios para el conocimiento académico y el crecimiento personal; en medio de esta experiencia encontré los siguientes tipos de líderes:
- Encontré al líder natural, el que siempre sabe cómo hacer las cosas y cómo desea que los demás trabajen.
- Encontré al líder que necesita levantar la voz y fruncir el ceño para dejar muy en claro sus ideas.
- Encontré al líder ocupado, que impone sus opiniones pero nunca está presente para ejecutarlas, pues no tiene tiempo para ello.
- Encontré al anti-líder, el que simplemente calla y acepta las decisiones de los demás.
Y me encontré a mí, la menor en edad y en experiencia, introvertida y pasiva, bastante intimidada por aquellos que siempre sabían lo que hacían, y por quienes alzaban la voz para imponer sus opiniones.
La crisis de liderazgo no se encuentra en la administración pública, empieza desde los pequeños grupos, al trabajar con este equipo tan heterogéneo entendí porque seguimos a quienes alzan la voz y fruncen el ceño, solo aceptamos lo que dicen para evitarnos un dolor de cabeza; me ensordecí en medio de las discusiones de quienes se disputaban tener la razón; lidie con la amargura de los inconformes, con la debilidad de los indecisos, y fue allí cuando me di cuenta que era hora de levantarme.
Y aquí quiero citar a una mujer cuya frase guardaré en mi corazón por siempre, Débora, quien se desempeñó como jueza del pueblo de Israel antes de su era monárquica, ella sabiamente expresó la siguiente frase: Las aldeas quedaron abandonadas en Israel, habían decaído, hasta que yo Débora me levanté, me levanté como madre en Israel.
Al hablar de líderes la imagen que viene a nuestra mente es la de gente poderosa, imponente, con una intimidante autoridad; pero al pensar en Débora levantándose como una madre para liderar, comprendí que todo consistía en simplemente amar y servir.
Amar y servir, porque vivimos en un mundo dominado por el ego, donde todos quieren ganar sin negociar ni ceder, donde todos necesitan saber que tienen la razón. Debo confesar que nunca pretendí asumir algún tipo de liderazgo en mi grupo, solo sabía que debía detener el caos y de repente me encontré siendo consultada en cada decisión por parte de mis compañeros, de repente era yo quien organizaba las actividades, los tiempos y las estructuras. No podría explicar que vieron en mi para otorgarme ese liderazgo, pero sé que seguí el ejemplo de Débora de levantarme como madre, y en cada día de trabajo supe tomarme la molestia de escuchar a cada uno de mis compañeros, sus necesidades e interrogantes, nunca me molestó dejar aún lado mi trabajo para sentarme a lado de ellos a explicarles aquellas tareas que me eran más fáciles de comprender.
Jamás pretendí recibir un reconocimiento por las cosas que consideraba haber hecho bien, siempre mantuve una sonrisa, y palabras amables aún en los momentos de caos; y ofrecí una oportuna disculpa en los momentos que el estrés me venció. Descubrí que darse a uno mismo, es la única forma de dirigir a tu grupo al éxito sea tu familia, o tu equipo de trabajo; me quede con el buen sabor de que el liderazgo es un camino que se construye a través de pequeños actos de servicio que en la medida en que se conviertan en tu estilo de vida, un día si van a cambiar el mundo. ¿Estás dispuesto a construir este camino también?

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