Es uno de los pocos lugares del mundo donde los viajeros pueden contemplar osos polares en su medio natural, y el lugar más famoso para esto es Churchill, un pueblo de Manitoba en la costa de la Bahía de Hudson.
Churchill recibe la visita de tantos osos blancos cada año desde que inicia el otoño, que ha recibido el mote de La Capital Mundial de los Osos Polares.
Pero en fechas recientes, este pueblo de menos de mil habitantes ha sufrido las consecuencias de la emergencia climática, que pone en riesgo de extinción a los amados osos polares, y a toda su industria turística.
Por ello, Churchill ha hecho lo que está en sus manos para combatir el cambio climático, eliminando el transporte a base de gasolina.
Durante años, los turistas que llegan a Churchill, ubicado en la frontera de Manitoba con Nunavut, han viajado a ver a los osos a bordo de unos inmensos vehículos especiales que se adentran en la trunda para permitir ver a los osos polares con seguridad.
Los rovers polares, o buggys de la tundra tienen, sin embargo, un grave problema, y es que usan diesel para impulsarse.
Por ello, la aventura de ir a conocer a los osos en su tierra, implica llenar esta de emisiones contaminantes, que se suman a todas las que produce la humanidad para empeorar nuestros problemas con los hidrocarburos.
Churchill quiere cambiar esto, y por eso para la temporada de avistamiento 2021 han presentado su primere rover completamente eléctrico.
El vehículo tiene las mismas medidas de seguridad que los buggys tradicionales, tiene una batería que alcanza para tres días completos de recorridos, y además de no contaminar, se mueve a la tundra en casi absoluto silencio, facilitando el poder avistar a los osos y otros animales sin alterarlos ni ahuyentarlos.
Frontiers North Adventures, empresa que desarrollo el vehículo, planea convertir todos sus vehículos a su versión eléctrica, con lo cual dejarán de emitir 3,600 toneladas de emissiones de dióxido de carbono en los próximos 25 años, además de que dejarán de quemar 353,635 litros de diesel.
Churchill, que se encuentra en una de las zonas más vulnerables al cambio del mundo, ya nota cada año los estragos que la actividad humana causan en el medio ambiente, y es que cada año las aguas de la Bahía de Hudson tardan más en congelarse.
Esto perjudica seriamente a los osos polares, que necesitan que el agua quede cubierta en una gruesa capa de hielo para poder caminar sobre ella y poder cazar a los animales que representan el grueso de su dieta.
Las aguas también se descongelan antes de tiempo, obligando a los osos blancos a volver a tierra, lo cual reduce el tiempo que tienen para alimentarse, aumentando su mortalidad y eventualmente orillándolos a la extinción.
Aún antes de que la crisis climática fuera evidente, las poblaciones de animales del ártico ya la sufren y la población de soso en esta zona ha caído 30% desde 1987, calculándose que para 2040 se cruce el punto de no retorno si no se puede cambiar las actuales tasas.
Aunque es uno de los lugares más afectados, Churchill puede hacer poco para luchar contra el calentamiento global, pues su ecosistema gélido no les permite soluciones como la reforestación y su baja población implica que generan pocas emisiones.
El cambio de sus vehículos a versiones no contaminantes es el cambio más importante a su alcance, pero en última instancia salvar a los osos polares, como a cientos de miles de especies alrededor del mundo, implica cambiar nuestros hábitos y descarbonizarnos lo mas pronto que sea posible.
Canadá, que explota hidrocarburos altamente contaminantes en los pozos de alquitrán de Alberta tiene que poner el ejemplo poniendo fin a esta industria.
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