Distancia: 31 Km.
Tiempo empleado: 8 horas, 13 minutos.
Incidencias: Sol, calor.
A tener en cuenta: No hay sombra, evitar horas centrales del día en verano.
Esto escribí la noche anterior en mi diario:
"Ha mucho tiempo que no escribía aquí...
Vuelvo al Camino, a los senderos de la Oca que aquellos que llamamos ancestros recorrieron en días lejanos.
Yo, humilde peregrino hedonista, sólo pretendo empaparme de la esencia de un mundo fundamental en el que el saber hermético conquistó almas mundanas.
Estoy en Tardajos, pequeña población burgalesa, puerta de entrada a la gran meseta castellana. Interminables rectas sin sombra cobijera me esperan como penúltima penitencia del osado peregrino, que, instruido, sabe del grato hospedaje que las tierras gallegas entregan al que a ellas llega.
No es de noche y ya tengo sueño, supongo que el sopor del caminante ya me embarga apenas a unas horas de ponerme a caminar. La noble villa de Castrojeriz me espera, a la sombra de su castillo, al solaz de los castellanos.
Mañana será otro día, muy duro, que comenzará aún en la noche del final del verano.
La sombra del recuerdo de millones de peregrinos a lo largo de miles de años buscando el final de la tierra me acompaña.
Mañana jugaré a la Oca, como los antiguos gigantes.
A partir de Burgos, las grandes distancias sin poblaciones, sin sombra, sin cobijo van a ser la nota predominante para los peregrinos. La ventaja es que puedes cubrir grandes distancias, el inconveniente es que para ello necesitas un clima clemente, porque si no, puedes sufrir mucho.
Además, las grandes distancias entre poblaciones hacen que los peregrinos tengan más dificultades para planificar las etapas, o mejor dicho, para flexibilizarlas.
Yo no quise salir desde Burgos, ciudad a la que había llegado en mi anterior experiencia, porque estaba en obras y ya son bastante aburridas y poco estéticas de por sí las afueras de las ciudades como para sufrir "de más", así que me planteé comenzar desde Tardajos, población a 10 Km. de Burgos y puerta de la Meseta Castellana que se extiende prácticamente hasta León.
Sinceramente, Tardajos no es un pueblo bonito y no ofrece mucho al viajero, salvo, precisamente, su privilegiada ubicación.
Elegí el Albergue de turismo superior La Fábrica para pasar mi noche previa y la verdad es que el lugar no puede ser mejor. Es fantástico. Las habitaciones, las instalaciones, el jardín, el restaurante y su trato hacen que te sientas como en un hotel de un precio muy superior. La única pega es que está apartado del Albergue municipal y del propio Camino, lo que hace que al iniciar la etapa tengas que hacer un kilómetro más que tus compañeros y eso, no iba a ser poco. Comprobadlo en el mapa.
Salí a las 7 de la mañana, estaba amaneciendo y me asusté un poco al comprobar que no hacía nada de frío y no había ni una nube. El día iba a ser muy duro.
¡A caminar!
Normalmente Tardajos no es final de etapa, por lo que caminaba solo, por delante de los que habían salido de Burgos y por detrás de los pocos que salieran de Tardajos y de Rabé de las calzadas, pero sabía que pronto me alcanzarían unos y yo a los otros. El Camino hay que hacerlo al ritmo en que te encuentres cómodo, ni más ni menos.
Apenas a 2,5 km. de Tardajos aparece la citada población de Rabé de las calzadas un pueblo mucho más bonito y agradable. La verdad es que pensé que si hubiera dormido allí me habría ahorrado unos cuantos kilómetros.
Ahora nos esperan 10 Km. de ancha senda ondulante y pedregosa. El sol ya "picaba" y comenzaron los encuentros, así, me ví sobrepasado por el que a partir de ese momento bauticé como "El hombre impaciente", un tipo que caminaba cubriéndose toda la piel, como hacen los peregrinos asiáticos e iba ligero, pues no llevaba mochila grande. Hay muchos peregrinos que les dejan los bultos a alguna empresa especializada que se encarga de transportarlos de un punto a otro.
Ya he comentado alguna vez que una forma de entretenerte mientras caminas es ir poniendo motes a quién te encuentras. Un pequeño vicio de caminante.
A las 10:15 horas alcancé la población de Hornillos del Camino, que suele ser etapa final para quién desde Burgos no quiere hacer más de 20 Km. y a la que se llega tras bajar por la conocida como "Cuesta Matamulos", un corto y abrupto tramo en descenso que obliga a los bicigrinos a bajar de sus cabalgaduras.
El calor apretaba y había que beber y reponer fuerzas. Yo me senté en una agradable terraza al lado de una iglesia. Una pulga y una cerveza, llenar la cantimplora de agua y a seguir, que aún quedaban casi 20 Km.
La siguiente parada se realiza en Hontanas, que suele ser final de etapa para los que salen desde Burgos y pueden caminar 30 Km. Hontanas es un pueblo largo y agradable que se extiende por el Camino y ofrece al caminante cobijo, sombra, cama y mesa y, sobre todo, agua fresca de las buenas fuentes que dieron nombre al pueblo.
Allí paré para reponer fuerzas, beberme una cerveza y contemplar a unos franceses que sabían comer.
Eran las 13:00 y la temperatura superaba los 30º C. Muchos caminantes decidieron que ya era suficiente, entre ellos estaba Ramón, un tipo extrovertido y muy simpático del madrileño barrio de Bilbao, vamos, casi un vecino. Se iba a convertir en compañero el resto de los días.
Otros que iban, al igual que yo, hasta Castrojeriz, decidieron comer allí, reponer fuerzas y esperar a la tarde y que bajase la temperatura para terminar la marcha.
Yo no, yo quería llegar a Castrojeriz a la hora de la comida para disponer de toda la tarde para descansar, así que...
Continué el camino.
Puedes continuar por la carretera o seguir una senda señalizada que va en paralelo. La carretera es recta y puede ser una buena opción, entre otras cosas porque tiene poco tráfico y algo de sombra, la cual, en la senda, es inexistente.
En cualquier caso, unos kilómetros más adelante, carretera y senda se juntan y ya hay que seguir camino pisando asfalto.
En estos momentos yo iba rápido y bebí lo que quedaba en mi cantimplora y me asusté un poco. Caminaba deprisa, la temperatura rondaba los 35 ºC, el sol castigaba con fuerza y sin embargo... yo no sudaba y eso no es normal, así que bebí y seguí, pensando que debía estar comenzando a deshidratarme.
El siguiente hito del Camino son las ruinas del Convento de San Antón, lugar original de la Tau del Camino, símbolo que ha pasado a ser del imaginario turístico del peregrino con casi tanta fuerza como la concha.
A partir de ese momento, ves al fondo la villa de Castrojeriz, sin embargo parece no llegar nunca, es lo malo de las rectas infinitas al final de una etapa.
Lo logré, llegué a mi hotel justamente a las 15:13 horas, lo recuerdo perfectamente porque pedí comer y no fue fácil, era un poco tarde para el horario peregrino.
Me duché apresuradamente, ¡me dolía todo!. Bajé al comedor y me bebí un litro de agua casi de un trago para pasar a una ensalada y unos huevos fritos con patatas regadas con vino y casera que me supieron, sencillamente, a gloria.
Tocaba siesta y restañar heridas.
Por la tarde los peregrinos pasean por los pueblos con ropa y cuerpos limpios. Curioseamos, compramos en las farmacias algo que nos ayude a curarnos y finalmente buscamos comida para el cuerpo y el espíritu.
Hay varios restaurantes interesantes en Castrojeriz, yo me decanté por la Casa Cordón. Un lugar con una carta adecuada y muy interesante y en el que destaca, por encima de todo, una cuidadísima decoración.
En estas etapas compartí Camino con muchos extranjeros y pocos españoles. No quiero recurrir a los tópicos, pero, ¿sabéis de qué país eran los que cenaban a la carta con buenos vinos y en restaurantes?, pues sí, los franceses. Bueno, los franceses y yo.
Los españoles, italianos, alemanes, etc... prefieren lugares de consumo rápido. En Castrojeriz hay un agradable lugar en la Plaza Mayor, al lado del albergue municipal con terraza bajo los soportales, comida rápida pero decente, cerveza y buena música. No recuerdo el nombre, pero no tiene pérdida.
Nunca he sabido qué o siquiera dónde comen los japoneses y coreanos, en serio, no los veo comer nunca.
Cené un gazpacho y unas chuletillas de cordero. Cuando terminé eran las 21:15 horas, buen momento para regresar a mi hotel, La Cachava, sentarme en su agradable salón y escribir en mi diario antes de meterme en la cama y dormirme. Al día siguiente había que volver a madrugar, 25 Km. me separaban de Frómista y ya sabía dónde y qué quería comer.
Pero claro, antes de llegar al hotel me encontré con El Hombre impaciente, que había hecho un etapón entre Burgos y Castrojeriz, ¡41 kilómetros!, vale que no llevaba mochila, pero ¡madre mía!. Me preguntó a dónde iba al día siguiente y le dije que a Frómista. A el le pareció demasiado cerca, 25 Km. le parecían muy pocos.
Ya veríamos.