Parece que casi, casi tenemos asegurado el pase a la siguiente fase de esta edición de la Champions. Parece que nuevamente, estaremos entre los mejores. Parece que por fin el equipo, después de los vaivenes de hace unas semanas ha establecido una línea de juego. Parece que un “diez” tipo ya se ha implantado como el equipo titular que nos ha de llevar a un nuevo carrusel de conquistas (el undécimo integrante baila todavía entre las piernas de Pedro, Alexis y Neymar). Parece que el momento cumbre de la temporada, este año sí, llega con todos los integrantes a tope. Parece…
Y es que después de ver el partido de ayer, y leer y releer los comentarios de prensa especializada, queda la sensación que el Barça, se ha instalado en una rampa de lanzamiento y ha alcanzado una forma de juego óptima. Y a mí, y todavía no sé muy bien la razón, sigue sin “ponerme” lo que veo. Y es que casi me da vergüenza llevar la contraria, ya que soy de los que piensa que si andando por una calle voy tropezando con lo que vienen de cara, el que está tomando el camino equivocada soy yo. ¿Me estará pasando lo mismo? ¿Me estaré volviendo demasiado exigente?
Transformar Messi el penalti después de encarar Demichelis el camino hacia los vestuarios, y pensar que el partido iba a convertirse en un acoso y derribo a la portería de Hart fue todo uno. Y más después de constatar que los “blues”, olvidando las precauciones que hasta el momento habían tomado, intentaban adelantar sus líneas en busca de un gol que igualará la eliminatoria. Ahora sí, pensé, ahora con espacios la agarra Messi y adiós muy buenas City.
Y para mi sorpresa, los azulgrana pasaron más apuros en esa media hora final que en la hora precedente, en la que en un confrontación once para once, se definía un partido típico de cualquier equipo ante el nuestro.
Esperaba que cualquier robo de balón diera lugar a pases verticales, a la búsqueda incansable de esas terroríficas arrancadas del diez argentino en busca de unos centrales que reculaban asustados a proteger a su portero. Esperaba más presión, más rapidez en la circulación de balón, más profundidad por ambas bandas, más ocasiones de gol.
Es cierto, que dispusimos de hasta cuatro o cinco, y que con una efectividad algo mayor tal vez algún otro tanto hubiera subido al marcador (que subió injustamente anulado), pero, me daba la sensación, que eran fruto de arranques puntuales de intensidad, y no de una constante del juego. La constante era otra, pasar el balón y no perderlo parecía la estrategia a definir. Pasar el balón en zonas insulsas del campo reteniendo en ocasiones las diagonales que tiraban un aislado Aléxis, y un por instantes desubicado Messi.
Y pasaban los minutos, y el marcador seguía bajo mínimos. Qué oportunidad estamos perdiendo, pensaba. Qué oportunidad de olvidarnos ya de esta eliminatoria. Acabemos hoy aquí, dejémosles sin aire para el regreso. Hagamos que piensen que la Champions ya es historia este año para ellos.
Y mis nervios aumentaban cada vez que veía un pase atrás, o un pequeño rondo en el centro del campo. Ni la salida de Neymar me pareció que se imprimiera una marcha más al partido. Y se acercaba el minuto final, y sí, ganábamos, al igual que lo hacíamos en Anoeta no hace mucho. Y marcó Alves. Y los brasileños bailaron en la banda. Y me relajé, y creí que ahora sí, que ya estaba hecho. Y llegó el pitido final, justo en otro anodino rondo de toque y toque entre jugadores azulgrana.
Y nuevamente me entró esa sensación de que había presenciado un trabajo a medio hacer. Un trabajo satisfactorio, pero no excelente. Un trabajo que consigue un objetivo como un trámite más a cumplir. Y después, he leído, he escuchado, he repasado las crónicas, y todo el mundo no puede estar equivocado, así que, probablemente allá cogido el sentido inverso de la calle y todo sea cuestión de volver al carril que corresponde. ¿Alguien más caminaba en mi misma dirección?
Compartir
Tweet
https://twitter.com/jcarrasquet