Son, sin duda, un espectáculo para los ojos que nos regala la naturaleza y que cuenta con el aval de haber sido declarado Patrimonio de la Humanidad. El trascurso de la historia, los azotes del océano y las estructuras glaciares han dado lugar a una costa a la que solo la Patagonia puede hacer sombra. Si le añadimos el aire purificador que se respira en sus pequeños pueblos sin el bullicio que dejamos atrás en nuestros hogares, nos sale un viaje idóneo para disfrutar y cargarnos las pilas.
Son casi innumerables lo fiordos que se encuentran desde el sur hasta el norte en las costas. El más largo del mundo es el Sogne, que se adentra hasta 200km en la península escandinava y al que se puede llegar en hora y media desde Bergen, al sur de Noruega.
Si lo visitamos desde lo alto de los acantilados, tendremos la oportunidad de viajar por una de los puertos más abruptos del país: la carretera Stalheim que bordea el fiordo Naeroy. Más al norte se encuentra el callejón formado por el Dals, el fiordo más estrecho del mundo.
Otro de los lugares más visitados por la magestuosidad de sus vistas es El Púlpito, o, más fácil de pronunciar, Preikestolen: un balcón natural que arranca desde las profundidades y se eleva a lo largo de una pared completamente vertical de más de 600 metros de altura. Está en el primer fiordo al sur de Noruega, el Lyse, y se puede llegar en ferrys que salen desde Stavanger, justo en la salida al mar.
Como os podéis imaginar, es un viaje que requiere planificación. Para mayor organización, algunas agencias los dividen en cuatro zonas: islas Lofoten, cabo Norte, capitales y fiordos (al sur), o el pack completo de sur a norte para los más atrevidos. Lo cierto es que es imposible hacer una selección acertada y que nos quedaremos con ganas de volver para ver todo. Siempre habrá una excusa para volver.
¿Y tú? ¿Ya has visitado los fiordos noruegos o estás planeando tu viaje? Cuéntanos tu experiencia
Por Pablo Girón