Astudillo y sus bodegas (Palencia)


El laberinto del rey cruel

Enigmáticos subterráneos, un palacio real y amores contrariados en un paseo inolvidable por Astudillo

© Texto y fotografías: JAVIER PRIETO GALLEGO

Por arriba y por abajo Astudillo deja con la boca abierta. Osea, que dados los vientos que corren más vale abrigarse bien y hasta llevar bufanda. Y no es porque en esos horizontes de transición entre las comarcas palentinas de Campos y del Cerrato haga más frío que en otros lugares vecinos. Es porque en el trasiego de sube y baja, de sal y entra, de mira por aquí y asómate allá, de llégate hasta el castillo y verás, a los pies y a la cabeza no les da tiempo de ir al compás: cuando la cabeza se calienta imaginando esto y aquello, descubriendo artesonados de ensueño o frases del Corán en un convento de clarisas, los pies piden movimiento y al revés también.

Por eso lo mejor es empezar por el principio: la Oficina de Turismo, en un costado de la plaza Mayor, es la mejor garantía de no quedarse nada en el tintero. También de no perderse una de las singularidades de Astudillo: la visita a uno de los tramos de galerías subterráneas que culebrean por debajo del casco urbano como si fueran huras de conejo. Tal privilegio es gentileza de la peña Manguis, que hace un montón de décadas adquirió para su disfrute una bodega con lagar y todo y hoy la presta a la visita guiada para admirar las tripas secretas del laberinto que corre bajo las calles de Astudillo.

La localidad de Astudillo desde lo alto del castillo de la Mota. Palencia. Castilla y León. España, 2011 © Javier Prieto Gallego;
La localidad de Astudillo desde lo alto del castillo de la Mota. Palencia. Castilla y León. España, 2011 © Javier Prieto Gallego;

El caso es que ya en los años 70 del siglo pasado se realizó un estudio concienzudo del lío de bodegas que desde siempre habían estado ahí, bajo las casas del pueblo y al pie del castillo. La cosa no fue nada fácil. La superposición de siglos habían ido dejando bajo la cáscara de Astudillo un conglomerado de pasillos rehechos, tapiados, remendados, rellenados, anegados, cortados y estirados hasta el punto de que la investigación hizo necesario tirar de buzos y espeleólogos al alimón. El resultado fue un inventario que dejó al descubierto ?no literalmente- unos dos kilómetros de galerías bajo el suelo de la localidad, todas ellas troceadas en unos noventa tramos de diversa longitud, desarrollo y tipología. Las tradicionales bodegas de Astudillo devinieron, tras el estudio y análisis de los tramos inventariados, en algo de mayor enjundia. Si bien a falta de una documentación que aclare de manera definitiva el embrollo de tanto túnel y pasadizo, lo que sí se  vio con claridad es que bajo la localidad se localizan dos zonas con mayor concentración de galerías, una hacia el norte del casco urbano ?donde más abundan, con casi un kilómetro y medio de túneles- y la otra bajo las laderas del castillo.

También se vio que por la forma de los arcos que las sustentan y la calidad de la cantería con que están hechas es probable que fueran realizadas entre los siglos XIII y XIV. Y es que las "bodegas" de Astudillo se aparecen al visitante como auténticos pasillos que rularan de un lugar a otro de una fortaleza enterrada. Su envergadura en muchos puntos da para que circulen por ellos caballerías de armas tomar. Y, por si fuera poco, cuentan casi siempre con un pozo excavado del que en su día manó agua potable.

Así las cosas, cuando la visita se adentra en los subterráneos de la peña Manguis cuesta poco aceptar la sugerencia de que en realidad lo que corre bajo Astudillo es una red de galerías que, también en su día, pudieran haber estado conectadas entre sí. Por supuesto, con finalidad militar, bien para protegerse de los ataques, bien para burlar asedios, pero siempre relacionados con la defensa de la población y el castillo que campeó sobre la mota. Si para muestra vale un botón, las galerías en las que ahora reposa el vino que beben "los manguis" de Astudillo en sus merendolas son bastante aclaratorias. Y si bien ahora se acomodan divinamente al reposo sereno de cubas y vinos, es más que probable que por ellos circularan las pasiones desatadas que durante 10 años tuvieron en vilo a María de Padilla aquí, esperándo pacientemente, y al rey Pedro I el Cruel yendo y viniendo hasta ella pero sin reconocerla ?mientras vivió- como reina.

Muestra de objetos etnográficos recogidos en la peña Manguis de Astudillo. Localidad de Astudillo. Palencia. Castilla y León. España © Javier Prieto Gallego
Muestra de objetos etnográficos recogidos en la peña Manguis de Astudillo. Localidad de Astudillo. Palencia. Castilla y León. España © Javier Prieto Gallego

Tampoco es la única sorpresa que depara este primer eslabón de la visita. En la zona superior de la bodega el amor de los peñistas por las cosas de su pueblo y de su tierra ha ido arrejuntando un montón piezas relacionadas con la vida de antaño. Tantas que han acabado por conformar un museo de los de ver despacio. Entorno a un monumental lagar se despliega el catálogo de objetos que narran los oficios que hicieron de Astudillo una localidad de notable actividad artesanal junto a objetos y útiles que hablan de cómo la vida salía adelante en el pasado. Trastos, herramientas, aperos, objetos de la vida cotidiana y otros propios de dedicaciones más especializadas. No es mala forma de recordar que Astudillo desarrolló en el siglo XVIII una más que notable industria textil, que los paños de Astudillo fueron famosos en toda la Península y que con ellos se confeccionaban trajes finos o mantas de las de no te menees. El desarrollo fue tal que Astudillo creció en fábricas igual que, en la primera mitad del siglo XIX, llegó a superar los 4.000 habitantes. Pero también destacó por la habilidad de sus alfareros, su variedad de cacharros y la calidad del trabajo. O por la de componer trillos con tanta pericia como los de Cantalejo.

Vista la peña y su bodega aún queda un largo trecho por recorrer. La más importante es, sin duda, la visita al convento de Santa Clara, el palacio en el que María de Padilla se quedó a esperar al rey. Dice la leyenda que todo comenzó con el paso por las campiñas castellanas del rey y sus caballeros hacia Asturias. Camino de sofocar rebeliones, este rey que vivió toda su vida entre batallas y rebeliones sangrientas conoció, unos dicen que en Sahagún otros que en Astudillo, a Mari Díaz, María de Padilla. Un encontronazo de amor que cambiaría el curso de la historia de España porque Pedro I ya no levantó cabeza. María de Padilla se convirtió, siempre a su pesar, en la amante consentida del rey mientras este iba y venía entre batalla y batalla o entre matrimonio y matrimonio. A Blanca de Borbón la plantó dos días después de casarse para correr con la de Astudillo. Por ejemplo. El caso es que para mitigar esperas María de Padilla comenzó por fundar un convento y luego por construirse un palacio, con subterráneos y todo. Aquel convento y ese palacio son hoy un magnífico museo lleno de artesonados y valiosas piezas que enseñan con gran devoción y mucha gracia sor Avelina y sor María Pilar.

Sor María Pilar en primer término y sor Avelina detrás. Patio Castellano perteneciente al palacio de María de Padilla. Monasterio de Santa Clara. Localidad de Astudillo. Palencia. Castilla y León. España © Javier Prieto Gallego
Sor María Pilar en primer término y sor Avelina detrás. Patio Castellano perteneciente al palacio de María de Padilla. Monasterio de Santa Clara. Localidad de Astudillo. Palencia. Castilla y León. España © Javier Prieto Gallego

Nada lejos de allí queda la iglesia de Santa María. Ni tampoco la puerta de San Martín, perfecta para hacerse idea de las dimensiones y envergadura del cincho que rodeó Astudillo. El callejeo por la localidad, que cuenta con rincones bien compuestos y caserones notables, lleva hasta la iglesia de San Pedro, con un estupendo retablo mayor de Hernando de la Nestosa. La arquitectura más popular, con soportal castellano y fachada de ladrillo tiene una de sus mejores caras en la plaza Mayor. Algo más allá queda la iglesia de Santa Eugenia, convertida en museo de interesantes piezas. Como interesante es la vista de conjunto que se tiene desde lo alto del castillo, donde comparten postal tejados, templos, bodegas, molinos de viento y allá, al fondo, la ermita de Torre Marte.

EN MARCHA. Hasta Astudillo, en la provincia de Palencia, puede llegarse por la P-405 en 29 kilómetros desde la capital provincial.
A PIE. Desde las inmediaciones del frontón municipal parte la pista de tierra que acerca, en 2,6 km, hasta la ermita de Torre Marte, en alto sobre un otero con buenas vistas de todo el entorno. Es la iglesia sobreviviente del antiguo despoblado de Torre.
INFORMACIÓN. Oficina de Turismo de Astudillo: tel. 979 82 23 07. Monasterio de Santa Clara: tel. 979 82 21 34.

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