Hace ya 38 años que Ridley Scott estrenó Alien: El octavo pasajero, una obra que revolucionó el género de la ciencia ficción dentro del mundo del cine. Considerada como una pieza clave dentro del panorama y con tres secuelas -más o menos directas- a sus espaldas, Ridley retomó en 2012 aquello que empezó en 1979 y pretendió expandir y dar una mayor profundidad a la obra original con Prometheus.
El intento no contentó a muchos y dejó templados a muchos otros. Personalmente, me pareció una correcta película de ciencia ficción pero insuficiente como precuela de Alien, recordemos que fue así como la vendieron.
Han pasado cinco años y con la presente Alien: Covenant, secuela directa de Prometheus y precuela de Alien: El octavo pasajero, el bueno de Ridley -al que considero un director con bastantes altibajos a lo largo de su extensa carrera como cineasta- pretende unir ambas obras a la vez que intenta subsanar las principales quejas con las que el público vapuleó a Prometheus, la escasa aparición del Alien.
Pero empiezo a pensar que mucha gente se deja arrastrar por el perro del pastor como las ovejas de un rebaño. Tras la primera lluvia de ácido que le ha caído a Alien: Covenant, vengo para reivindicar -aunque sea levemente- la película de Scott. No moriría por ella, desde luego.
Rumbo a un remoto planeta al otro lado de la galaxia, la tripulación de la nave colonial Covenant descubre lo que creen que es un paraíso inexplorado, y que resulta ser un mundo oscuro y hostil.
Pero me parece que toda la corriente malsana que circula por las redes sociales, es fruto de un líder que dirige al rebaño. Para mí están meando fuera del tiesto. Todo el mundo da su opinión con cierta soberbia como si fuese poseedor de la auténtica verdad. Y me alegro de hacer caso omiso a todo ese odio y haber ido a verla. Y es paradójico, porque escribo esto para que alguien me haga caso a mí.
Bajo mi punto de vista, la mayoría no han tenido en cuenta un dato importante a la hora de valorar el presente film. Los que hemos rebasamos los treinta, incluso, ya hace tiempo. Por cuestiones lógicas, no pudimos disfrutar del film original durante su estreno. Apenas habían nacido la mayoría de los que alaban la película original.
Pero sí que la pudimos disfrutar a una temprana edad, para el tipo de película que es, claro. Un factor determinante en la opinión que la mayoría guardan actualmente de la obra original.
Me gustaría saber qué opinaría más de uno si la viera por primera vez siendo adulto y estando curtido en el mundo del cine. O al revés, si fuese la presente Alien: Covenant la que hubieses visto con 9 o 10 años de edad, probablemente, sería todo un referente cinéfilo al llegar a la edad adulta.
Si hay algo que le puedo recriminar a Alien: Covenant es que se queda a medio camino entre el inicio de la raza de los Alien planteado en Prometheus y la aparición del Alien tal y como lo conocemos, el del film de 1979. De manera que el puente entre ambas películas todavía sigue incompleto. Ahí es cuando me pregunto si realmente hace falta otra película más para unir el puzzle. Creo que se podrían haber espabilado y concretar esta unión de una forma más eficaz y liviana.
Pero bueno, que la película es entretenida. El guión escrito por John Logan, que trabajó con Ridley en Gladiator, deja cuestiones en el aire tal y como hacía Prometheus, un hecho que ya no debería sorprendernos.
El manuscrito carece de la frondosa solidez que muchos esperan. De hecho, me parece que cuando la película entra en materia y deja de lado el suspense inicial, se convierte en una película con el desarrollo de una serie B en mayúsculas, donde todo sucede un poco porque sí y que me recuerda por momentos a Aliens, la secuela dirigida por James Cameron.
¿Debería ser esto algo malo? Yo creo que no. Creo que es todo una cuestión de las expectativas que se hace el espectador frente al producto. Y un servidor, desde un principio durante toda la promoción previa al estreno, ha llevado las expectativas por debajo de moderadas.
Si hay algo que no funciona realmente en el guión, es el desarrollo de los personajes, bastante planos y poco empáticos con el espectador. El único que resuelve mínimamente la función en este aspecto, y por partida doble, es Michael Fassbender, que repite en el papel del androide David de Prometheus. Aunque, éste tiene un pasaje filosófico y trascendental sobre su propio origen y propósito por el que ha sido creado, que por poco tira al traste todo el tinglado. Por suerte, el reprise final, recupera y arrastra al somnoliento espectador desde su butaca a la propia nave Covenant.
Los efectos especiales recurren a lo pura y llanamente digital, pero resultan convincentes en casi cualquier momento de la película. Y la banda sonora compuesta por Jed Kurzel, compositor de Assassins Creed y Macbeth, que en ambas haya trabajado Fassbender como estrella principal, no parece una casualidad que Kurzel haya sido contratado para intensificar correctamente las contadas escenas de acción que tiene Alien: Covenant.
Una cuestión que deja en desventaja a la película y pone en entredicho a Scott y su idea inicial de profundizar en el origen del xenomorfo, es que aquí deja bastante de lado lo planteado en Prometheus con los Space Jockeys para dar protagonismo al Alien, pero tampoco acaba de realizar el aclamado sueño del público. Creo que no se ha decantado por ninguna de las dos vertientes, al menos, no en toda su plenitud.
Así que entre una parte más trascendental sobre el origen de los humanos y la verdadera intención de los Space Jockeys en Prometheus y la aparición del Alien en la pantalla en la presente obra en cuotas más altas y que nos regalen la vista no acaba de encontrar el equilibrio en esta secuela/precuela. Aunque, el film no me ha desagradado en absoluto, así que no entiendo las malas críticas. Lo único que me fastidia es tener que esperar otra secuela para que dicho universo quede totalmente unido.