En mi caso, que no soy amigo de dulces, que detesto el turrón y que en las cenas navideñas soy un pobre vegetariano que no puede disfrutar de los manjares con los que otros terminan desabrochando el primer botón del pantalón, tengo que valérmelas para encontrar otros reclamos que consigan que estas fechas sean mágicas y, por ello, desde hace muchos años hay una persona que me acompaña cada Nochebuena y que no me abandona hasta Año Nuevo: Agatha Christie.
Mujer que no necesita ninguna presentación, vosotros, lectores desorientados, os estaréis preguntado qué clase de loco está a las teclas de este artículo, contándoos que para él la Navidad tiene la huella de la Reina del Crimen en la literatura.
Nuestro extraño idilio comenzó una mañana de diciembre, hace ya tantos años que es mejor no pararse a pensar, que un servidor conserva la juventud, pero poco a poco nota como los años empiezan a contar. Era un domingo lluvioso, frío, recuerdo tener la manta de mi abuela encima de mi cuerpo y estar desesperado porque en la televisión no retransmitían ninguna de mis series favoritas. Ese día fui valiente, me atreví a quitarme aquella prenda de lana rosa y acudir al desván a buscar, entre libros que no me llamaban la atención, algo que pudiera utilizar como arma para combatir el aburrimiento.
No creo en el destino, pero esto fue amor a primera vista. En el suelo, caído, en una esquina de la sala, un pequeño libro rojo y negro con la ilustración de un tren, descansaba de un intento fallido de huida. Él sabía que no era como el resto, por lo que no quería quedarse a su vera. Todos necesitamos sentirnos especiales y él no iba a ser menos. Por eso lo cogí. Lo sujeté sin saber quién era Agatha Christie o qué clase de literatura escribía. Sin referencias, sin las reseñas que tenemos ahora, sin nada.
Volví a mi sofá, coloqué mi manta encima de mi cuerpo a modo de escudo para que nada pudiera hacerme daño y me enfrasqué en una aventura, en la resolución de un misterio, que no pude abandonar hasta que desentrañé quién había sido el culpable del asesinato.
Al separar los ojos del papel la magia había aparecido. Fuera nevaba y estaba empezando a cuajar. El mundo real había tomado aspectos de la novela, de la nieve que rodea al tren, y me deleitaba el destino con una sonrisa de complicidad por el regalo que me acababa de hacer.
Desde ese día quise leerme toda la obra de Agatha Christie y, a no ser que ser que algún otro libro rebelde se haya escapado de mis manos, he navegado por todas sus páginas.
Ese fue el primer año que leí una novela de Agatha Christie en Navidad y, desde entonces, todos los años me ha acompañado esta escritora en mi viaje entre luces por las calles. El año pasado fue la primera vez que no tuve ninguna historia nueva que descubrir. No importa. Agatha es para mí lo que el espíritu a la Navidad. Algo inseparable, algo que se alimenta del otro.
Para mí, Agatha Christie es la chispa que enciende mi espíritu navideño cada diciembre. ¿Cuál es la novela que os hace sentiros así a vosotros?
ARTÍCULO ESCRITO POR:
CARMELO BELTRÁN
Storyteller | Charlo de literatura en YouTube y en mi blog | Escribo historias | Hablo de tecnología en el iSenaCode Podcast | Estudio Derecho y ADE
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