Morella se encuentra en una cima al cual se llega por carretera, se debe dejar el coche en el parking exterior, ya que las calles de la ciudad son estrechas y a ellas sólo pueden acceder los residentes. Se entra por la Puerta de San Miguel, en esta fachada ya se puede entrever lo que nos vamos a encontrar en el interior de las murallas. Además, desde allí podéis divisar el maravilloso acueducto, que en su día ofrecía agua a la ciudad.
Justo nada más entrar se encuentra el Museo de los Dinosaurios y la oficina de Turismo, donde os informarán de todos lo que vais a encontrar, aunque lo mejor es perderse por sus callejuelas y encontrar diferentes tiendas donde comprar los productos típicos de la región como quesos y embutidos. Nosotros compramos quesos de cabra y de oveja y tengo que confesar que me decepcionaron un poco, ya que eran demasiado suaves para mi gusto.
Subiendo hacia la zona del Castillo, encontraréis el Ayuntamiento, donde podéis observar los gigantes, algo típico de las festividades de la zona, así como la Basílica de Santa Mayor. Cuando llegamos estaba cerrada, pero me quede con ganas de verla por dentro, ya que la fachada es alucinante.
Finalmente, coronando la ciudad se encuentra el castillo, aunque hay que subir varias cuestas merece la pena, lo único que no entramos porque íbamos con el tiempo justo y costaba 3,50 euros entrar. Una ciudad preciosa en la que nos quedamos con ganas de volver, sobre todo de noche, ya que vimos más de una fotografía de la ciudad nocturna que nos dejó con la boca abierta.
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