La chica danesa es un drama basado en la verdadera historia de una pareja de artistas daneses, Einar y Gerda Wegener. Hay dramas que me gustan, pero si no hay algún detalle que me llame la atención, no suelo prestar atención a ninguno de ellos.
En ese aspecto, La chica danesa tiene bastantes elementos en contra; quizás, los más importantes son el argumento y el título, sobre todo el último. No ayuda en nada a que me hubiese fijado en semejante propuesta, es la clásica película de la que me suelo hacer una idea preconcebida y, por ende, errónea.
Cuando Einar sustituyó a la modelo femenina que su mujer, Gerda, tenía que pintar. Cuando los retratos resultan ser un éxito, ella anima a su marido a adoptar una apariencia femenina. Lo que comenzó como un juego llevó a Einar a una metamorfosis inesperada.
Ni siquiera despertó mi curiosidad que Alicia Vikander, protagonista de la película y actriz del momento -a la que hemos visto en trabajos tan recientes como Ex Machina o Operación U.N.C.L.E- ganase el Oscar a mejor actriz de reparto en la pasada edición de los premios de la Academia con su interpretación de Gerda Wegener.
Fue la recomendación directa de un amigo, insistiendo en bastantes ocasiones, dicho sea de paso, antes de que llevase a cabo el visionado de esta obra. Porque tal y como se lee en la sinopsis, la historia no ofrece nada sustancial a lo que agarrarse inicialmente.
De hecho, no considero que el film aporte una buena historia, puede presumir de elementos técnicos como la genial fotografía de Danny Cohen (La habitación), la banda sonora de Alexandre Desplat (El curioso caso de Benjamin Button) y la lograda parte estética, que incluye una elaborada caracterización de los personajes y una cuasi perfecta recreación de la época en la que se ambienta el film.
Sin embargo, La chica danesa es una película de personajes, no de situaciones. El film, para mí, se sostiene básicamente gracias a la interpretación de ambos actores principales, Eddie Redmayne (La teoría del todo) y Alicia Vikander (Ex Machina) que encarnan a Einar y Gerda, respectivamente.
En lugar de las propias situaciones que propone su historia, dicha pareja, son los que mantienen la película en una posición, no diré privilegiada, pero sí, media-alta en sus dos horas de duración. Únicamente, creo que su desenlace nos ofrece algo a lo que aferrarse por encima de los personajes.
En resumen, La chica danesa es un film que, a pesar de su tono tremendamente cursi en distintos tramos de la historia, consigue entretener lo suficiente al espectador.
Una película que aborda la belleza desde el punto contrario, la belleza se marchita, la naturaleza no siempre es como debiera ser, o al menos como uno se siente por dentro. Pero no todas las transformaciones tienen porque ser visualmente horribles ni horripilantes para albergar un toque grotesco.
Hay ocasiones, en que lo conceptual puede impactar por encima de lo visual, analizando la situación, La chica danesa no muestra nada impactante, pero planta una semilla oscura en nuestra mente. En ese aspecto creo que la película se marca un buen tanto, atiende con acierto una fusión entre lo artístico y la belleza humana pero con un pequeño tono bizarro, un punto por el que entiendo la recomendación directa de mi amigo.
Desde luego, no pasa a ser de mis películas favoritas, pero la idea preconcebida, a la que también se le llama prejuicios, me ha jugado una mala pasada en esta ocasión antes del visionado.