Tengo muchos posts pendientes, pero este fin de semana por fin nos ha dado una tregua el "largo y cálido verano" madrileño y hemos podido hacer una escapada que tenía ganas de hacer desde que el año pasado Johana de Mamás Viajeras publicó unas fotos en Instagram ideal de la muerte (como es ella) jugando con sus hijos entre campos de lavanda.
Y yo, que no soy tan ideal de la muerte y que me pasé años intentando que sobreviviese alguna de las miles de plantas de lavanda de mi jardín sin ningún éxito, tenía que conocer ese lugar.
Castilla para mí siempre ha sido ese gran desconocido, pero Castilla la Mancha para una gallega como yo, es como el planeta Marte, así que es de los sitios que más estamos disfrutado conociendo. Ya os conté hace un tiempo nuestra ruta por los molinos del Quijote y hoy os cuento nuestro corto y violeta viaje a la Alcarria.
Porque si sois lo suficiente valientes para no asustaros del calor de Julio, en un par de semanas estas plantas estarán en su máximo apogeo y tendrá lugar en Brihuega, muy cerca de Guadalajara el "festival de la lavanda", con concierto y cena en los mismos campos al atardecer que tiene que merecer mucho la pena.
Y si sois menos valientes con el sol de Julio como yo, sólo hay que esperar a que salgan un par de nubes para dar un paseo por este campo que pasa de amarillo a morado en segundos y que acabará con la tarjeta de memoria de tu cámara seguro :-)
¿y por qué merece la pena conducir casi una hora desde Madrid? pues porque además de los campos, el pueblo de Brihuega es un buen sitio para dar un paseo, descubrir algunas de las múltiples fuentes que parecen sacadas de un cuento de Disney y no dejar de pasar por el museo de las miniaturas. Uno de esos sitios que nunca imaginarías encontrar en medio de Castilla la Mancha, y cuya historia daría para un par de novelas. España tiene estas cosas, no sé de qué modo un niño nacido aquí en 1913 decidió que sería hipnotizador y coleccionista de miniaturas, pero lo cierto es que en su Museo, dentro de un antiguo convento podréis ver una copia de la última cena pintada en un grano de arroz, un par de pulgas vestidas (de verdad, vestidas) o la casa de muñecas más pequeña del mundo. El museo merece mucho la pena si viajas con niños o si simplemente os interesan las historias curiosas.
Y con este post que no pensaba publicar en un principio creo que empieza a ser un buen momento para crear la sección #alrededoresdemadridparaprincipantes :-) o para gallegos a los que Castilla (y todo en general) nos quedaba muy lejos. Porque hay mucho bueno por descubrir cerca de la ciudad y con sitios así, no me digáis que no dan ganas de echarse al campo; y eso que en las fotos no se puede oler...