Una breve historia de la plaza de San Pablo de Valladolid


La plaza de San Pablo es uno de los rincones históricos más destacados de la ciudad de Valladolid y, por tanto, un alto imprescindible en cualquier recorrido por ella.

Aunque el tiempo ha hecho mella en su morfología original, este espacio urbano fue configurándose a lo largo de la Edad Media hasta acabar convertido, en torno al siglo XVI, en el espacio público por excelencia del Valladolid cortesano. Hoy es un auténtico punto neurálgico de visita imprescindible para cuantos viajeros quieren disfrutar de los rincones más singulares de la ciudad.

Su historia arranca cuando en 1276 se instala en ella el convento dominico de San Pablo, extramuros de la cerca medieval que en aquel entonces rodeaba a una ciudad en plena formación, del otro lado de la puerta por la que se salía hacia la localidad de Cabezón. A esta fundación, impulsada por la reina doña Violante, vino a sumarse el cariño que también demostró la reina doña Catalina de Lancaster, viuda de Enrique III, al solicitar del convento terrenos en los que levantar un palacio destinado a alojar la mocedad de su hijo Juan II, que pasó gran parte de su vida en Valladolid. Aquel palacio, desaparecido tiempo después, tuvo un papel muy relevante en la querencia que los reyes y la nobleza comenzó a mostrar por la ciudad, acogiendo entre sus paredes importantes acontecimientos históricos, como la muerte de la propia reina doña Catalina, el 2 de junio de 1418, la boda del príncipe Enrique IV con la infanta doña Blanca de Navarra, el 15 de septiembre de 1440, o la muerte del propio rey Juan II de Castilla, el 21 de julio de 1454.

Sala del Proyecto de Rehabilitación del Colegio de San Gregorio. Maqueta de la plaza de San Pablo. Museo Nacional de Escultura. Valladolid. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
Sala del Proyecto de Rehabilitación del Colegio de San Gregorio. Maqueta de la plaza de San Pablo. Museo Nacional de Escultura. Valladolid. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego

Sin embargo, la plaza aún tardaría casi un siglo en alcanzar la fisonomía palaciega que acabó por convertirla en el escenario donde tuvieron lugar los actos más solemnes y exquisitos que conoció la ciudad. Tras el derribo de aquel palacio, y el deslinde de una parte de las huertas que pertenecían al convento, llegó la construcción de la actual iglesia de San Pablo y de la impresionante fachada de estilo gótico hispano-flamenco ideada por Simón de Colonia. Concebida como un retablo al aire libre, esta fachada ha servido como lujoso telón de fondo a múltiples ceremonias religiosas, festivas, regias y cortesanas.

Al mismo tiempo que se va produciendo esta transformación, el entorno de la plaza y también su propio perímetro ve cómo se levantan, lenta pero ininterrumpidamente, los inmensos caserones palaciegos que las familias más influyentes de la ciudad intentan asentar en un área con una vecindad cada vez más distinguida: los condes de Miranda, los condes de Villena, los condes de Benavente, de Gondomar, los Vivero? Uno de estos caserones palaciegos, situado en uno de los costados de la plaza, es el que pertenecía a don Bernardino Pimentel y Enríquez. La relación, casi familiar, que mantenía con el emperador fue la razón para que Carlos I eligiera su casa durante sus estancias en la ciudad. Hasta el punto de que fue en ese palacio, posteriormente propiedad del conde de Ribadavia y los marqueses de Camarasa, donde nació, el 21 de mayo de 1527, el hijo de la joven pareja Isabel de Portugal y Carlos I, Felipe II.

Palacio de Pimentel. Valladolid. Castilla y León. España © Javier Prieto Gallego
Palacio de Pimentel. Valladolid. Castilla y León. España © Javier Prieto Gallego

Pero, sin duda, fue durante el reinado de Felipe III y el asentamiento de la Corte en Valladolid cuando la plaza alcanzó su mayor grado refinamiento cortesano. Entre las transformaciones más notables realizadas entonces figura la unión de todos los palacios que acotaban este espacio mediante pasadizos que permitían transitar de unas estancias a otras. En aquella época era también muy frecuente la construcción de pasillos elevados por los que desfilaban las comitivas en ocasiones solemnes y que, en este caso, se alargaban desde la plaza hasta las orillas del Pisuerga, por la actual calle de San Quirce, para facilitar el tránsito de los reyes hasta el palacio de recreo que tenían en la otra orilla del río, en la conocida como Huerta del Rey.

En uno de los costados de la plaza, con la silueta de un cedro centenario como telón de fondo, preside la plaza la estatua de Felipe II, copia en bronce de un modelo original realizado por Pompeo Leoni que se encuentra en el Museo Nacional de El Prado.

Estatua de Felipe II frente a la iglesia de San Pablo. Valladolid. Castilla y León. España © Javier Prieto Galleg
Estatua de Felipe II frente a la iglesia de San Pablo. Valladolid. Castilla y León. España © Javier Prieto Galleg

ACCEDER A LA PLAZA

La mejor forma de alcanzar la plaza de San Pablo, en pleno casco histórico de la ciudad, es hacerlo a pie dejando el vehículo particular en alguno de los aparcamientos públicos del entorno. Desde la plaza Mayor se llega andando en no más de diez minutos por la plaza de Fuente Dorada, y las calles de la Bajada de la Libertad y Angustias.

****

¿Te ha gustado este artículo?

****

Fuente: este post proviene de este blog, donde puedes consultar el contenido original.
¿Vulnera este post tus derechos? Pincha aquí.
Creado:
¿Qué te ha parecido esta idea?

Esta idea proviene de:

Y estas son sus últimas ideas publicadas:

Cómo hacer el sendero señalizado que recorre las minas de carbón abandonadas de la comarca burgalesa de Juarros Texto y fotografía: JAVIER PRIETO GALLEGO Negro como el carbón que guardaba para sí la ...

Texto y fotos: Javier Prieto Gallego Sumergirse en el silencio que inunda el incomunicado valle por el que discurre en sus últimos kilómetros el río Águeda antes de entregar sus aguas al Duero; escuch ...

Recomendamos