Combarro está situado en una base granítica en forma de media luna cuyos extremos están “combados”, de ahí su nombre. No hay que buscar grandes monumentos en Combarro, su encanto está en el conjunto de arquitectura popular que atesora.
La actividad del pueblo gira entre dos polos, la agricultura y la pesca, y su arquitectura está adaptada a los mismos.
La escasez de terreno cultivable impulso a los habitantes de Combarro a levantar sus viviendas en lugares no aptos para la agricultura. Así, las casas y los hórreos se apelotonan en la zona de terreno granítico a orillas del mar, dejando los terrenos fértiles disponibles para la actividad agraria.
El pueblo entero parece un monumento a la vida marinera, está volcado al mar, con las construcciones en la misma línea costera y algunas calles cuyo extremo se pierde bajo las aguas con marea alta.
Los hórreos, como las pallozas, son una de las nuestras típicas de la arquitectura popular gallega, y como ellas también han ido adaptando su diseño a los materiales disponibles y las funciones a las cuales estaban destinados.
Se trata de una construcción de planta rectangular, con tejado de teja a dos aguas, sostenida por cuatro pilares que las aíslan de la humedad del suelo y protegen de los roedores el grano de maíz o el pescado allí almacenado.
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Sus paredes tienen oberturas para que el aire ventile el grano y se sequen los boquerones, las sardinas y otros pescados de la ría.
Combarro es el único lugar de Galicia donde los hórreos están utilizados para fines marineros, además del tradicional almacenamiento de alimentos. El nombre con el que también se les conoce, “palleiras”, evoca los tiempos en que, en lugar de tejas, estaban cubiertos con paja, como las pallozas.
El tejado suele estar rematado por dos cruces en ambos extremos, reflejo de la tradicional religiosidad gallega. El visitante los irá encontrando al albur de su andadura por el pueblo; en Combarro hay unos treinta, la mayoría de ellos construidos al borde del mar.
Las casas marineras del pueblo son de piedra y de pequeñas dimensiones, condicionadas por la escasez de terreno. Se apiñan, con sus solanas balconadas, en la línea de la costa o en las estrechas calles porticadas de la población, que muchas ocasiones tiene la dura piedra granítica como único poder pavimento.
No solo la arquitectura evoca el mar en Combarro, sino que el visitante encontrará continuamente actividades marineras. Las mujeres bajan a marisquear con la marea baja o a reparar las redes en las calles y en los muelles. La salida y la llegada de los barcos de pesca es un espectáculo del que nunca se cansará el visitante curioso. Por otra parte, los lugareños salen al mar a pescar en sus pequeñas embarcaciones con la misma naturalidad con que el urbanita visita el supermercado de su barrio.
El centro del casco el casco histórico de Combarro está presidido por la iglesia parroquial de San Roque, una construcción del siglo XVIII, junto al crucero de San Roque, con una imagen del santo y de su perro, “San Roquiño”.
En principio, se trataba de un simple oratorio, puesto o bajo la advocación de San Sebastián. No obstante una epidemia que diezmo la población llevó a los lugareños a cambiar de valedor y ponerse bajo el patrocinio de San Roque, el protector contra las pestes y las enfermedades.
Los Crucerios
Los cruceiros son una construcción religiosa típica de Galicia y de otras regiones de origen celta. Tienen un origen precristiano, si bien la Iglesia los integró en su iconografía.
Solían ponerse en los cruces de caminos, para proteger a los viajeros de los malos espíritus y las meigas. Constan de gradas con escalones, una base cúbica, con epigrafías relativas a su construcción, el fuste y el capitel que sostiene la cruz.
En Combarro las cruces presentan en una cara a Cristo mirando tierra adentro, y en la otra, a la Virgen mirando hacia el mar, como si quisiera proteger bajo su manto a los marineros del pueblo.