cuando navegue una vez más el mar en donde nadé con mis lagrimas,
cuando le sea imposible al agua desmoronar el muro que le impidio a mi sonrisa crecer,
habré jugado con mis miedos sin triunfar
Los anclajes que suturan mis heridas,
extirparan lo que mi alma aclama y mi cuerpo solloza,
no habrá lugar para el vacío y sequedad de mis labios,
y en un instante protagonizarán las rasgaduras de tu piel
Cuando los colores se tornen grisáceos a mis pupilas,
me perderé en el sonido de las hojas secas,
en el aullido de los lobos perdidos en la inmesidad del bosque,
en el vacío de mi cuerpo,
en el desamor que aún no me abandona...
Me esconderé detrás de las persianas,
detrás de mi sombra,
de mis miedos,
en el cejale del crepúsculo que desvía miradas,
en el amor que dejé ir
En mi descenso,
arrancaré piel fina y muerta de mis labios,
probaré la sangre que por ellos ha de correr,
guardaré mis uñas amarillentas cada vez que deseen tu espalda,
vestiré de pena al caer la noche...
En mi descenso,
romperé en llanto una vez más al saber que he muerto y jamás logré vivir en paz,
al saber que siempre supe lo que nunca creí saber,
al saber que cada noche al escribir en mi viejo cuarderno
mi alma explotaba, me hacía ciega a la realidad,
al saber que justo en ese momento, al tomar el lapiz, al caer rendida encima de mis brazos,
lograba vivir y jamás lo percibí.
Al saber que me iría, cargada en rencor,
de tristeza,
al saber que me iría cargada de ti.