cuando el ruiseñor cantaba agobiado ante mi
¡Maldición!
Juego a crear un monstruo
al lado derecho de mi pecho,
zigzaguea entre sabanas de sangre y caduca al sentir una vil pulsión.
Paredes blancas aparecen cerca de mi exilio,
se doblan
me dan un paso estrecho a la libertad ficticia.
Mientras mis venas se hacen cíclicas
he de carecer aceptación,
incluso en mis momentos lúcidos,
suelo extrañarme...
Se hace un espacio ante mi,
ante la ironía de buscar un significado de algo que no existe,
desgarra sin vacilar lo que he de ofrecer
cuando el putrefacto olor que humedece mis píes,
no deja huellas.
Mi garganta juega a secarse, a dejarme sin habla y justo allí,
mi lucidez se desvanece ante un cuerpo que desvía la perspectiva evasiva
que ensordece mi alma,
evapora mi rostro
y una vez más,
aparece la maldita sonrisa indemne dibujada en mi, aunque esta vez
no va a fallarme.