Como aviso siempre, al ser la tercera parte de una saga, puede contener algún spoiler de los anteriores libros, por lo que no os recomiendo la lectura de esta reseña si aún no habéis llegado por lo menos al segundo libro. Avisados quedáis!
Aunque en esta parte tenemos un nuevo caso, está relacionado con las dos novelas anteriores, así que haré una breve introducción: en esta ocasión todo empieza con el asesinato de un bebé al que al principio se atribuye el fallecimiento a "muerte de cuna". Cuando en el funeral el padre intenta llevarse el cadáver de la pequeña escondido en una mochila, se descubre que han habido otros casos similares en la región. Al parecer las niñas eran consideradas ofrendas en rituales...
En esta entrega, Amaia Salazar se deja por el camino tanto misticismo para ir directa a por una novela negra con todas las de la ley. Es inevitable que esté por allí la tía Engrasi con sus cartas de tarot, el Basajaun silbando por allá y que de nuevo religión, ciencia y mitología tengan mucho que ver en la novela, así como las llamadas de Dupree que ya aceptamos como consejero internacional de Amaia, pero estamos hablando de una novela con acción, misterio por resolver, la muerte de uno de los personajes principales y de un malo que se le ve venir desde la mitad de la novela, pero se le perdona porque disfrutas del recorrido.
En "Ofrenda a la Tormenta", Dolores Redondo quita bastante rápido de escena a James y a Ibai en un viaje a Estados Unidos, dejando a Amaia sola con su inevitable deseo por el juez Markina y ya os podéis imaginar como acaba, porque ya se veía desde el segundo. Es bastante sorprendente que en ningún momento Amaia se siente culpable por lo que le está haciendo a James, ese marido perfecto que reverenciaba en la primera parte de la novela, y que apenas eche de menos a Ibai, cuando en la segunda lo mencionaba cada dos por tres.
Dejando de lado los sentimientos de Salazar, se agradece la incorporación del resto del equipo policial a la investigación, ya que al principio de esta trilogía parece que sólo trabajen ella y Jonan. Montes, Iriarte y Zabalza cumplen su tarea policial, aunque ella sigue siendo la "poli estrella" como la llamó Zabalza y eso no lo quita nadie, aprende a delegar en sus compañeros y el ritmo de la novela lo agradece.
Lástima que, en mi opinión, el final queda un poco hecho con prisas, y ya queda bastante claro que pese a que su labor en Baztán ha finalizado, tendremos más novelas de Salazar. ¿Puede que un viajecito a Estados Unidos...?