Y cuatro películas después, llega el spin-off de la Monja. Un personaje que causó consternación en la segunda entrega de El Conjuro y que consideraron que sería buena idea hacerle una película. ¿Realmente fue buena idea? Lo dudamos. En ocasiones, los directores buscan exprimir demasiado un personaje, hasta que deja de ser bueno. En la cinta, pudimos observar ciertas incongruencias y trama forzado para generar un filme aterrador. Sin embargo, a diferencia de El Conjuro, no se juega tanto con el miedo y la imaginación, sino más con la presencia del personaje y una historia alrededor de él.
Todo inicia cuando, en Rumania, ocurre el suicidio de una monja, acontecimiento que se considera un grave pecado por la Iglesia. Ahí es cuando entra en acción el Padre Burke, encargado de investigar estos sucesos paranormales y de verificar si el lugar sigue siendo “Tierra de Dios”. Para el viaje, asignan a una hermana que no ha tomado aún los votos, Irene, para que acompañe al padre Burke, pues poseé algunas cualidades para detectar anomalías.
Y así es como, innecesariamente, se dirigen a Rumania para encontrar a la única persona que encontró el cuerpo de la Monja que se suicidó para que los guíe al lugar.
¿Es entonces la más terrorífica? No. El filme abusa de repente del recurso sorpresa, utilizando gritos y rostros terroríficos y no juega tanto con la imaginación ni los propios miedos del espectador. El resultado: una película para pasar el rato, llevarse sobresaltos y olvidarse de ella.