¿A quien con tantos susurros perturbaban?
¿A quien con un leve soplido volaban? ¿A quien con un lagrima bañaban?
Acaso… ¿Era yo? O ¿Era quien hacia ver, quien creia ser,
Era literalmente un demonio que se fundia en mi, un ser espeluznante, de esos a los que un par de muñecos agobiados atormentaban.
Era… ¿Mi alma? O ¿Eso pensaba? Si, si que lo era, no prentendia decirlo, sabe como hacerme obedecer, soy su pequeño y delicioso reén.
Me come, me enloquece, me vuelve quien quiero ser, o… En lo que quiero convertirme un dia no muy lejano. Lejos, para mi, es a dos pasos, pero y… ¿cerca?
Esto me daña, me enferma, pero se siente bien.
Es como tener dos aguijones que pelean por ver quien se entierra primero en el pulgar.
Suelo llamarlo, intento cominicarme, hablarle… Escuchos varias voces, en mi, muy dentro.
Espera… Ahora no es solo un demonio, son dos. Ahora son dos.
Pero me gusta, me gusta ese dolor, tanto como ver la noche, sin luna, sin estrellas, sólo las centellas la tierra iluminar.
Me pide que me calle, que el es quien me domina. Pero en su lasciva boca, con un voluptuoso halago, me toma de un solo trago, y se alegra, sabe que somos uno. Pero solo el…
Ese demonio, me estampa de felicidad, una solamente superficial.
Y ¿la emocional? En susurros escucho mil veces por segundo “No, tu no eres feliz, demuestra serlo” Y si, eso me calma…
Ironico, pero mi felicidad aunque el no lo sepa, Es que aun habite en mi, estando debajo de la tierra, en una pequeña caja de madera, a la que el le llama “Hogar”.