La falta de oxígeno a partir de los 2.500 metros afecta considerablemente a nuestro cuerpo con síntomas que incluyen dolor de cabeza, mareo, pérdida del apetito y el sueño entre otros. Para combatirlo, aparte de una lenta aclimatación a la altura, se recomienda el consumo de coca, ya sea en forma de infusión, caramelos o al natural. Nosotros elegimos este último procedimiento por ser el que han usado los peruanos desde hace milenios. Para sacar provecho a sus beneficios debemos "chacchar" o masticar varias hojas junto con un pedacito de la piedra que incluye la bolsa. llamada lejía, y que actúa como activador de los principios de la hoja.
Mientras mascábamos la hoja nuestro vehículo iba subiendo sin parar por carreteras que nos ofrecían paisajes espectaculares.
Hicimos varias paradas en el camino, para aclimatarnos a la altura y para ver nuestras primeras vicuñas, llamas, alpacas y guanacos. Al atravesar la Reserva Nacional de Salinas y Aguada Blanca, pudimos disfrutar en varias ocasiones de estos animales que pastan en libertad en lugares como la Pampa Cañahuas, a unos 4.000 metros de altura.
Un poco más adelante nos detuvimos en un bar para tomar una infusión de hojas de coca y descansar antes de seguir nuestro camino.
Gracias a que nos movíamos en un autobús pequeño, nuestro conductor podía detenerse para que observáramos de cerca a los animales que pastaban tranquilamente cerca de los arroyos.
A 4.910 metros sobre el nivel del mar se encuentra el Mirador de los Andes.
Desde este punto es posible admirar gigantescos volcanes de hasta 6.000 metros de altura como el Misti, el Chachani, el Sabancaya o el Ampato.
Y justo a tiempo para comer llegamos a Chivay. Fue aquí donde probé por vez primera la deliciosa carne de alpaca acompañada de una causa limeña y una cusqueña de trigo.
Tras dejar nuestras maletas en el hotel fuimos a dar un paseo por el pueblo, famoso por su danza de los wittis.
Su centro es, como no, la Plaza de Armas, en cuyo centro se levanta una enorme fuente.
Detrás encontramos la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, sencilla iglesia con un interior espectacular.
Andamos por el pueblo...
Y cruzando el Puente Inca, construido en el periodo Tahuantinsuyo sobre el río Colca, (siglos XV y XVI) para que el Inca pudiera acudir a las aguas termales...
Seguimos un empinado sendero que nos lleva al mirador de Chivay Ruinas, desde donde tenemos una preciosa vista del pueblo y del tramo del Cañón del Colca.
El siguiente día seguimos camino, parando para disfrutar de una de las estrellas del viaje, La Cruz del Cóndor.
En pleno Cañón del Colca, se sitúa este mirador que es parada obligada para cualquier visitante que recorra el país y quiera vivir una experiencia única e irrepetible.
Localizadas a una altura de 1.200 metros de altura, las terrazas de este punto de observación, miran hacia el fondo del cañón formado por los acantilados que esconde el río Colca y de cuyas profundidades emergen diariamente, cada mañana, los cóndores que inician su jornada en busca de alimento.
Rodeados de montañas y volcanes de nieves perpetuas, que llegan a alcanzar más de 3.000 metros, loa viajeros nos sentimos agradecidos e impresionados por el espectáculo que nos brinda la naturaleza, ansiosos de poder disfrutar del vuelo del majestuoso cóndor.
Aprovechando las corrientes de aire caliente que se elevan desde el fondo del cañón, el cóndor andino, la segunda ave más grande del mundo, que puede alcanzar los 3,5 metros de envergadura, suben desde lo más profundo del cañón en un suave y lento vuelo que los sitúa durante unos minutos frente a los ojos de los espectadores.
Considerado por los incas un ave sagrada que comunicaba el mundo terrenal con el de los dioses, el cóndor ha seguido presente en las banderas de países como Bolivia, Chile, Colombia y Ecuador como símbolo de fuerza y grandeza.
Es fundamental estar en el lugar entre las 8 y las 10 de la mañana, ya que es el momento en el que el cóndor sube para dirigirse a la costa, lugar donde consigue la mayor parte de su alimento.
Dejamos atrás la Cruz del Cóndor y nos dirigimos al pueblo de Maca, donde nos detuvimos a descansar y tomar algunas fotos del pueblo.
Punto de inicio de varias rutas de senderismo por los volcanes que rodean el pueblo, su principal atractivo es la iglesia de Santa Ana, que data de 1759, aunque el templo colonial que hoy vemos es fruto de varias reconstrucciones posteriores necesarias tras los daños ocasionados por incendios y terremotos.
Y fue aquí donde conocí a Camila, que no pudo resistirse a posar conmigo...
También aprovechamos para seguir disfrutando de la maravillosa gastronomía peruana...
Seguimos camino hacia Puno, haciendo un alto en el precioso mirador de Lagunillas...
La zona es abundante en pequeños lagos y embalses y es sorprendente que aves como los flamencos puedan haberse adaptado a esta altitud de casi 4.500 metros.
Y llegamos a la ciudad de Puno, punto de partida de las excursiones al Lago Titicaca.
Un poco caótica, arquitectónicamente hablando, la ciudad de Puno tiene una hermosa Plaza de Armas, muy cuidada y limpia cuya estrella es la Catedral, un valioso ejemplo del estilo mestizo mezclado con barroco, que se levantó en el siglo XVIII.