Se encuentra situada a 10 km. de Daimiel en la vega del río Azuer (afluente de la cuenca del Guadiana), a unos 300 metros de su orilla sur. Constituye el yacimiento más representativo de la Edad del Bronce en La Mancha (2200-1300 a.C.), dentro de una tipología de asentamiento único en la Prehistoria, las motillas. Éstas reciben su nombre porque forman una elevación artificial dentro de un espacio circundante eminentemente llano. Las motillas fueron construcciones singulares y especiales en La Mancha durante esta etapa.
Fue declarado bien de interés cultural en la categoría de zona arqueológica el 20 de junio de 2013. La publicación del acuerdo de aprobación se produjo el 03 de julio de 2013 en el Diario Oficial de Castilla-La Mancha.
Vista aérea tras las lluvias de la Motilla del Azuer, sacada de http://motilladelazuer.es
Las Motillas
El origen de las motillas estriba en un cambio climático que hubo en torno al año 2000 y 1800 a.C. que transformó el entorno volviéndose árido y seco, y en el que el agua de los ríos y arroyos dejó de fluir, para paliar esta sequia se inició la construcción de una red de pozos que explotaba el agua subterránea. Se trata de la primera cultura hidráulica de Europa, y lo que se denomina Cultura de las Motillas.
Se han documentado unas 32 motillas localizadas en las provincias de Albacete y Ciudad Real, la mayoría en ésta última, donde se las podemos encontrar separadas entre sí entre 4 y 5 kilómetros, destacan las motillas de Las Cañas (Daimiel), Los Romeros (Alcázar de San Juan), Los Palacios (Almagro), El Retamar (Argamasilla de Alba), El Acequión (Albacete), en el término de Daimiel existen 8, siendo la de Azuer la más significativa y la única visitable. La Motilla del Azuer ha sido excavada en dos periodos entre 1974-1986 y 2000-2010.
Descripción
El poblado controlaba y explotaba un territorio que permitía el acceso a recursos productivos básicos, como tierras potencialmente óptimas desde el punto de vista agropecuario, abastecimiento de agua captada del nivel freático, o el control de rutas naturales, vitales para los intercambios referidos a grupos prehistóricos.
El paisaje estaba constituido por encinas, quejigos, robles y alcornoques y arbustos como enebros, lentiscos, madroños y jaras, alternándose con campos de cultivo o espacios abiertos. Entre la fauna presente abundarían los ciervos, jabalíes, liebres y conejos. Se ha documentado también la presencia de carnívoros como el lince, gato montés, tejón, zorro, o aves como la avutarda o la perdiz, junto con diversas anátidas y rapaces.
Las actuaciones arqueológicas realizadas en el yacimiento han permitido delimitar dos espacios diferenciados:
· El primero de ellos corresponde con un recinto interior fortificado de entre 4 y 10 metros de altura. El espacio fortificado, con un diámetro de 40 metros, está configurado por una torre central cuadrangular de 12 metros de altura, en torno a la cual se disponen tres líneas concéntricas de murallas. Se trata de un complejo sistema defensivo realizado fundamentalmente con piedra caliza y barro. Una de las peculiaridades de la Motilla del Azuer es el aspecto laberíntico de su recorrido interior, articulado por un complejo sistema de rampas, pasillos y escaleras Estas murallas protegían un conjunto de estructuras donde se gestionaba y controlaba las actividades económicas del yacimiento. De entre estos elementos destacan los grandes silos de almacenaje, con una capacidad en torno a los 6 m³, donde se conservaban productos como cereales, entre los que se encuentran diferentes tipos de trigo y cebada, o leguminosas como lentejas, guisantes o chícharos; así como también hornos para la cocción de la cerámica, el tostado de cereales o la producción metalúrgica. También se documenta la presencia de una cabaña ganadera compuesta mayoritariamente por ovicápridos, seguida en importancia por bóvidos, caballos, cerdos y perros.
La línea de fortificación más externa, circular y concéntrica a los sistemas defensivos, presenta en su última fase de construcción un paramento de grandes bloques de caliza. El acceso al interior del área fortificada desde el poblado se realizaba a través de pasillos paralelos a las murallas.
Especialmente significativo es el gran patio trapezoidal situado al este de la fortificación, y en cuyo interior se encuentra un pozo para la obtención de agua. Conforme los niveles hídricos bajaban en aquella época, los habitantes de las motillas accedieron a los niveles más bajos del nivel freático del agua por medios de pequeñas rampas descendiendo más y más en el subsuelo, superando según datos del yacimiento, los 14 metros de profundidad. Con sus más de 4000 años de antigüedad es la estructura hidráulica más antigua documentada en la Península Ibérica. Satisfacía así las necesidades de la población a través de la perforación de las terrazas del río hasta llegar al nivel freático.
· Al exterior del núcleo fortificado se emplazaban las viviendas, en un diámetro de unos 50 metros, en el que se documentan diferentes cabañas, hogares y fosas de desperdicio. Estas casas presentan planta oval o rectangular, con zócalo de mampostería y alzado de barro, y, ocasionalmente, postes embutidos en los muros. Asociado a este espacio se localizan grandes áreas abiertas dedicadas a diferentes actividades de almacenamiento y a trabajos de producción, con presencia de fosas y restos de hogares, silos excavados en el suelo y hornos. Los análisis desarrollados en diferentes investigaciones han permitido establecer una ocupación formada por un grupo de algo más de cien individuos. Además coincide mayormente con la necrópolis, ya que se han documentado enterramientos bajo el suelo de estas casas, en torno a las mismas, o adosadas a la muralla exterior, esta distribución de los enterramientos es un ritual frecuente en la mayoría de culturas de la Edad del Bronce en la Península. Se han encontrado 61 sepulturas. El ritual funerario responde a la inhumación de un solo cadáver en posición lateral flexionada con aparente y escaso ajuar. Las fosas eran o bien revestidas por muretes de mampostería o lajas hincadas, que en ocasiones se adosaban a los muros de las viviendas o a los paramentos exteriores de la fortificación. Algunos niños se depositaron en el interior de vasijas. Los ajuares son escasos y poco representativos, constituidos por vasos de cerámica, puñales de remache y punzones de cobre arsenicado.
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