Me ha encantado este texto, por ello he decidido que sea el publicado. Muchísimas gracias a todos y cada uno de vosotros por vuestro interés, por vuestra pasión por escribir y por toda vuestra magia. Antes de recibir el mail de Sara, tenía muchas dudas sobre cuál escogería, porque todos eran especiales, pero al leerla a ella dejé de tenerlas. Disculpad el retraso en publicar, esto estaba previsto para el 1 de mayo, pero bueno, más vale tarde que nunca.
Espero que os guste.
M.
A veces manejamos la complejidad de emociones, sentimientos y deseos que se ponen en marcha en el marco de las relaciones sentimentales en base a montones de mitos e ideales, lo que puede impedirnos disfrutar de ellas.
A estas alturas tengo claro que el “Para toda la vida” lo he traducido como “Ahora”, y mi “Media naranja” se ha convertido en “Esa(s) persona(s) que en este instante es significativa para mi”. Al final podría resumirlo en “Vive el presente con esa(s) persona(s) con la que compartes momentos que hacen que tu vida sea mejor con ella(s) que sin ella(s)”.
Sin embargo, a veces, esa complejidad de las relaciones comienza con el mismo miedo a amar, a darnos la oportunidad de probar, de acercarnos y ver qué pasa. Cada experiencia que vivimos es una más cargada en la mochila personal que llevamos colgada a nuestras espaldas. Esas experiencias forman unos modos de hacer, unos guiones, que no son sencillos de identificar. Es más, aun identificándolos, modificarlos tan sólo se logrará si queremos hacerlo, y en base a prueba y error.
Hace un tiempo, inmersa en la (re)construcción de otras formas de gestionar mis miedos, fueron apareciendo emociones que, en palabras, se fueron ordenando más o menos así:
Me acostumbré a pensarte unos minutos al comienzo y al término de cada nuevo día. Me acostumbré a esquivar tus miradas para evitar que reconozcas las mías.
Me acostumbré a temer que pasara mientras al mismo tiempo deseaba que sucediese. Me acostumbré a levantar ese muro que nos aleja cada vez que estoy cerca tuyo.
Me acostumbré a ver tu sonrisa como un regalo de esos que no tienen precio.. Me acostumbré a querer sin querer querer.
Me acostumbré a evitar cualquier roce por miedo a tener que anhelarlo más tarde. Me acostumbré al calor interior mientras afuera todo se hiela. Me acostumbré a ese beso que dejará de ser real pero permanecerá vivo en mi mejilla.
Me acostumbré a huir antes de intentarlo.
Me acostumbré a interpretar cualquier movimiento en negativo y así darme la razón a mi misma.
Me acostumbré por cobardía, por inseguridad, por preferir pensar antes que sentir.
Me acostumbré a perder antes, mucho antes que a arriesgar y poder ganar.
No quiero más costumbres. Quiero ganar. Y ganar es necesariamente por atreverse a sentir y a dar el paso que nos permita poder conseguir lo que nos emociona.
Vamos a atrevernos. Por cambiar los guiones negativos. Por nosotros. Por ser felices.
Sara Rodríguez Pérez.
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