No creo que nadie necesitase una llamada de su yo futuro, al estilo de ese tróspido anuncio que McDonalds lanzaba en 2011, para saber que Los Vengadores: La era de Ultrón no decepcionaría. Con ese mismo equipo de la primera entrega, con la habilidad en la dirección y en las labores de adaptación de Joss Whedon, el hombre más querido del universo; y con un público que no había demostrado tanta fidelidad por nadie ni por nada desde los judíos con Moisés y la huida de Egipto, las bases eran buenas.
Nuestros ojos se relajarán entonces para disfrutar del despliegue visual (atentos a la pelea entre Iron Man y Hulk) y estarán puestos en las nuevas incorporaciones que parecen hacer temblar el universo vengador. Entre estas, Visión y Ultrón se imponen como una satisfacción constante frente a los gemelos. Pietro y Wanda, aka Mercurio y Bruja Escarlata, sufren en comparación con los robots debido a una fuerte carga promocional que elimina la sorpresa de su introducción y a la endeble historia de su pasado, del tipo persona pobre e ingenua nacida en un país del oeste de europa, enemiga del capitalismo estadounidense (Stark) hasta que este le salva el culo y entonces se vuelve un refuerzo cómico con acento simpático.
Además, la personalidad que infunden James Spader y Paul Betanny a sus respectivos personajes robóticos es prodigiosa. El segundo tal vez lo haya tenido más fácil, pues su papel es menor en duración dentro de la cinta y cede protagonismo en beneficio de una función de "puente" entre la segunda y la tercera frase de Marvel, al igual que parece hacerlo la breve aparición de Wakanda y de Ulysses Klaue (Andy Serkis). Pero el primero, con Ultrón, navega entre la maldad y la socarronería, entre lo estoico y lo teatral para dar vida a, probablemente, el mejor villano en el cine desde el Joker de El caballero oscuro. Al igual que este, se beneficia de una maldad pura: sus intereses no son el dinero o la dominación mundial, sino el caos por el caos, el fin por el fin, en un orden que nadie más puede ver. Como Ralph Fiennes al entrar en Harry Potter para interpretar a Voldemort, James Spader utiliza un majestuosamente diseñado personaje para dar un par de lecciones de interpretación.
Ultrón tiene una importante carga cómica en sus diálogos, y es que el humor es otro nuevo invitado en esta segunda entrega. No porque en la primera no fuese el centro de la fiesta, sino porque en esta se emborracha y monta un espectáculo. Hay una intensísima cantidad de maravillosos punch lines cerrando diálogos, coronando escenas de acción o como preludio a grandes secuencias de clímax. Sorprendentemente, ninguno parece desbordar el vaso y la tensión y el humor conviven sin problemas. De nuevo, punto para Whedon.
Uno de los mejores momentos cómicos ocurre cuando Ojo de Halcón (tal vez el personaje mejor re-construido y más evolucionado con respecto a la primera) hace referencia a lo absurdo de enfrentarse al fin del mundo con un arco y unas flechas. Y es que analizado punto por punto, Los Vengadorestiene tantas oportunidades de fallar como cualquier otro Blockbuster que no se haya preocupado tanto por la narración y los personajes. Y hay quién, tal vez con prejuicios, no quiera ver el mérito que conlleva adaptar un universo tan complejo como el de Marvel durante varios años y películas y que este se sostenga tanto internamente como hacia su exterior, hacia el juicio de sus siempre exigentes fans. Pues a esa gente, demonios, les digo que ojalá les llame su yo del futuro y les grite un buen ¡¡Excelsior!!.
Que como todos sabemos, quiere decir gilipollas en ruso.
En una frase: Ultrón, shut up and take my money (and the money from my friends, the money from my parents, the money from my grandmother, the money from...).